A pesar de una guerra sucia que no ha reducido su intensidad, la figura del presidente de la República sigue como punta de la ola donde Morena arrasa en las elecciones como un verdadero tsunami.
Hay quienes aseguran que, si las votaciones que se realizaron el 1 de julio se repitieran, el candidato de Morena obtendría más de los votos que los logrados ese día. Ese día, como hoy sucedería, saldrían a votar los mismos mexicanos, la diferencia son las simpatías que si bien han crecido no mueven a sufragar tan rápidamente. El ritual del voto es propio de quienes así lo hacen consuetudinariamente, es temerario calcular que los votos crezcan o disminuyan luego de ocho meses de un ejercicio básico de democracia.
Las acciones de gobierno crean simpatías, pero no votos. Sin embargo, tienen la posibilidad de extrapolar hacia nuevas hazañas electorales triunfos que antes parecían difíciles o imposibles. Puebla y Baja California son ejemplos.
El PAN desde que ganó Baja California, en 1989, no ha perdido ese bastión. Ahora, ante un PAN que quedó en la lona, y un liderazgo partidista extraviado, el estado cambiará de manos. Lo mismo sucede con Puebla, donde en febrero de 2011, el PAN ganó la gubernatura con un ex priista.
La ola del gobierno federal cubre buena parte de la política electoral del país, la otra parte dejará a la oposición en la derrota, según encuestadoras serias. Para algunos partidos, como el PAN, se suma un desmembramiento interno sin precedente. Un liderazgo inexistente y una política anacrónica que nadie comparte ahora.
El PRI recibe un golpe noqueador cada vez que el gobierno federal encuentra una cloaca de los anteriores gobernantes. El huachicol, las estancias, la contrarreforma educativa, los abusos en el sector Salud, los sobresueldos de los funcionarios públicos que nunca hacían nada, el nepotismo, los sobreprecios, las licitaciones omitidas, las acusaciones falseadas, etc. Sólo son algunos de los puntos que al salir a la luz pública hunden más el prestigio de un partido que a los 90 años pareciera no regresar de ultratumba.
El PRD es el más dañado de todos los partidos, donde también se muestra no sólo una división cotidiana, sino la evidencia de una quiebra económica y con una exhibición pública de los excesos que en el poder cometieron sus hombres y mujeres. Basta recordar las artimañas de Alejandra Barrales en sus cargos, en los debates, en la campaña.
Es decir, a la oposición se le ha deteriorado por varios frentes, el primero es el quehacer cotidiano del gobierno federal que empieza casi de madrugada y termina a la medianoche. En esa larga jornada se exhibe, como nunca, la serie de delitos cometidos en el ejercicio de poder de los miembros de la oposición. Por otra parte, la desesperación de los partidos diferentes a Morena que realizan declaraciones aventuradas, audaces, que rayan en la fantasía como única herramienta para hacer contrapeso.
Es decir, el cambio de gobernador de Puebla y Baja California tiene sus motivos, sea cual fuere el candidato de Morena en esos estados, seguramente triunfará.
El presidente de la República ha luchado contra viento y marea de una minoría instalada en los medios, desde donde la soledad se combina con el resentimiento y disparan misiles informativos que se convierten en balas de salva al estallar en el aire.
Los medios han dedicado buena parte de sus espacios a la crítica desmesurada, irracional. Como si en los primeros cien días se acabara el sexenio y cuestionan que lo que prometió en campaña no lo cumplió, es como si quisieran que el embarazo del ser humano durara una semana y le están reclamando a la madre las razones por las cuales no da a luz.
Los grandes medios, luego de su derrota el 1 de julio donde mostraron que carecían de credibilidad porque le apostaron -sin excepción- a Meade, ahora están en la trinchera de las causas perdidas, incluyendo la suya, al darle espacio a una oposición que quiere asomar la cabeza como si en realidad lo fuera.
Reclaman más espacios, quieren que los mexicanos y el gobierno volteen a verla, pero son muy pocos como para llamar la atención.
Muestra de ello es la organización de las marchas en 24 ciudades del país, que finalmente sólo se realizó en tres ciudades Monterrey, Guadalajara y México. Si se suman los manifestantes, no llegaron a 200. Esa es la fuerza que puede mostrar un grupo de personas que no está de acuerdo con la política de López Obrador, situación que debe hacer sentir cada vez más solos a los medios convencionales de información.
Sin embargo, la guerra sucia sigue y los 100 primeros días de gobierno sirvieron para sacar todo lo que se les atoraba en el pecho. Fue un deshago que les servirá de respiro para poder darse cuenta de la realidad, o bien para crear un verdadero contrapeso social o para convencerse de que en la protesta que les da vida hay mucho de nostalgia por los privilegios perdidos.
Con esa base social la oposición no podrá lograr que nadie pueda tomarla en serio, desde luego nadie la niega y se le respeta, pero carece de presión para un gobierno con simpatías que elevan a la hegemonía a un presidente de la República que de 100 días en el cargo ha trabajado 100 días. PEGA Y CORRE. – Es una lástima que el silencio institucional y disciplinado, tradicional en los ex presidentes, lo hayan roto los únicos dos presidentes que tuvo el PAN en su corta vida. Porque el PAN también agoniza. En gran medida debido a la pésima administración de Fox y de Calderón y a su intensa actividad en los medios, después de que dejaron de ser presidentes… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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