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Y Cuitláhuac resulta entrón

by Arturo Reyes Isidoro

¡Vaya! Ahora sí me sorprendió positivamente el gobernador Cuitláhuac García Jiménez.

Cuando más se necesitaba que demostrara valor ante propios y extraños, lo hizo.

Entre la media noche del viernes y la madrugada del sábado estuvo en Tierra Blanca para supervisar las acciones en contra de la delincuencia organizada.

Esa ciudad fue el centro de la región donde desde la noche del jueves se inició una serie de enfrentamientos entre efectivos policíacos y miembros de un cartel delictivo, que se prolongaron el fin de semana.

Me sorprendió que haya ido al mismo campo de batalla, todavía muy caliente, como un general va a levantar o a fortalecer la moral de sus tropas.

Dejó Xalapa, el Palacio de Gobierno, la comodidad, el descanso en casa, el sabadaba, y estuvo y recorrió algunos puntos de la llamada Novia del Sol, algo que no había hecho nunca antes ningún gobernador ante una circunstancia parecida.

Sencillo, con un traje azul marino oscuro, camisa color guinda (tirándole al rojo marrón, el color de Morena), sin corbata, caminó por la avenida Serdán, se detuvo en algunos puntos donde había gente, entre ellos un puesto de hot dogs, una farmacia y la terminal del ADO, ocasión que aprovecharon varios terrablanquenses para tomarse la foto con él.

En su trayecto hacia el destacamento de la base de la Octava Región de Seguridad Pública platicó con algunos reporteros a quienes dijo que había ido a supervisar acciones y estrategias de seguridad.

Posteriormente se reunió con mandos de las fuerzas del orden federal y estatal.

Ya el sábado por la mañana estuvo en el retén de Tamarindo donde escuchó a elementos de seguridad sobre el trabajo que estaban haciendo. Más tarde se reunió con el mando operativo de la Coordinación para la Construcción de la Paz en el Estado.

En su visita lo acompañaron el secretario de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez Maldonado, así como el secretario de Gobierno, Eric Cisneros Burgos.

Estuvo físicamente y también fue dejando mensajes, para tranquilizar a la población y para arrimar el caballo a administraciones pasadas, a las que acusó de haber dejado crecer el problema y haberlo solapado “bajo el manto de la corrupción y de la  impunidad”.

García Jiménez reiteró que su Gobierno no será cómplice de nadie, ya que tiene una responsabilidad histórica que le ha encomendado el pueblo de Veracruz, y que no se escatimarán esfuerzos en la lucha en contra de todos aquellos que lastiman a la sociedad.

Fue y se paseó sin alardes mediáticos pues no se hizo acompañar por grupos de reporteros, ni camarógrafos ni fotógrafos, ni de Xalapa, ni del puerto de Veracruz, ni de Córdoba, estas últimas dos  ciudades más cercanas a Tierra Blanca. Tampoco de ostentosos aparatos de seguridad.

Entre sus mensajes, uno fue que no pactará con ningún grupo delincuencial y otro que no permitirá que se viole la tranquilidad de los veracruzanos.

Para él, los hechos violentos fueron “reacciones desesperadas” de grupos delictivos ante las acciones oficiales de seguridad.

Y lamentó “profundamente” la baja de un elemento policiaco, ante lo que reconoció y agradeció “la entrega y el valor de todas las corporaciones de seguridad”.

Atrás de él, el titular de Seguridad Pública, Gutiérrez Maldonado, ofreció no ceder en la batalla y dijo que “no se taparán los ojos” ante los delincuentes.

Echado hacia delante, expresó: “La instrucción es que no se tapen los ojos como se taparon muchas cosas en la administración pasada. Nosotros no nos vamos a tapar los ojos y le vamos a dar frente”. Aseguró que no les teme a los delincuentes y pidió a los ciudadanos mantener la calma.

Cuitláhuac, pues, sabiendo el riesgo que corría (y que corre a partir de que se involucró directamente en el problema) asumió plenamente su responsabilidad y al menos en mi caso me acaba de dejar sorprendido.

Otro gobernador que los tenía bien puestos fue don Fernando Gutiérrez Barrios, quien no solo ordenó la detención de Cirilo Vázquez Lagunes el 22 de febrero de 1987 sino que solo lo visitó en su celda del entonces penal de Allende del puerto de Veracruz el 17 de julio de ese mismo año y como consecuencia al día siguiente lo dejó libre pero lo exilió del Estado: se fue a vivir a Puebla y con la condición de que mientras gobernara don Fernando no regresaría a la entidad.

En Acayucan, el 5 de agosto de 1986, como candidato, Gutiérrez Barrios había lanzado su primera advertencia. Afirmó entonces que Veracruz habría de rebasar “los anticuados sistemas de control político o el equivocado ejercicio de un poder… Fruto de la simulación y la violencia; de un poder que se ejerce impunemente. Veracruz, escúchese bien, va a vivir bajo el amparo luminoso de la justicia y a la sombra bienhechora de la ley”.

De quien se pudo haber esperado un hecho como el que acaba de protagonizar Cuitláhuac fue de Miguel Ángel Yunes Linares, con fama de bragado (o esa percepción tenía la gente de él, por su pasado como Secretario General de Gobierno), pero en un escenario como el que se vive ahora nunca se supo que hubiera ido al campo de batalla, y solo aparecía los domingos –o algunas veces entre semana– en las sedes de comandancias militares y excepcionalmente en alguna región donde hubiera habido un hecho de violencia relevante, pero siempre entre muros, adentro de los cuarteles.

Para mí irse a meter al centro mismo del infierno y a media noche es lo relevante de Cuitláhuac García Jiménez. Ahora sí, acaba de demostrar que en materia de seguridad Veracruz tiene gobernador, a quien no le tiemblan las corvas ni se le caen los pantalones de miedo, que va a demostrar su valor ante mandos militares y policíacos, va a estimular a la tropa y a tratar de tranquilizar a la aterrorizada población.

También vi fotografías del secretario de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez Maldonado, con uniforme, chaleco antibalas, fuertemente armado, en las acciones de la zona de los hechos, y me fue imposible no hacer una comparación con su antecesor Jaime Téllez Marié, a quien nunca vimos armado, solo alguna vez se puso un uniforme, nunca supimos que tomara parte de una acción y la tropa nunca lo reconoció como uno de los suyos.

Yo no coincido con las opiniones de que al gobernador García Jiménez y al secretario de Seguridad se les salió la situación de control; yo creo que la reacción de la delincuencia en buena parte del Estado fue porque ahora sí hubo tiros de precisión con resultados palpables (y además los hizo asomar la cabeza, con lo que se delataron dónde están), aunque ahora estaría preparado el terreno para hechos muy violentos y por los que todos debemos tomar previsiones.

Parte de la batalla, no podía ser de otro modo, se está dando en las redes sociales. Me llama la atención que mensajes anónimos tratan de dar la impresión de que precisamente en este momento hay inconformidad de los policías contra el gobierno de Morena. Creo que el gobierno de Cuitláhuac sí causó daño y también lo van a combatir a través de medios virtuales.

Si ante un grave problema el gobernador ha resultado entrón, si bien no ofreció que acabaría con él en seis meses pero en apenas tres y días ha dado resultados concretos, entonces se esperaría que la sociedad civil y sus organismos salieran a expresarle su apoyo y se lo dieran.

Ahora sí Cuitáhuac, ahora sí Hugo, mis respetos.

 

 

 

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