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Cuitláhuac, el primo, la campaña del Peje, el chantaje

by Mussio Cárdenas

* Eleazar atesora secretos de campaña  * Ni López Obrador lo puede cesar  * Mixtla: los enredos del secretario  * Ahora a probar que Yunes ordenó el crimen  * Yolanda Sagrero: el sobrino aviador  * Álvaro Ramírez: reprobó el alcoholímetro el ahijado de Esmeralda  * Agua Dulce: agentes municipales con amenaza de extorsión  * El magistrado y sus niñas

MUSSIO CARDENAS ARELLANO

Publicada en mussiocardenas.com

22 de agosto de 2019

Sórdidas son las dádivas en campaña, las de Morena y las de los otros, los dineros sin reporte que no pasan por el filtro del OPLE, “la doble contabilidad” que impulsó la escalada de Andrés Manuel y de Cuitláhuac y de senadores y diputados al poder. Y ese secreto es de Eleazar.

Aportan los mercenarios y los que van por negocios e impunidad, y los proveedores que invierten para extender o suscribir contratos, y los constructores que hacen fortuna en el erario de Veracruz.

Le ponen a la campaña —o a los proyectos— los políticos en desuso, marginados del priismo en los tiempos de Fidel y Duarte y a los que el panista Yunes no invitó al aquelarre, los mantuvo a raya o los despreció.

Le aportan, también, los malosos. Diría Fidel Herrera que en política lo que se paga con dinero es barato. Y el crimen organizado sigue a Fidel. Invierte en candidatos a cambio de infiltrar al aparato policíaco, desplegar estacas y halcones sin que haya poder que los mueva, detentar control de la plaza y control político. Y obtener obras para contratistas cuya misión es lavar.

Y los partidos cachan. Dinero limpio y dinero ilegal. Dinero reportado al OPLE y dinero que no.

Con Morena, el festín comenzó en 2016. Andrés Manuel hacía de Veracruz un sambódromo político, impulsando a candidatos sin fuerza, sin nombre ni perfil, jodidos unos, capaces otros, pero honestos según el santo patrón.

Irrumpió Cuitláhuac García en una contienda que tuvo en el ex gobernador Javier Duarte a su mayor impulsor. Se trataba de partir el voto de la oposición, restar la concentración de votos que se acumulaban en el panista Miguel Ángel Yunes y anular su inminente triunfo.

Así lo trazó Duarte, a riesgo de tumbarle votos al priista Héctor Yunes Landa, como finalmente ocurrió, y el PAN los venció.

Ya en el Congreso de Veracruz, inició el desvío de recursos, Morena usando los dineros del grupo parlamentario para solventar las giras de Andrés Manuel López Obrador.

Una voz, la de Eva Cadena Sandoval, entonces diputada por el distrito Coatzacoalcos rural, desnudó la aplicación de recursos a los eventos de López Obrador. Y lo pagó.

Masacrada en los medios y las redes tras la divulgación videos en que se le veía recibiendo aportaciones al proyecto de Andrés Manuel, una celada urdida entre morenistas, Eva Cadena fue instada por Rocío Nahle a deslindar a López Obrador de las entregas de dinero ilegal. Y acató.

Entonces Morena activó el ataque. Políticamente denostada, sujeta a una investigación por parte de la Fepade, Eva Cadena reveló el origen del conflicto: su reclamo a que los recursos del grupo parlamentario de Morena fueran usados para la campaña anticipada de Andrés Manuel en Veracruz.

Eva había pagado su campaña a la diputación local. Y ya como legisladora, Morena le propuso ser candidata a la alcaldía de Las Choapas. Se negó. Arguyó no tener recursos. Recibió el ofrecimiento de que “empresarios aportarán”. Y eso la hizo acudir a la cita en que fue grabada.

Le cobraron la osadía de cuestionar por qué se usaba el presupuesto de Morena para las constantes giras del Dios Peje a Veracruz, un peculado brutal.

De los dineros ilegales, los nexos con lo peor de lo peor, no son ajenos ni el PRI ni el PAN.

A Fernando Yunes, el segundo junior de la dinastía yunista azul, hoy alcalde de Veracruz, lo pillaron en dos: una, el día de la elección de 2016, en Coatzacoalcos, atrincherado en su camioneta, acusado de portar dinero para operar, y dos, sentado a la mesa del Comandante H, Hernán Martínez Zavaleta, jefe zeta en el sur, rodeado de guaruras portando armas largas, en un evento con panistas de Cosoleacaque.

Con el Comandante H el escándalo fue demencial. Su padre, Miguel Ángel Yunes Linares, con la bandera de no pactar con el crimen organizado, los que entraron con Fidel y Duarte, el financiamiento del Cártel del Golfo y Los Zetas, y el vástago en la misma mesa que el maloso mayor, el que ordenó el crimen de una familia, el padre, la madre y cuatro niños.

Amigos con estirpe sangrienta.

Los priistas son iguales o peores. Fidel viajaba con los maletines atestados de billetes, mínimo 5 millones para someter y acordar. Javier Duarte abría las arcas del gobierno de par en par, maletas de dinero en las manos de Erick Lagos, Gabriel De Antes, Jorge Carvallo, Francisco Valencia, comprando votos, operando estructuras, ofreciendo cargos y canonjías, y sobre todo impunidad. 

2018 fue el festín de las dádivas. Sabríase entonces de los pactos y las dádivas, el priismo aliado a Morena, el duartismo operando en sus zonas de control, Fidel Herrera y sus alfiles moviendo el voto para impedir que el primer junior de la dinastía azul, Miguel Ángel Yunes Márquez, pudiera alcanzar la gubernatura de Veracruz.

Desde su retiro parcial, Fidel reactivó a sus operadores, reintegró a quienes migraron al yunismo azul. Desde la cárcel, procesado entonces por el bestial robo a las arcas de Veracruz, Duarte instruyó cargarle el voto priista al partido de López Obrador.

Y Morena pactó con todos.

Un pull de políticos en la banca, por ejemplo, le puso al proyecto López Obrador 8 millones de pesos a cambio de la delegación Veracruz Sur del IMSS. Su contacto —su recaudadora— fue Rocío Nahle, hoy senadora con licencia, secretaria de Energía en funciones. Y aún no les cumple.

Otro grupo, los Quintanilla, un socio y su clan, se lleva contratos en la refinería de Dos Bocas, y de no ser por la resistencia del pueblo que terminó insultando al gobernador Cuitláhuac García, habrían iniciado ya la instalación de un relleno sanitario en el municipio de Chinameca.

Otro más, OPC, puja por hacerse del relleno sanitario en el municipio de Nanchital.

Y así en todo Veracruz.

Y así permearon las dádivas no reportadas al OPLE en las campañas de Morena.

Cercano al gobernador, el favorito en el reino, Eleazar Guerrero Pérez no solo es primo carnal sino pieza clave en los dineros del gobierno, los contratos, la asignación sin licitación, las compras con sobreprecio, el tráfico de influencias y el nepotismo en todo su esplendor.

Político de medio pelo, priista de cuarta transformación, Eleazar Guerrero es un duartista que controla los dineros del gobierno de Veracruz. Y Morena a sus pies.

Fue cercano a Roberto López Santoyo, director de Tránsito en gobierno de Javier Duarte, en la esfera de poder de Arturo Bermúdez, el temido secretario de Seguridad.

Así, duartista, hasta que Cuitláhuac se convirtió en el peor invento de López Obrador. Ahora es el financiero del gobernador, el que sabe qué ocurrió en campaña, cuántos millones sin reportar al Órgano Público Local Electoral, quién aportó, por qué canal y a cambio de qué.

¿Por qué es intocable? Por los secretos de campaña, refieren en medios de prensa, versión corroborada entre insiders de Morena. Y por lo que pueda soltar.

Andrés Manuel desdeña de palabra el nepotismo y en los hechos lo tolera. Cuitláhuac García lo practica y lo estimula. Su gobierno es un botín de familias morenistas, incluida la suya, que imponen a parientes en cargos de mediano y alto nivel.

Y de todos, Eleazar es la prima dona, el otro gobernador. Es inamovible, insustituible, por lo que sabe y por lo que puede decir. Y si habla, el presidente tiembla.

Revelar los pecados de campaña, si se le destituye, es chantaje.

Y el chantaje se lo haría a López Obrador.

Archivo muerto

Atinadísimo, Cuitláhuac se dio, de nuevo, un tiro en el pie. Armó un escenario, usó —o embaucó— al shérif Hugo Gutiérrez para imputarle al ex gobernador Miguel Ángel Yunes la autoría intelectual del crimen de la alcaldesa de Mixtla de Altamirano, Maricela Vallejo, y ahora lo debe probar. Colgado del suicidio del ex policía Primitivo Islas, cuando agentes ministeriales procedían a ejecutarle la orden de aprehensión por su probable autoría en el asesinato, el gobernador de Veracruz construyó una trampa intentando que ahí cayera su antecesor. Primero envió a su mozo de estoques, Eric Patrocinio Cisneros, el locuaz secretario de Gobierno; lo secundó el secretario de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez; ambos con un culebrón digno de Epigmenio Ibarra, el rey de las narcoseries que idolatra a López Obrador. Que Primitivo fue policía adscrito a las órdenes Yunes en sus días de gobernador. Que Yunes está implicado en el crimen. Que Yunes debe comparecer ante la Fiscalía General del Estado. Y Yunes azul sin hablar. Jorge Winckler, fiscal general, citó entonces al shérif Hugo Gutiérrez a que abunde en la acusación y afirma que será llamado a declarar quien tenga algo que ver. Yunes debe, pues, comparecer para deslindar su responsabilidad. Muy valentón, el secretario de Seguridad afirmó que acudiría a la Fiscalía a declarar, luego que lo haría por escrito y luego nada. Winckler lo fildeó y lo trabó. Lo conminó a presentar su declaración por escrito pero que tendrá que acudir a ratificarla. Será el primer funcionario del pseudogobierno de Cuitláhuac García, el gober de las patrullas con sobreprecio y el nepotismo con el que se burla de Andrés Manuel, en ser pasado por la Fiscalía yunista. Y a media trifulca, cae el presunto autor intelectual del crimen de la alcaldesa, Ricardo “P”, en un operativo conjunto entre las fiscalías de Veracruz y Puebla. Ahora Cuitláhuac y su banda tendrán que acreditar cómo Yunes Linares, según su acusación mediática, es el autor intelectual del crimen de la alcaldesa cuando que ya el ex síndico de Mixtla de Altamirano, el panista Ricardo “P”, está en prisión preventiva y a unas horas de ser o no vinculado a proceso como presunto autor intelectual. Lo que es tener una 38 y darse el tiro en el pie… Yolanda Sagrero y su sobrino, el “aviador”. Su nombre, Héctor Carrillo Alvarado, adscrito a la congregación Villa Allende, inscrito en la nómina del ayuntamiento de Coatzacoalcos como mecánico, cobrando sin trabajar. Lo bendice su tía, la directora de Contabilidad del la Tesorería, Yolanda Sagrero Vargas, la de la Universidad Tecnológica de Coatzacoalcos, de la que es presidenta del patronato pro construcción y  la que indebidamente, por ser la responsable de la aplicación del presupuesto, desvía recursos a espaldas del cabildo municipal. Héctor Carrillo ni se le ve en Coatzacoalcos. Quien estampa su firma, según fuentes de Recursos Humanos, para acreditar sus cobros de salario de 4 mil 217 pesos al mes, es su hermano Oscar. Investigado por el área de Recursos Humanos, se acreditó que no acudía a laborar al taller municipal en Villa Allende. Lejos de despedirlo, fue remitido a la Dirección de Contabilidad donde su tía reina con todas las de la ley. Su número de asignación en la nómina es el 50413 pero sólo cobra, no trabaja. Sigue siendo un “aviador”, de esos a los que el alcalde Víctor Manuel Carranza decía que extirparía por ser el cáncer que corroe las finanzas del ayuntamiento. Sí, pues… Pillado in fraganti, con aliento alcohólico en alta, Álvaro Ramírez tronó. Apenas si ajustó unos 10 días en el cargo de delegado de Tránsito de Nanchital, impuesto por Esmeralda Mora Zamudio, comadre y compinche de la secretaria de Energía, Rocío Nahle. Esmeralda lo hizo delegado de Tránsito yendo a ver —y a sorprender, algo que no tiene mayor ciencia— al secretario de Gobierno, Eric Patrocinio Cisneros Burgos. Álvaro Ramírez relevó a Roberto “El Chivis” Olivares y el negocio pintaba jugoso y por demás promisorio. Pero el alcohol, el terrible alcohol, lo reventó. Sorprendido en horas de trabajo, no pasó la prueba del alcoholímetro y el cese fue inmediato. Sopló y cayó. Ni una quincena alcanzó a devengar. Dicho está: todo lo que toca Esmeralda Mora, directora del Instituto Municipal de la Mujer en Coatzacoalcos, sin cumplir los requisitos de ley, lo pudre… Trece agentes y subagentes municipales, quizá más, bajo presión del clan de la extorsión. Y el alcalde Sergio Guzmán, indirectamente implicado. Trece agentes municipales, cuyos nombres y números de teléfono celular aparecen en una lista que recabó el personal de la Dirección de Fomento Agropecuario del ayuntamiento de Agua Dulce. Sus datos fueron solicitados supuestamente por la Sader —Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural del gobierno federal— y horas después se les remitió la información. Recibirían maíz, alambre y postes de concreto. Pero los de Sader no eran empleados de la Sader sino una banda dedicada a la extorsión que desató una psicosis en los agentes municipales de Gavilán Norte o El Muelle, Los soldados, El Burro; trece ejidos y dos colonias agrícolas ganaderas. Una llamada, la voz que intimida y la exigencia de que cumplen o se los carga el diablo. Y el titular de Fomento Agropecuario, Jorge Aguilar Ibarra, aguantando el vendaval. Y todo por no tener una metodología, una mecánica para verificar la autenticidad de las solicitudes de información, el trámite con otras instancias de gobierno. Y con semejantes pifias el alcalde de Agua Dulce, Sergio Guzmán Ricárdez, supone que será el candidato de Morena a la diputación federal por el distrito de Coatzacoalcos… ¿Quién es ese magistrado que solía coquetear con niñas muy bellas pero muy niñas, entablar melosas charlas, buenos pesos por un rato de placer, interminables encerronas en el cubículo más reservado de su empresa matriz? Pista: una de esas chicas solía visitarlo con su uniforme de secundariana. ¿Magistrado pederasta? Sí…

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