Dos años, solo dos años le duró la tranquilidad a Xalapa en sus calles.
Cuatro meses después de iniciada la nueva administración estatal, estoy seguro que si no todos, sí la mayoría de los habitantes de la capital del Estado empiezan a extrañar al gobernador Miguel Ángel Yunes Linares.
Como todos los gobernantes, tuvo sus pros y sus contras. Una de las cosas positivas de su gobierno –al menos eso creo– es que impuso orden y acabó con la toma y cierre de calles y carreteras, bloqueos que alteraban la vida diaria social del Estado y que causaban daño lo mismo a la salud que al tiempo y a la economía de miles de afectados.
Porque se había padecido tanto el problema, porque todos estaban (estábamos) hasta el copete –Andrés Manuel López Obrador dixit– de quedarse atrapados de pronto en un embotellamiento, de alterarse de los nervios por tanto pitido de vehículos, de llegar tarde a su trabajo o a la escuela, o de retrasarse en sus actividades, nadie protestó cuando con el uso de la fuerza se despejaron las vías de comunicación.
Miguel Ángel había advertido desde su campaña que no permitiría más bloqueos o cierres que estuvieran fuera de la ley y que afectaran a terceros, y cuando una lideresa y varios achichincles lo quisieron calar y cerraron el paso de vehículos frente a la SEV, no solo abrió la circulación sino que ordenó detener a la mujer y a sus adeptos quienes fueron puestos a disposición de la autoridad ministerial. Y el problema se acabó.
La práctica de los bloqueos de calles, avenidas, caminos y carreteras se la heredó el gobierno de Javier Duarte quien toleraba todo, e incluso al final de su administración el problema se recrudeció porque todos le reclamaban algo al gordo y pretendían algún beneficio. En Xalapa hubo días en que no había algún punto por donde pasar.
Desde enero de este año el problema empezó a reaparecer, aunque solo esporádicamente y eso para protestar contra el gobierno municipal de Hipólito Rodríguez Herrero. En marzo ya casi se normalizó como en los tiempos de Duarte, y en abril los bloqueos se dan prácticamente un día sí y otro también. La capital es un caos sobre todo en el centro histórico. Ahora ya no se protesta solo contra el alcalde sino contra el propio gobierno del Estado.
Ayer el pretexto fue la conmemoración de los cien años de la muerte de Emiliano Zapata, hoy y mañana quién sabe cuál será el motivo.
Y no hay nadie que imponga orden. La mayoría de la población está a merced de siglas y de vividores de la protesta, aunque solo en algunos casos hay reclamos justos. Pero tal parece que no hay quien salga a negociar con los protestantes, a cumplirles sus demandas si están dentro de lo razonable, a convencerlos por las buenas o por las “buenas” que no afecten la circulación.
Una cosa es que ejerzan su derecho a manifestarse, a protestar, y otra que vuelvan a fastidiarle la vida a la población sin que ni el ayuntamiento ni el gobierno estatal hagan algo por garantizar la libre circulación a la que todos tenemos derecho. Tal parece, pues, que no hay autoridad.
Quién lo diría. De continuar las cosas así, al menos por cuanto al orden en la circulación en Xalapa hace, la figura de Yunes se va a agigantar
¿Surgen los nuevos “400 Pueblos”?
Más que atinado me pareció el encabezado en el que el portal alcalorpolitico.com informó de una gigantesca marcha que tuvo lugar ayer en Xalapa: “Campesinos colapsaron (el) Centro de Xalapa por conmemorar a Emiliano Zapata”.
Colapsar es el verbo preciso. Desde las once de la mañana hasta las dos de la tarde el centro histórico estuvo hecho un verdadero desmadre (perdón, colapsado), con caos vehicular de los mil demonios (o de más de mil) por la reaparición de la Central Campesina Cardenista que concentró en Xalapa al menos 20 mil hombres del campo, según estimó el medio informativo.
¿Veinte mil? ¡Ups! Po’s quién pompó. Mover a tal número de personas no cuesta cualquier cosa. Hay que pagar transportes, por lo menos darles su lonche y muchas veces se les paga. ¿Quién tiene tanto dinero para eso? ¿Acaso estamos ante la nueva versión de los “400 Pueblos”?
El acarreo (perdón otra vez, “la movilización”) de tantas gentes que hubo ayer tiene todo el estilo de los que hacía el PRI en sus mejores tiempos, cuando era el amo y señor del escenario político nacional y estatal. Ayer vimos, pues, la vuelta al corporativismo tipo priista, pero, lógicamente esta vez sin el sello tricolor. ¿Quién estuvo y está atrás? ¿Quién reclutó ya a estos vividores del acarreo? ¿Quién financió la concentración de al menos 20 mil campesinos?
¿Limpian a diputados?
¡Vaya! Ayer también el diputado local panista Juan Manuel de Unanue Abascal declaró que la Contraloría del Congreso local determinó que no existe responsabilidad legal de diputados de la pasada Legislatura a quienes se acusó de haber limpiado la Cuenta Pública 2017.
Dijo que René Buenrostro Hernández, titular de la Contraloría Interna del Poder Legislativo, les notificó que no encontró elementos de una supuesta irregularidad.
En el asunto están bailando más de 325 millones de pesos que habrían desviado al menos 43 exalcaldes pero que podrían ser hasta 64, a quienes los miembros de la Comisión Permanente de Vigilancia de la LXIV Legislatura los absolvieron de irregularidades sin que presuntamente tuvieran facultad para ello, ya que era tarea de la Contraloría, la que a tiempo salió a deslindarse del caso.
Ya se esperaba esa decisión de Buenrostro, si es que se confirma la información, pues fue impuesto en el cargo por uno de los presuntos solapadores de los presuntos implicados, el diputado local panista Sergio Hernández, de quien era empleado cuando este presidía la Junta de Coordinación Política en la anterior Legislatura.
Según diputados de Morena la investigación estaba abierta, pero habrá que esperar a que se confirme si es que la lavadora del PAN resultó efectiva. Si así sucede, será otro duro revés para el actual presidente de la Junta de Coordinación Política, Juan Javier Gómez Cazarín.