Apenas regresó hace unas semanas el canciller Marcelo Ebrard Casaubón de su “exitosa negociación” con el gobierno de los Estados Unidos para evitar la imposición de aranceles -a cambio de convertir a México en el verdadero muro de Donald Trump-, inició una verdadera cacería de indocumentados en todo el territorio nacional y en especial en la región sur-sureste.
De publicitarse inicialmente como un gobierno de puertas abiertas para los “hermanos” centroamericanos, el régimen lopezobradorista se volvió el más fiero cazador de indocumentados. Todo, cualquier ignominia han estado dispuestos a hacer, con tal de no incomodar al presidente estadounidense –que con esa bandera inició su campaña de reelección-, violentando derechos humanos y tratados internacionales sobre protección de personas migrantes.
El papel del gobierno mexicano ha llegado a extremos verdaderamente oprobiosos, como el de asignarle como primera misión a la recién creada Guardia Nacional la persecución de indocumentados, casi de manera tan feroz como lo haría la temida Border Patrol norteamericana o los “rangers” texanos. Ello, ante el silencio de supuestos defensores de migrantes, como el sacerdote católico y entusiasta aplaudidor de la llamada “cuarta transformación”, Alejandro Solalinde, muy lejano ahora de sus posiciones cuando gobernaban el país otros partidos.
Tan solo en el estado de Veracruz, en los últimos 12 días han sido detenidos 930 migrantes indocumentados: 101 apenas este martes pasado en carreteras de los municipios de Tierra Blanca y Tantoyuca; 791 en la autopista Acayucan-Isla la semana pasada, mientras viajaban ocultos en camiones. Entre adultos y menores de edad.
El tema tomó revuelo internacional luego que un migrante salvadoreño y su pequeña hija murieran ahogados al intentar cruzar el Río Bravo esta misma semana, mientras el gobierno mexicano se veía azorado, rebasado por la crisis humanitaria migratoria y sin una estrategia para enfrentarla que no sea la única que parece conocer el presidente Andrés Manuel López Obrador para “resolver” los problemas: la de regalar dinero sin control.
Pero ni con los cien millones de dólares que pretende entregar a los gobiernos de países centroamericanos podrá frenar la migración, porque no se trata solamente de dinero, o de meras oportunidades de trabajo: existe un problema estructural que implica, además de pobreza, fenómenos de violencia que también obligan a las personas a huir de sus lugares de origen. Algo que ni en México se ha podido ni se podrá resolver ya no digamos en el corto, sino en el mediano plazo. Por lo menos.
Pero como el presidente de México no quiere confrontarse en lo más mínimo con el mandatario “buleador” norteamericano –a pesar que en campaña, hace exactamente un año, prometía que “cada vez que lance un tuit (Donald Trump), va a haber otro de regreso. Nos va a tener que aprender a respetar”, escribió entonces en sus redes sociales López Obrador.
En los hechos, el gobierno de “izquierda” de la “4T”, convirtió a México en el verdadero y literal patio trasero de Estados Unidos, a quien le construye su muro con la sangre y el llanto de propios y extraños.
¿Pero qué tal el “bailongo” del próximo lunes?
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