En su colaboración para la prensa escrita, Carlos Loret de Mola habla de un supuesto telefonema entre los dirigentes del PRI y del PAN, a partir del cual tendrán acercamiento para diseñar y echar a andar un plan dirigido a quitarle el control de la Cámara de Diputados a Morena en 2021. No es difícil creerlo. Loret tiene el privilegio de contar con fuentes de primerísima mano. Y seguramente, si a los actores políticos les conviene, no se esperan a que Loret los entreviste o los llame, ellos tienen a sus operarios para hacerle llegar información que nos hace ponernos color verde vómito a otros de los medios, de la envidia.
Así como en la definición callejera de la belleza, por más que nos moleste por sexista, se usan los números del uno al diez; debemos admitir que en el periodismo también podría aplicarse esa escala. En algunos casos el interpelado, o del que se quiere una declaración, dirá “¿y es@ quién es?” (cuando se trata de un uno o hasta un tres en el periodismo), si responde: “dile que estoy en acuerdo” o “yo le devuelvo la llamada” (quizá se trate de un cuatro o hasta un seis). Si el entrevistado en potencia dice: “búscamelo, pero ya, o consigue a un amigo de confianza que le haga llegar este dato” es que inenarrablemente se trata de un nueve o un 10.
Con este conocimiento empírico, pero muy real del periodismo en México, asumo que la llamada se hizo. Que el acercamiento ya tuvo lugar e incluso que ya existe un plan con toda una estrategia y toda la parafernalia de comunicación política que les ofrecen hoy a los políticos y que los deja perplejos, el llamado marketing político.
Loret incluso añade en su “Saciamorbos” que los dirigentes del PRIAN, en la mesa política de su noticiario televisivo, se comportaron muy “amiguis” (él dice que no se tocaron), en cambio intentaron conjuntamente tundir a Yeidckol Polevnksy, quizá como una señal de que tal acuerdo existe.
De aquí en adelante veremos más, mucho más de esto. De la política real, de la política de “hombres”. De la que pueden hacer Marko y “Alito”. Quizá hasta consideren que es fácil debatir con Yeidckol sólo porque es mujer. Quizá concedan que “trae muchos datos” o “que le ha funcionado su estrategia” de encarar con mucha firmeza y desafío a sus contrincantes, o simplemente que “tiene detrás la figura presidencial”. Me pregunto si esos hombres de la política se detendrán a pensar simple y llanamente que deben confrontar a una mujer inteligente. Probablemente no. Porque en el imaginario social la “política” es cosa “de hombres”. Los acuerdos (y desacuerdos también) no se hacen en las horas de oficina, se hacen en los desayunos tempraneros de “El Cardenal” o para los que son fieles a su tradición en el “Bistró Chapultepec” o en el restaurante del Four Seasons y varios otros sitios donde a los políticos de medio pelo les da tortícolis de tanto voltear a ver si entra un pez gordo y lo pueden saludar. En otros casos, la política se discute en el bar (antes cantina). Horas en que las mujeres están preparando a sus hijos para ir a la escuela o los están acostando. Por eso “las viejas” no saben de política. Además, la política es complicada, casi para iniciados, y mejor dejarlas a un lado.
Por eso, el tratamiento que se ha dado a las protestas de mujeres ha sido sumamente injusto. No está bien que las mujeres participen en protestas violentas, mucho menos que rompan vidrios. Si un provocador lesionó a un reportero y muchas mujeres incluso persiguieron al provocador, no importa, cabecea la nota como “Someterán a cirugía a reportero golpeado en la marcha feminista”, vende más y “está en la agenda”. Pudieron titular “Requiere cirugía reportero golpeado por provocador”, pero no, lo importante es asociar “cirugía para reportero golpeado” con “marcha feminista”. Es “lo del momento”. Las mujeres “dieron la nota”. Pero lastimosamente pasará. Dentro de un mes o de dos, quiero ver qué medios sostienen entre sus notas principales los 1364 homicidios dolosos contra mujeres -sólo en el primer semestre de este año-, las más de 34 mil víctimas de lesiones en lo que va del año, cuántos se han ocupado de derivar investigaciones para revisar los casos y saber por qué muchos -donde las circunstancias lo señalan claramente- no están calificados como feminicidios. O simplemente, ¿por qué los policías están suspendidos en sus empleos, pero no se han iniciado acciones en su contra, pese a la existencia de la denuncia?
Es más, para este momento, en que todavía “está caliente la nota” o “todavía tiene carnita” como se dice en la jerga de prensa, apareció en segundo o quizá tercer plano, el hecho de que la denunciante de violación en Azcapotzalco se tuvo que mudar. ¿Quién se tomó la molestia de investigar la filtración del caso que lesionó la seguridad de la menor y su familia?
A quién se le ha ocurrido hacer la crónica del funeral de una mujer, una adolescente o una niña asesinada. Y que sea la “de ocho”, “la principal”. Los asesinatos contra mujeres “se colean”, ocupan las páginas interiores. Son notas secundarias en los medios digitales.
Porque lo que acapara la atención (de cierto público, pues lo más socorrido es el entretenimiento) es la Política. Así, con mayúscula.
Como si una sociedad que agrede con tanta ferocidad a una parte de sus integrantes, nada menos que la mitad, no fuese lo suficientemente relevante para formar parte de la política. La perspectiva de género no es un apartado, no es un capítulo, no es una clave presupuestal y no es, de ningún modo, una noticia pasajera. La perspectiva de género es una visión de la política presente en lo electoral, lo económico, lo educativo, la cultura y el arte. Es una forma de vivir la vida y la política misma.
El reclamo es que algunos hombres no lo quieran ver así, que ciertas autoridades sufran de ceguera, que los medios no le presten la atención que merece. Porque esa miopía contribuye a que la violencia contra las mujeres continúe. Y que irremediablemente sea la peor cara de la política.
ramirezmorales.pilar@gmail.com