A pesar de sus 80 años el PAN pareciera que no madura. Todavía no se da cuenta del lugar que ocupa en la política mexicana y aunque se dice es la segunda fuerza electoral, -electoral, no es la segunda fuerza política- su influencia en la sociedad mexicana se reduce día tras día.
El PAN le pide ayuda a quien sea para poder contrarrestar a Morena y en esa desesperación intenta reincorporar a la escoria que hizo a un lado el partido. Tal es el caso de Vicente Fox, resentido por mil cosas, de manera personal, con López Obrador, entre ellas por haberle arrebatado su pensión vitalicia que tenía como premio a la holgazanería improductiva. En realidad, Fox debería estar en la cárcel, pero como lo que le interesa al PAN es reunir gente contra López Obrador, acude hasta al mismo demonio.
La traición es la condición de la cúpula panista desde hace años. Ricardo Anaya, traicionó a Gustavo Madero Muñoz, para apoderarse de la presidencia nacional del PAN, luego coloca a su títere Damián Zepeda, a quien también traiciona al no defender a la hora que éste debiera mantener el liderazgo de su partido en el Senado. Por su parte, Marko Cortés llega ante el vacío que deja Zepeda, en unas elecciones internas cuya transparencia deja mucho que desear.
Esta lucha interna debilita por fuera y por dentro a Acción Nacional a grado tal que pierden la brújula hasta el extremo de tomar decisiones delirantes como el hecho de invitar a Felipe Calderón y a Margarita Zavala a regresar al PAN, a sabiendas de que están intentando formar su partido particular, más que para luchar por el poder para alcanzar la impunidad que les ofrece todavía el fuero.
A pesar de que fue el candidato a la presidencia de la República, Ricardo Anaya no asistió a la celebración del 80 aniversario de lo que queda de su partido, argumentó, con la mentira implacable que le caracteriza, que un asunto médico de urgencia le impidió asistir. Sabemos que Ricardo Anaya tiene una gran debilidad por la mentira, no está lejos en la memoria de los mexicanos, cuando en un debate que debía tener un nivel alto, donde estaba de por medio la decisión de millones de mexicanos, irresponsablemente mostró un costal, nuevo por cierto, donde aseguraba que un migrante llevaba sus pertenencias; posteriormente mostró un libro que nunca existió y del que sólo había portada y que jamás abrió, así siguió mostrando encuestas y preferencias electorales asegurando en dichos debates que ganaría las elecciones por un amplio margen, cuando todos sabían que el triunfador sería Andrés Manuel López Obrador.
Pero decir mentiras parece ser un síndrome de los panistas, porque frente a las declaraciones que hizo el pasado sábado Vicente Fox, en la Asamblea Nacional del PAN, respecto a que ya entabló pláticas con las dirigencias de PRI, PAN, MC y PRD para formar un frente contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, y el llamado que hizo a “darle en la madre a la 4T”, el coordinador nacional de Movimiento Ciudadano, Clemente Castañeda aseveró que “es absolutamente falso que haya habido reuniones para formar un frente nacional”.
Movimiento Ciudadano no quiere saber nada de Fox ni del PAN. Menos aún de una persona que se caracteriza por su falta de educación, pero que se da el lujo de hablar del tema sin siquiera haber pisado una universidad, aunque tenga título de la Ibero.
El PAN significa para los mexicanos el pasado, un pasado que no hizo historia, o por lo menos no estuvo a la altura de un país con la proyección de México. El PAN es una de las partes más oscuras de nuestra historia. En dos sexenios aumentaron la pobreza a niveles nunca antes vistos y su intento de resurgimiento se asemeja más a la obsesión por el poder que a una vocación de servicio.
El PAN no esconde su origen nazi, ni su influencia fascista. Ahora, más que nunca, su obsesión por criticar al gobierno actual en lugar de reconstruir su imagen y ponerse a trabajar, muestra una postura de retroceso político, económico y social, pero sobre todo, un desconocimiento total de la historia de México.
Pero no sólo desconoce la historia del país ese grupo de reaccionarios llamados panistas, sino que no se ha dado cuenta de que la sociedad mexicana en este momento ya no cree en las mentiras de una derecha que se va diluyendo poco a poco, pero de manera irreversible.
La presidencia del PAN a manos de Marko Cortés nunca dio pie con bola, se caracterizó por la improvisación y los palos de ciego.
Pero la carga de los panistas en la actualidad se muestra como una verdadera molestia para los mexicanos y una especie de cinismo impune para la opinión pública. Porque los dos expresidentes panistas que no dejan de hacer declaraciones a los medios son Fox y Calderón, quienes contribuyeron de manera importante a dejar una economía de guerra y gozar del poder como si fuera un fin en sí mismo. Son los únicos expresidentes que no dejan de cuestionar al actual gobierno, resentidos por desenmascarar sus negocios, por descubrir sus transas, por denunciar sus corruptelas.
El PAN no ha podido ser contrapeso en la sociedad, lo ha intentado en el Congreso y lejos de fortalecerse se dan a conocer deserciones de sus legisladores que se van como independientes o simplemente engrosan las filas de Morena. EL PAN está de mal en peor y a los 80 años se muestra a un partido agonizante que nada ni nadie podrá salvar. Ni siquiera su alianza electoral con el PRI, que también ya padece los estertores de la muerte. No es que estén vivos, son convulsiones de moribundo. PEGA Y CORRE. – La distancia entre el Presidente de la República y el gobernador de Veracruz es cada día más grande, y no es sólo la letra de una canción sino que hay señales claras del jefe del Ejecutivo al decir que, Campeche en materia de seguridad se convirtió en uno de los estados más seguros del país; sin embargo, aseguró, no puede decir lo mismo de Tabasco, Veracruz y Quintana Roo. Hay que interpretar esas palabras… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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