Contrapesos o consensos

El tejido fino del cabildeo de los líderes parlamentarios de Morena no tiene precedente en la historia del Congreso mexicano. La Guardia Nacional fue aprobada en la Cámara de diputados prácticamente por unanimidad.

A pesar de los intentos de contrapeso y las sistemáticas críticas a todo lo que surge de las nuevas autoridades federales, pareciera que la pugna es ficticia, a juzgar por los resultados de la aprobación de la Guardia Nacional.

Por un lado los panistas expresan su deseo de un equilibrio de fuerzas a través de un intento de contrapeso político con personajes como Ricardo Anaya, Gustavo Madero, Santiago Creel, o el líder de Movimiento Ciudadano, o catedráticos disfrazados de analistas políticos como Denisse Dresser, entre otros oscuros personajes como Jorge Castañeda, que dicen preocuparse por crear un contrapeso, mientras el verdadero contrapeso en el Congreso es inexistente.

Los representantes populares aprobaron la más controvertida propuesta de Andrés Manuel López Obrador, a menos de 100 días de su mandato, dejando huérfanos a los que intentan hacer un contrapeso sin apoyo social. Porque el contrapeso se mide y tiene valor sólo cuando lo fortalece un grupo numeroso de personas, pero en este caso no hay más que intereses personales y mucho resentimiento.

Entre el conservadurismo y el contrapeso requieren de puentes sólidos para sostenerse como poder diferenciar el origen y el destino de declaraciones, acciones, consignas, propuestas, etc.

En México, un grupo que se ve cada día más reducido y acorralado por la carencia de ideas y argumentos para chocar de frente con el gobierno federal, se ampara en el contrapeso, como fórmula ideal para crear un supuesto equilibrio ante la incapacidad de la oposición partidista para conformarlo.

No sólo los partidos políticos se han visto en la incapacidad de crear un contrapeso, porque en el legislativo, muchos de los militantes del PAN, PRI y PRD prefieren renunciar a su partido antes de dejar de vivir del presupuesto y, en algunos casos, refugiarse en Morena, o de plano intentar la modalidad de partido político familiar.

El contrapeso político exige de la participación de la sociedad, y el conservadurismo es, por lo regular, una postura individualista, que no sabe trabajar en grupo y cuyas consignas defienden los privilegios de unos contra otros. Cuestionan un autoritarismo del que ellos fueron sacerdotes cotidianamente en la liturgia de la tiranía que también intentaron disfrazar de democracia.

Desde luego que los equilibrios son sanos para la democracia, son lo ideal, pero cuando la gente vota mayoritariamente por un partido y prácticamente aniquila la participación de otros, no puede ser una acción antidemocrática o que no quepa dentro de ella. Tampoco exige urgentemente de un contrapeso como quieren verlo quienes ya no tienen el subsidio del gobierno para seguir tergiversando una realidad que sólo se aloja en sus mentes.

El contrapeso con el que quieren disfrazarse los conservadores mexicanos, muestra una desesperación por figurar como líderes de la oposición, no como defensores de causa alguna. Le apuestan a la derrota electoral del futuro sin tener a los ciudadanos de su parte. Sólo los medios los acompañan en esa triste y solitaria idea de querer ser alguien dentro del esquema político y social del país.

Los medios todavía no han tomado conciencia de su derrota ocurrida el 1 de julio, cuando la población, en mayoría, votó por el que los medios atacaban, y hasta inventaban delitos y aventuras ilícitas nunca vividas con el objetivo de la desinformación. Los medios convencionales han dejado de ser trinchera para convertirse en una oficialía de partes de los conservadores, donde sus autodenominados analistas políticos repiten lo que los afectados por el reciente triunfo electoral les dictan.

El contrapeso se logra con tonalidades sociales, no con plastas burdas que hacen aparecer consignas en bruto sin explicar de dónde ni por qué surgieron. “La opinión bruta no existe, al menos, no es objeto de conocimiento”, asegura Maurice Duverger.

La sociedad no es manipulable en los términos que ellos inventaron hace decenios y que hasta todavía hace pocos años les sirvieron.

Los conservadores se distinguen por tomar cualquier bandera que pudiera mermar el capital político del actual presidente, sin importar que en el pasado haya sido los principales detractores de esas personas, proyectos, planes, etc.

Disfrazar la disidencia anacrónica, grupuscular, decadente, con la idea de un contrapeso tiene la esencia del engaño con el que siempre trabajaron esos grupos, la mentira como mercancía que sustituye la información.

Ahora, aunque sea tiempo de carnaval, el rostro desfigurado de la frustración por los privilegios perdidos se vuelve mueca que no logra esconder ninguna mascara.

La decisión de quienes consideran que la Guardia Nacional es un proceso de regulación en la seguridad del país, debe colocarse ahora como un punto de observación de los mexicanos, quienes saben apoyar las acciones de un gobierno, pero también saben crear contrapesos en caso de así considerarlo necesario. La población cobró conciencia de su mayoría de edad.

La inseguridad ha alcanzado niveles insospechados y esa será la primera tarea de una Guardia Nacional que deberá tener la vista fija en el enemigo a vencer y la obsesión puesta en la integridad de los mexicanos.

La estrategia de la Guardia Nacional está diseñada para disminuir la violencia desde el momento mismo en que se pongan a trabajar. De ahí que desde la víspera algunos grupos se negaban rotundamente a su existencia, saben que desde el inicio no habrá canonjías para los delincuentes.

No hay contrapesos políticos mientras la urgente necesidad de seguridad ponga en juego la vida de los mexicanos. PEGA Y CORRE.- Una de las armas que había adoptado el PAN, o lo que queda de ese partido, desde su cúpula, era la exigencia de resultados de la investigación donde murieron la gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso y su esposo. Ahora que se dieron a conocer algunos de los detalles del accidente aéreo, el PAN parece haberse quedado sin argumentos y sin lengua…Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.

 

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