“Hay que respetar el dolor que no tiene palabras, el derecho que no tiene defensa.” – Virgilio.
Tras los hechos ocurridos en Minatitlán que han enlutado a toda la población veracruzana, las autoridades estatales preparan con bombo y platillo el Festival de la Salsa en Boca del Río.
Mire usted que yo no tengo nada en contra de este extraordinario género musical, pero lo cierto es que la crisis de inseguridad en la entidad no está como para poder olvidarnos de las penas, mientras masacran a la población.
Y por supuesto a sus autoridades les da por culpar a terceros, y proferir loas a quien hoy dice gobernar.
Con el alma desearía que le vaya bien a nuestro gobierno, pero toda la sociedad sabe que no será así, su presencia en las altas esferas del poder es resultado de la mera causalidad que produjo el voto irracional por Andrés Manuel López Obrador.
Hoy en las redes podemos contemplar la verdadera revolución en la abyección de la palabra entre tirios y troyanos, entre los chairos y los fifís, entre los liberales –que nada tienen de ello- y los supuestos conservadores –dígase de todos aquellos que se oponen al régimen- en peleas a muerte, en donde las injurias, amenazas, mentadas de madre y demás, resultarán ser las armas de dos ejércitos enfrentados en pleno campo de batalla.
Pensar que por el simple placer de un mandatario amante de ese ritmo musical se realice un festival en medio de una carnicería de sangre, simplemente es vomitivo, nauseabundo.
Claro está que habrá los que están más que puestos para embolsarse una millonada de pesos en la contratación de los artistas y en la colocación de patrocinadores con la que pretenden salir de su jodida y miserable situación económica exhibiendo de paso su ínfima moral, en aras de vanagloriarse de su cercanía al círculo del poder.
Así pues, los de ese pequeño grupo, los pertenecientes a esa cofradía que tripulan al actual mandatario estatal –al que dudamos le estén diciendo plenamente la verdad- tallan sus manos a la espera de que el negocio salga redondo.
La única cuestión en este absurdo festejo en medio de una crisis brutal de seguridad es que la sociedad veracruzana estaría exigiendo la cancelación de dicha festividad basado en dos principios fundamentales.
Uno la congruencia social emanada del luto y, la segunda la falta de garantías de seguridad para desarrollar dicho evento masivo.
Esperemos ahora que, por respeto a las familias de las víctimas, dicha pachanguita, para darle al sábadaba se suspenda, no sin antes ofrecer a nombre del Gobierno de Veracruz las condolencias y el reconocimiento a la incapacidad de brindarle a la población seguridad plena, como lo mandata la Constitución.
Al tiempo.
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