−Qué pasó, cómo va el asunto de Winckler.
−Señor, para qué lo voy a engañar, todavía no lo hemos podido quitar.
−Pero tú te comprometiste que a más tardar en febrero me entregabas su cabeza y mira ya a cómo estamos.
−Sí señor, le ofrezco disculpas, pero, fíjese…
−Nada de disculpas ni de fíjese. Imagínate a Yunes que ha de estar botado de la risa. Estoy haciendo el ridículo porque confié en ti.
−Señor, es que… la verdad me confié en Cisneros y en Gómez Cazarín.
−¡Ni me los menciones! ¡Son unos inútiles! Como dice Paquita, buenos para nada.
−Acepto que me equivoqué con ellos…
−¡Córrelos! ¡Ya los hubieras corrido! ¡Son unos tinterillos de la política! ¡No te das cuenta de que te están dejando mal a ti y de paso a mí!
−Lo voy a hacer, señor, deme unos días.
−Para que los corras o para que saques a Winckler.
−Para las dos cosas. Es más, le comento que yo mismo voy a tomar en mis manos el asunto del fiscal.
−No quiero que te me desgastes más de lo que ya estás, pero allá tú. Rodéate de gente que sepa, para eso eres gobernador. Ejerce el poder.
−Sí señor, tiene razón, pero ya no le puedo fallar de nuevo.
−Bueno, pues haz lo que quieras pero te doy solo hasta mayo para que recuperemos la Fiscalía, o dime si de plano no puedes.
−No señor, no es eso. Por eso le comento que yo mismo me voy a hacer cargo del asunto. Es más, ya por ahí traemos entre manos un buen pretexto para correrlo, ya encontramos una rendija por dónde con motivo de la muerte de la alcaldesa de Zongolica.
−Confío en que ahora sí porque o se va él o te vas tú. Mira cuánto respaldo te he estado dando y ni así. Y ya dejemos por ahora esto porque nos está esperando la gente que, por cierto, mira cómo está encabronada por la masacre que pasó. Ahorita les voy a anunciar que ya les dejo la Guardia Nacional para calmarlos y ya mandé decir que cuiden que cuando salgamos o cuando te toque hablar no ve te vayan a abuchear. Más respaldo no te puedo dar.
−Señor, le agradezco mucho. Creáme que estoy apenado con usted. Lo que menos quiero es hacerlo enojar. Por cierto, cuídese, ya ve cómo lo están amenazando. Deje que lo critiquen pero rodéese de los mejores elementos que estaban en el Estado Mayor, ya ve cuánta experiencia tienen. No le haga caso a la que usted llama prensa fifí, yo aquí en Veracruz ni los leo ni los veo y ni los escucho, es cierto, son unos conservadores.
−¡Vaya! Al menos me entiendes en eso. Eres buen muchacho, yo te aprecio pero tu porcentaje de bateo está muy bajo. Tú sabes, me gusta mucho el beisbol y hablo con ese lenguaje. Tú debieras estar bateando arriba de .300. Tú ya estás en las grandes ligas. Busca buenos relevos capaces de ponchar a cualquiera, busca los mejores bateadores emergentes que sean capaces de botarla con casa llena. Y ya, vámonos al acto que se hace tarde.
★★★
Lector, el anterior es un diálogo imaginario que pudo haber ocurrido el viernes pasado cuando llegó el presidente Andrés Manuel López Obrador a Minatitlán y lo recibió el gobernador Cuitláhuac García Jiménez.
El ultimátum pudo haber ocurrido, alguna exigencia presidencial debió haber habido ya que no se explica de otra manera que se haya reiniciando la embestida desde el Palacio de Gobierno en contra del Fiscal General del Estado Jorge Winckler Ortiz.
Lo llamativo ahora es que es el propio gobernador quien se pone a la cabeza, lo que de paso demuestra la inutilidad de su equipo y confirma el total fracaso como operadores políticos del secretario de Gobierno, Eric Cisneros Burgos, y del presidente de la Junta de Coordinación Política, Juan Javier Gómez Cazarín, quienes tuvieron todo para destituir a Winckler y no supieron cómo hacerlo. No obstante, debo subrayarlo, anoche me confirmaron que Cisneros no solo está firme en el cargo sino que tiene el control total del área de Seguridad Pública.
Si Cuitláhuac se ha puesto los guantes y se ha subido al ring es que no tiene a quién considere capaz de enfrentar con éxito de nueva cuenta a Jorge Winckler.
Ayer, de nueva cuenta, habiendo tantos y tan graves problemas que atender y resolver, la batalla entre gobernador y secretario de gobierno contra el fiscal estaba a todo lo que daba. Prácticamente no ha habido un solo mes en que, sobre todo del Palacio, decreten una tregua.
Quién sabe si no hay quien asesore, aconseje u oriente al gobernador que no se enrede en un pleito prácticamente ya personal; quien le recuerde que él representa a la más poderosa institución del Estado y a más de 8 millones 100 veracruzanos que lo quieren ver como un hombre de Estado y no como un pendenciero; que rebaja su nivel político cuando se enfrenta a un enemigo que no tiene su importancia, que lo hace crecer y lo convierte en víctima.
Quién sabe dónde está su aparato jurídico que no lo prepara si va a hacer una declaración diciéndole que una acusación tiene que estar sustentada con pruebas, que tiene que formalizarla con una denuncia en la propia Fiscalía, que su solo dicho no basta, que quien acusa un encubrimiento tiene que probarlo, que un juez ampararía al acusado si la denuncia en su contra se sustenta solo en lo que dice la gente, que en un diferendo legal no tienen mayor peso las versiones que se publican en los medios, y que la parte acusada se va a defender con sus propios recursos y con los mejores abogados.
En el fondo, según lo que declaró ayer el gobernante, está la sustitución del fiscal. Habló de un “mecanismo de sustitución” y dijo que el Congreso local debe analizar la actuación de Winckler, algo impropio porque lo pueden acusar de invadir la esfera de otro poder.
La embestida oficial ya está y si tiene éxito habrán logrado, por fin, su objetivo, pero si no ya no le echarán la culpa a Cisneros ni a Gómez Cazarín. El saldo se lo pasará la opinión pública al propio gobernador. Qué necesidad.
Lamentable, tristemente, las notas dominantes seguirán siendo del pleito entre autoridades. Y pensar que hasta el propio presidente López Obrador le entró. Winckler debe estar feliz. Seguramente no pensó que llegara a tener tanta cobertura mediática, incluso en la prensa extranjera. Lo han hecho famoso ya.
Y mientras, en el municipio de Las Choapas los habitantes de un poblado haciéndose justicia por propia mano, linchando a tres presuntos delincuentes. Pueblos sin ley, pues, y sin autoridad.