El marasmo en el que está sumido el gobierno de Cuitláhuac García Jiménez tiene explicación, entre otras razones, en el encontronazo de los grupos de Morena que se disputan el poder en Veracruz, sin importarles gran cosa que solo por una persona se votó para gobernador.
Acostumbrados al canibalismo político desde sus tiempos en el PRD –y algunos, desde que militaban en la izquierda más dogmática y radical-, los cabezas de grupo morenista que se pelean el control de los recursos financieros, de los contratos de obra de infraestructura, de la adquisición de bienes y servicios y de la influencia política mantienen una guerra frontal entre ellos, que cada vez es menos velada.
Para nadie es un secreto que a pesar de ser el titular del Ejecutivo estatal, Cuitláhuac García es menospreciado y hasta humillado públicamente por quienes no respetan no solo a su persona, sino tampoco su investidura. Esto, por una razón muy simple: él no tuvo que ver en la designación de muchos de los cargos en su propia administración, que fueron decididos en la oficina de “ya sabes quién”.
Por eso en menos de un año de gestión, Cuitláhuac García ha sido “renunciado” varias veces a través de rumores que salen de las mismas oficinas de palacio de gobierno y de dependencias federales, desde donde buscan minarlo y debilitarlo para el momento en el que sea política y legalmente viable darle el golpe que lo derribe.
Los intrigantes son visibles: la secretaria de Energía Rocío Nahle García, quien controla a varios secretarios de despacho del gobierno estatal, como el de Salud, el nefando Roberto Ramos Alor. El mismo que la semana pasada declaró con total desparpajo que no pasa nada si los pacientes del sector público con enfermedades renales no reciben su tratamiento de hemodiálisis, el cual no se les ha suministrado porque, para variar, el proveedor contratado por el gobierno no ha cumplido con el servicio. A pesar de semejante imbecilidad, el funcionario permanece en su cargo, gracias a su “madrina”.
Otro que no tiene empacho incluso en contradecir públicamente al gobernador es el “superdelegado” del Bienestar, Manuel Huerta Ladrón de Guevara, que en privado hasta se expresa despectivamente de García Jiménez y se maneja “por la libre” en la entrega de los apoyos –o mejor dicho, dádivas- a sectores vulnerables y estudiantes.
El caso más grave de todos es el del mismo secretario de Gobierno, Eric Patrocinio Cisneros Burgos. Sin el menor tacto ni respeto por quien jerárquicamente es su superior, se toma atribuciones que no le corresponden, en los hechos ningunea al mandatario estatal robándole espacio en los actos públicos y hasta se da el lujo de publicitar en redes como Facebook imágenes en las que él aparece en primer plano, mientras que el gobernador luce arrinconado, como si fuese cualquier hijo de vecino.
A ello, por supuesto, hay que sumar la incontable cantidad de pifias cometidas por todos los integrantes del gobierno de la “4T” en el estado –Cuitláhuac García incluido-, de las que nadie se hace responsable, sino todo lo contrario. Empezando por la oficina de Comunicación Social, donde parece que odian al gobernador y se esmeran por terminar de destruir su, de por sí, endeble imagen.
A todos, eso sí, los une un elemento en común: una brutal ambición por el poder, por el cual están dispuestos, como resulta claro, a hacerse pedazos.
Mientras Veracruz se hunde en la violencia.
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