Muchas cosas fueron criticables del bienio en el que Miguel Ángel Yunes Linares fue gobernador de Veracruz.
La principal y por la que al final perdieron hace un año las elecciones fue la torpeza de querer heredarle el cargo, a como diera lugar, a su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez. Error que los acompañará siempre.
Tuvo muchos más, como pactar la impunidad de algunos de los más impresentables duartistas a fin de que delataran y hundieran a su ex jefe. No con el propósito de hacer justicia, sino con el de sacar raja política. Las consecuencias de ese proceder están a la vista: el único que falta por salir de prisión es Javier Duarte de Ochoa. Todos los demás están libres, gozando del dinero mal habido, robado a los veracruzanos.
Pero en lo que obtuvo un apoyo prácticamente unánime aquel gobierno fue en su decisión de encarcelar al dirigente del mercenario grupo de choque llamado Movimiento Nacional de los 400 Pueblos, César del Ángel Fuentes.
El vetusto líder fue llevado a prisión en enero de 2017 luego de ser aprehendido e imputado con los cargos de incitación a cometer un delito, apología del delito, estragos y motín. Poco, en realidad, contra la gran carga de ilícitos que a lo largo de cuatro décadas cometió este sujeto, siempre con cargo al erario.
César del Ángel se ha dedicado durante su “carrera” como “profesional” de la protesta pública a lucrar con la pobreza, manipulando y explotando para sus aviesos fines a ancianos, mujeres y personas de escasos recursos. Y de unos 15 años a la fecha, prostituyéndolos al hacerlos bailar semidesnudos en la calles de la Ciudad de México y de Xalapa, mientras él se sienta a comer en restaurantes de lujo en lo que el gobernante en turno lo llama para “negociar” prebendas…para él.
Sin ninguna reivindicación social como bandera, los 400 Pueblos son un grupo de choque y presión política al servicio del mejor postor y que, por esa misma razón, durante sus exhibiciones públicas –en las que sus huestes protagonizan espectáculos deplorables que bien pueden encuadrarse incluso como abusos a menores de edad- solo lanza consignas de carácter político.
Al fin mercenario, César del Ángel se alió con Javier Duarte de Ochoa desde la campaña del segundo a la gubernatura en 2010. En retribución, el duartismo no solo financió sus numerosas, denigrantes y absurdas protestas nudistas, sino que le concedió una diputación local plurinominal por el PRI a su hijo Marco Antonio del Ángel en la LXIII Legislatura del Estado.
Como todos los grupos de su calaña, la única manera de que los 400 Pueblos funcionen es a través del financiamiento vía el desvío de recursos públicos disfrazado de “apoyos sociales”, ya que la movilización, alimentación y subsistencia de sus hordas, así como las canonjías para su líder, cuestan varios millones de pesos. Por cada “protesta”.
Curiosamente, mientras César del Ángel –que fue liberado el pasado 10 de mayo tras dos años cuatro meses en prisión- estuvo encarcelado en el bienio yunista, los 400 Pueblos cesaron toda actividad pública. Y no porque le tuvieran miedo a Yunes Linares, pues la primera vez que éste lo envió a un reclusorio –en el sexenio de Patricio Chirinos-, su agrupación no dejó de manifestarse. Había muchos dentro del mismo régimen priista a los que les convenía que se mantuvieran activos.
Así que si dejaron de desnudarse en público durante poco más de dos años fue por una razón más simple: ya no había quien financiara su actividad, pues para entonces el PRI ya estaba en caída libre y, obviamente, el gobierno yunista no iba a darles un centavo.
Por eso es sumamente revelador que exactamente a un año de la derrota electoral de los Yunes y a unos meses de haber entrado en funciones un gobierno estatal encabezado por Morena, César del Ángel haya sacado a la calle a su pandilla nuevamente, a secuestrar el espacio público impunemente, tal como hacía en tiempos de Fidel Herrera y Javier Duarte.
Los 400 Pueblos también viven su cuarta transformación.
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