Catástrofes

by Pilar Ramirez

Los medios se han volcado en noticias “de las que venden”. En el huracán “Dorian”. Y es cierto, aun a los consumidores que no leen ni una tarjeta postal, les encanta enterarse de cómo quedaron las casas al paso de un huracán, el número de muertos, las condiciones en que fallecieron, incluso hay un cierto morbo en conocer si gente que antes lo tenía todo, se quedó en la calle al perder sus pertenencias.

También son noticia los preparativos para recibir al huracán en Estados Unidos. Me llamó la atención la cabeza de una nota en un diario de circulación nacional: “Florida está lista, pero ¿dónde está el huracán Dorian?”, aunque el cuerpo de la nota explicara otra cosaPues afirman que “Dorian”, se mueve, como dice la canción, “de medio lao”, es decir, que ha tenido una trayectoria errática y no se sabe a ciencia cierta con qué fuerza y dónde impactará en las costas de Estados Unidos. Y encima, por allí viene “Fernand” que afectará, se calcula, a dos entidades mexicanas.

Y aunque se aprovechan mediáticamente, las catástrofes naturales pasan. La verdadera catástrofe es que diariamente lo que nos entregan los medios, y nosotros lo consumimos, porque esto, como el amor y los pleitos, necesita dos partes, son los conflictos.

Que si Morena quiere “agandallarse” la presidencia de la Cámara de Diputados, tal fue una de las cabezas sobre la disputa de los legisladores. Ahora sí la oposición quiere ponerse muy democrática, pero con una equidad de partidos, haciendo a un lado los porcentajes de votación. Pero el pleito por el espacio de poder es bueno para hablar mal de Morena, de sus legisladores, pero sobre todo, lo que quieren en hablar mal del Presidente, no importa cuál sea el pretexto.

La Ciudad de México colapsada por la marcha de transportistas es otra “Nota”, “notota”. Todo el que viva o haya vivido en la capital sabe lo catastrófico que es ahorcar Calzada de Tlalpan, Constituyentes, Zaragoza o Reforma. ¿Los transportistas actuaron por su cuenta? Si así fuera, envidio esa capacidad de organización gremial. Y su persistencia, pues ahora amenazan con paralizar la ciudad durante el informe de Sheinbaum.

La entrega-recepción de Sedesol, el encarcelamiento de Rosario Robles y la exoneración de Meade, otro motivo para la descalificación y la construcción de cuadriláteros.

A estas alturas ya muchos deben estar calificándome de “pejezombie”, “chaira” y otros calificativos de ese tenor. Sólo quiero recordar la figura de don Manuel Buendía. Si había alguien crítico con el poder, era él. Pero Buendía defendía, no al presidente, sino a la figura presidencial. Considero que se debía a que es la figura en la que se sintetiza la cara de México ante el mundo, pero también la que aglutina voluntades para que el país camine.

Decía don Francisco Martínez de la Vega que “ser mexicano, puede definirse hoy [1984, en el prólogo del libro La ultraderecha en México, que recoge un manojo importante de las columnas publicadas por don Manuel] como un devoto nacionalismo, en sentido no patriotero ni tradicionalista del 15 de septiembre y del 12 de diciembre, sino concretar su nacionalismo como vigilante de los intereses nacionales”.

No se ve ese nacionalismo en la oposición por ningún lado. Se ve el oportunismo político. Se ve cómo busca el momento más adecuado para pegarle a su oponente y que resuene el puñetazo. Se ve a los grupos de presión contrarios a AMLO actuando en consonancia con quienes todavía están “ardidos” como bien dijera Jorge Castañeda, por haber perdido el poder. Porque seamos sinceros, cuando el PAN llegó al poder, la alternancia fue nominal; el PRI perdió la capacidad de decidir pero ganó la de negociar con un PAN novato que se apresuró a llegar a acuerdos que sólo beneficiaban a sus partidos y hundían cada vez más a la ciudadanía, generando más pobreza y permitiendo el crecimiento de una incontrolable inseguridad y violencia. Y cuando el PRI recuperó el poder, pues ya se habían hecho amiguitos y entendían el valor del acuerdo, generalmente no de cara al ciudadano.

Esta somnolencia en la que está sumida la ciudadanía con poca información y cero análisis contribuye a frenar la solución de los problemas y favorece los intereses de los grupos y partidos, que actúan libremente con una ciudadanía cada vez más desdibujada.

Desde mi punto de vista, esa es la verdadera catástrofe.

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