Alejandro Saldaña Rosas
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Noticias falsas y realidad política
Las noticias falsas, o fake news en inglés, son parte de la realidad política contemporánea en México y en cualquier otro país. Indeseables, sin duda, perniciosas, desde luego, pero quejarse amargamente de las falsas noticias es evidencia de ingenuidad política y carencia de perspectiva estratégica, si no es que pretexto para intentar justificar la soberbia y la incapacidad en la contienda electoral, o en la conducción de los asuntos públicos. Cerrar los ojos ante las noticias falsas no las desaparece y sí, en cambio, coloca en una posición de enorme vulnerabilidad a la “víctima” de las mismas.
Las llamadas fake news generan efectos que socavan las bases y los postulados de las reglas democráticas en la medida en que distorsionan la percepción de la ciudadanía sobre determinados temas de la agenda pública, sobre los “defectos” (y virtudes) de candidatos o servidores públicos o sobre la injerencia de fuerzas con intereses ajenos a los ámbitos en disputa (una elección presidencial, la gestión de un diputado, las iniciativas de un gobernante, por ejemplo). Pero precisamente para eso se generan las falsas noticias: para perturbar los escenarios políticos con vistas a demeritar a ciertos actores y, por consiguiente, para exaltar las virtudes de sus adversarios. Podemos estar de acuerdo en que las falsas noticias son nefastas, pues sí, pero no por eso van a dejar de producirse, por lo que cualquier actor que se suba a la arena política está obligado a generar estrategias que neutralicen e inclusive provoquen un efecto búmeran de las fake news.
Precisamente eso es lo que sucedió con la llamada Operación Berlín: por más dinero que pusieron en juego (y hablamos de grandes cifras provistas por acaudalados empresarios), por más brillantes intelectuales “de alto rendimiento”, encabezados por el gurú de la derecha Enrique Krauze y su falderillo Fernando García Ramírez, por más expertos en redes, experimentados programadores, geniecillos de la publicidad, piratas cibernéticos y granjas de bots, la ofensiva en contra de la campaña de AMLO fue absolutamente ineficaz. Incluso, contraproducente para su causa, toda vez que el efecto búmeran redituó mayores simpatías hacia el hoy presidente de México. Si la Operación Berlín fracasó fue, en gran medida, por el trabajo de la estructura de Morena en calles, vecindades, centros de trabajo, escuelas, etc., y por las redes sociales, las “benditas redes sociales”, a las que aludió en su momento el presidente Andrés Manuel López Obrador.
En otro escenario, en el plano municipal, hace unos días el alcalde de Xalapa, Hipólito Rodríguez Herrero, culpabilizó a las fake news de la mala imagen que la ciudadanía tiene de su gobierno a un año y tres meses de iniciado. Sin tener a la mano los datos suficientes para hacer un balance justo y equilibrado de la gestión de Hipólito, no obstante, es pertinente hacer algunos comentarios sobre las noticias falsas y la percepción que la ciudadanía tiene de su gobierno.
No voy a indagar sobre la falsedad de una u otra nota emitida sobre el trabajo del alcalde de la capital veracruzana, simplemente anoto algunas reflexiones surgidas desde que colaboré en la administración municipal (un año). ¿Hay una campaña en contra del presidente municipal de Xalapa? Por supuesto que la hay, desde luego que hay periodistas añorantes del chayote que han enfilado sus plumas y micrófonos en contra de la administración municipal, sin duda alguna que se han afectado los intereses de muchos grupos de poder y, por ello, estos grupos se han ocupado de maximizar errores e incluso de torcer la verdad. Además, las redes sociales se encargan de amplificar las falsas noticias o de ignorar la información verdadera. Sí, por supuesto que esto ocurre: así es la realidad política en tiempo de las redes sociales.
El problema no son las falsas noticias, sino la estrategia para hacerles frente. A todas luces, la administración de Hipólito Rodríguez carece de estrategia para contrarrestar los efectos de las fake news; e incluso peor, hay un desdén hacia las redes sociales. Lo digo con conocimiento de causa e invito a usted, amable lector, amable lectora, a corroborar lo dicho revisando las cuentas institucionales del ayuntamiento en Twitter y Facebook.
En Twitter, por ejemplo, la cuenta oficial del ayuntamiento tiene apenas 5,019 seguidores y sigue solamente ¡a 25, y todas cuentas del ayuntamiento! (del DIF, de las direcciones, de subdirecciones, etc.). En Facebook, la página oficial del ayuntamiento tiene solamente 23,489 seguidores. Ahora bien, observe usted las interacciones de ambas cuentas del ayuntamiento, tanto en Twitter como en Facebook: a reserva de su mejor opinión, me parecen francamente pobres, muy pobres. Tuits que 6 o 7 horas después de haberse publicado tienen 4, 5, 7 retuits… la mayoría de empleados del ayuntamiento. Durante el tiempo que trabajé en la administración de Hipólito en varias ocasiones le hice ver el pésimo manejo en redes, inclusive le llegué a enviar las capturas de pantalla de las poquísimas interacciones de las cuentas en Twitter. Como en muchos otros temas, mis observaciones y sugerencias fueron desoídas.
La realidad política ha alcanzado con toda su crudeza al alcalde de Xalapa: amplios segmentos de la ciudadanía están profundamente insatisfechos de su gestión. No se trata solamente de grupos que han visto afectados sus intereses (por supuesto que los hay), también hay militantes de Morena, académicos y estudiantes de la UV, del Tec de Xalapa, del INECOL; profesionistas independientes que depositaron en el investigador universitario su confianza y a un año y tres meses se sienten decepcionados; comerciantes y pequeños empresarios que votaron por Morena no sin cierto recelo pero con la esperanza de que ocurra un cambio y este no llega; ambientalistas que creyeron (muchos confían todavía) en que habría un proceso de recuperación de los ríos, los bosques, los manantiales, los parques, etc. de la ciudad y aún no ven resultados claros; sindicalistas y militantes de izquierda no afiliados a Morena que apostaron por la mejor opción para avanzar en la lucha contra la desigualdad económica y las injusticias sociales; habitantes de colonias pobres que vieron en el académico la posibilidad de acceder a los servicios urbanos básicos. En fin, mucha gente en el municipio se siente decepcionada por el desempeño de la administración municipal y particularmente con el presidente municipal.
Si las apreciaciones de las y los xalapeños son justas y fundamentadas es quizás lo de menos: lo cierto es que la percepción hacia el alcalde en amplios, muy amplios sectores de la población, es negativa. Ni modo, así es la realidad política. Y buena parte de la realidad política es percepción, es subjetiva, está llena de verdades a medias y de mentiras a tope, también de chismes y de proyectos. En estas circunstancias, hablar de que las noticias falsas son las responsables de la mala imagen de la administración municipal, sobre todo cuando no se ha hecho prácticamente nada para contrarrestar la desinformación, es eludir la responsabilidad en la conducción del gobierno.
Lo peor del caso es que, en mi opinión, la percepción negativa de Hipólito Rodríguez Herrero difícilmente podrá revertirse ya. Su honestidad, su austeridad, su convicción democrática, no son suficientes para derrotar a la narrativa que corre en boca de mucha gente: Hipólito no puede. Una vez que se instala en la narrativa cotidiana una idea ancla, una idea fuerte, una idea que es reforzada constantemente con noticias falsas, con la exageración de los yerros, con la especulación informativa, y también con errores inocultables, difícilmente se puede construir una narrativa diferente.
Casi desde el inicio de la administración insistí mucho con Hipólito en la necesidad de trabajar de mejor forma en las redes sociales. No fui escuchado. Durante todo el año pasado (2018) no cejé en mis críticas a la conducción de su administración, particularmente en tres aspectos que a mi juicio se estaban descuidando: i) la necesidad de contar con un cuarto de guerra para definir estrategias y mapas de actores y los responsables de implementarlas; ii) a partir de esas estrategias hacer política (cabildeo) con los actores clave: aliados, simpatizantes, adversarios, etc.); iii) emprender una amplia movilización ciudadana en colonias y a través de redes sociales para contar con el respaldo ciudadano para impulsar los procesos de cambio en el municipio. Inclusive convoqué a varios colegas directores a discutir la problemática del ayuntamiento y todos, con matices quizás, estaban de acuerdo en la necesidad de dar un giro al gobierno de la ciudad. En muchas ocasiones presentamos al alcalde nuestras inquietudes, sin que el alcalde tomara cartas en el asunto.
A principios de diciembre de 2018 escribí un correo a Hipólito en el que le decía que en mi opinión su última oportunidad para dar un golpe de timón era en su primer informe de gobierno. Mi sugerencia fue: haz un balance justo de lo que se ha hecho bien, y sobre todo de lo que se ha hecho mal. Y allí, en ese momento anuncia los cambios para corregir el rumbo. Como en otras ocasiones, mi sugerencia no fue escuchada. Hoy, la realidad política es contundente. Y no es una falsa noticia.