Dulce abeja

by Nora Guerrero

El sólo nombrar a la abeja, rápidamente despierta en mí estas ideas: miel, organización, trabajo productivo, polinización de las flores y…¡picadura dolorosa! Indudablemente son las abejas el mejor referente de lo dulce de la vida, de la organización social, del trabajo fecundo, de la eficaz fecundación de las ‘hermosas’ (las flores) y también las transmisoras de un veneno que puede devolver la salud (a los reumáticos) o provocar la muerte (a los alérgicos). ¡Caray! ¡Cuánto peso tienen estos diminutos, ágiles e incansables insectos! ¿No cree usted?                                                                                 Ver posada una abeja libando una flor es una imagen recurrente y grabada en nuestro imaginario y esto ocurre en todos los continentes, exceptuando la Antártida, según nos ilustra la Abejapedia. Están registradas 20,000 (sí, veinte mil) especies, divididas en nueve familias, aproximadamente. Entre los tipos de abejas se encuentran las: melíferas, carpinteras, solitarias, comunales, abejorros, asesinas o africanizadas.                                                                                                                                    Las abejas ‘europeas’ son originarias de Europa, Asia y África y fueron introducidas en América. Son las más comunes, llamadas también: melíferas, pues son las que producen la miel y, aunque sus colonias suelen durar muchos años, el promedio de vida de cada una de ellas es de cuatro a cinco meses. Estos pequeños insectos de no más de media pulgada son de color amarillo-oro con franjas negro o marrón; tienen dos ojos, seis patas, dos antenas…                                                                                   Algo muy importante de lo mucho que hay que aprender de ellas es que en invierno se dan cobijo, se aglutinan, permanecen mucho tiempo en sus colmenas, se dan calor y comen de su propia miel. De ese modo, ni el más crudo invierno las abate.                                                                                                         Las abejas melíferas almacenan su veneno en una bolsa unida a su aguijón -llamado ovipositor- parte del aparato reproductivo que la abeja  reina usa para poner sus huevos y para picar; en tanto que las abejas estériles que son llamadas sólo utilizan sus ovipositores para picar. La conclusión es que, sólo las abejas hembras pican. Dentro de sus características físicas están las de tener vista y olfato; sentidos que les permiten llegar a las flores para extraer sus néctares y el polen, el que  las alimenta y queda también esparcido en el ambiente, lo cual permite y provoca la polinización.                       Esta simbiosis es lo que perpetúa la vida, no sólo de las plantas y las flores, sino de la humanidad entera. Se cree que sin ellas, se provocaría un desastre global y según los pronósticos del científico Albert Einstein,  “Al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida. Sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”. Esto se debe a que el mayor porcentaje de los alimentos que se producen en el campo, son polinizados por las abejas, por lo que, al desaparecer ellas o menguar su población de manera dramática, se perderían miles de variedades de vegetales, con lo cual vendría la hambruna. Y más todavía, se acabaría la vida vegetal.                                                                   Y no sería la pérdida de estos insectos, la única que amenaza a nuestro planeta, sino también la pérdida de mariposas, abejorros, murciélagos, colibríes y otros insectos y avecillas que coadyuvan al viaje del polen de una flor a otra…                                                                                                              Luego entonces, las plantas y las flores no sólo nos dan belleza, color, aroma y bienestar, sino que producen y nos brindan oxígeno, agua, alimento, vida…                                                                   [email protected]

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