Ciudadano, es toda aquella persona que forma parte de una comunidad política, donde toma la condición de miembro de esa comunidad, a la que se le da el nombre de ciudadanía, misma que conlleva a respetar una serie de derechos y obligaciones, con el fin de obtener la conservación de la paz social, con una disciplina adaptable a la totalidad de esa colectividad.
La comunidad política, es precisamente el núcleo de la persona, del ciudadano, pues la palabra política, proviene del griego “politikós”, que quiere decir “ciudadano”, “relativo al ordenamiento de la ciudad” y es, la actividad humana quien tiende a gobernar o dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad.
Todos los habitantes de cualquier lugar, en donde contamos con leyes que nos señalan nuestros derechos y nuestras obligaciones, somos políticos por el sencillo hecho de ser ciudadanos.
Desafortunadamente, en nuestro país ejercemos una ciudadanía pasiva, por causas muy diversas, pero resalta en forma sorprendente la apatía a estar enterados, el desconocimiento de nuestras normas fundamentales, así como la ignorancia de nuestros derechos. Si en nuestro municipio existe un Bando de Policía y Gobierno que regulan nuestro comportamiento, así como las facultades que tiene la autoridad para hacer cumplir las normas para la obtención de una disciplina propia y vivir en paz, nos percatamos que ni la autoridad conoce sus facultades y tampoco el ciudadano sus derechos y obligaciones. Esto sobrelleva a nuestra exclusión en los espacios donde se definen las políticas públicas, lo cual genera a su vez, la pobreza, el analfabetismo, la violencia como método principal de solución de conflictos, entre otras consecuencias que refuerzan el sub-desarrollo a nivel local, regional y nacional.
En días pasados, mencionaba que existe una impunidad ciudadana, en la que cada quien hace lo que le da la gana, como pintar de amarillo los frentes de su casa sin autorización del municipio, pero tampoco las autoridades del municipio hacen nada en absoluto, para que el ciudadano respete, y ocasiona que los vicios se arraiguen y se agranden. Impunemente estacionan armatostes con llantas desinfladas, con un aspecto nefasto para nuestras ya imposibles calles peatonales, en donde no existen señales para el paso de personas, y donde hasta la misma autoridad contribuye al desorden, por no hacer nada al respecto, pero además por contravenir ellos mismos las normas de conducta disciplinaria para nuestra ciudadanía.
Impunidad, es la circunstancia de no recibir castigo por una falta cometida. Y, todos los casos en donde hay impunidad se caracterizan por la frustración e impotencia de las personas que son afectadas. En ocasiones la negligencia de las autoridades puede sembrar rencores en quienes afecte la impunidad. En la actualidad ya se está poniendo de moda a nivel federal la impunidad, pues el arma sugerida de: “Fuchi, Guácala, Al Carajo con la delincuencia; acuérdense de su madrecita y pórtense bien” no ha surtido efecto, y la impunidad es materia de proliferación, como se ha visto recientemente, en donde soldados y policías han sido afectados, en donde los sindicatos nefastos siguen mandando y haciendo de las suyas violando a diestra y siniestra, en donde hay marchas y mítines de los pseudo maestros, provocando que los legisladores y el mismo mandamás, les haga sus gustos y leyes a su modo; y que decir de anarquistas que vandalizaron este miércoles 26 el palacio federal, aunque los exculpe, ya saben quién, señalándolos como una rama de del conservadurismo.
Si las autoridades hicieran un compromiso de conocer primeramente ellos nuestras leyes y hacerlas respetar, no con las arbitrariedades que siempre lo han hecho, sino con el deseo de contribuir a una mejor convivencia, se podría lograr una mejor disciplina y el orden de nuestra comunidad política sería manifiesto.
Según el orden y disciplina que muestre un determinado núcleo social, es causa de progreso. Al respecto mencionaré que, hace pocos años conocí el Poblado Mesillas, que se encuentra antes de llegar a Mazatlán, que es un lugar en donde se labora con madera de la localidad, y se crean muebles de todo tipo, cuyo precio es menor al cincuenta por ciento de las mueblerías de la ciudad. Pero la característica de dicho núcleo es que, en ningún rincón de dicho poblado se encuentra una sola cantina, todos los habitantes se encuentran laborando y creando arte con la madera, para venderlo legalmente y dar un verdadero servicio a quien así lo solicite y, la forma de vida de sus habitantes es de paz, producción, convivencia y disfrute.
En cambio, existen otros núcleos, en donde es menester traficar con la ilegalidad y, todos sus habitantes se encuentran ya contaminados de actuar con impunidad y de la mala forma de vivir de los demás, y su forma de vida es de permanecer en guardia, de odio y de discordia.
En nuestra ciudad, resalta como crece la impunidad, en la que el habitante hace lo que le pega en gana, pero también donde la autoridad, es la intocable y actúa irresponsablemente, con el solo hecho de sentirse poderoso y que su impunidad sea la que vale.
Hasta que el ciudadano se decida a actuar con el pleno derecho que tiene, y con la disposición de participar en una comunidad a través de una acción autorregulada, inclusiva, pacífica y responsable, con el objetivo de optimizar el bienestar público, hasta ése momento, habremos de contar con dirigentes políticos que no engañen a la ciudadanía, y no se escuden en la miseria de nuestra sociedad, para ofrecerles ayuda, a quienes de momento sí les darán el pez para que sacien su hambre, pero a quienes nunca les enseñarán a pescar; y lo mejor de todo, es, que tendremos representantes que de verdad ostenten un criterio jurídico apropiado, sepan en verdad dirigir un núcleo social dentro de un clima de paz social, y no gente improvisada quienes llegan a ser legisladores, por haber participado acomodando sillas y templetes, organizando reuniones y acarreando gentes, prometiendo a diestra y siniestra, pero sin ningún conocimiento ciudadano que lo acredite de verdad como instructor para ciudadanizar a una población.