In memorian a Alejandro Vicente Luzanía
Desde que tracé mi viaje al sureste, tuve como meta llegar a Paraíso Tabasco, cuna de mi padre y de regreso, a Lerdo de Tejada, Veracruz, a visitar a la familia de mi querido amigo Alejandro Vicente Luzanía, gran promotor de la lectura, que gestionó libros para innumerables bibliotecas y escuelas, por más de veinte años.
En el recorrido por “Tierra húmeda” (lo que significa Tabasco en náhuatl), Mariana, Pili y yo, degustamos en El Bellote, exquisitos platillos a base de mariscos. Visité a tíos y descendencia en Comalcalco, Paraíso y Villahermosa; quedándome pendientes Ciudad Pemex y La Venta. Continué mi ruta ya trazada hacia municipios veracruzanos: Las Choapas, Nanchital, Minatitlán, Acayucan y Lerdo. Reencontré algunas líderes, visité bibliotecas y escuelas, lo que reavivó en mí el deseo de retomar antiguos compromisos, como es la promoción de la lectura y coadyuvar con la creación y enriquecimiento de bibliotecas a través de la donación de libros.
Después visité la biblioteca municipal de Las Choapas y busqué hasta encontrar a María de Jesús, petrolera jubilada, lideresa femenil y diputada local de hace varias legislaturas. Reflexionamos sobre los grandes cambios que se operan en nuestras vidas y en nuestro país y continué con mi periplo hacia Nanchital donde pude ver a dos primos hermanos de mi padre con quienes conviví mucho en mis años mozos.
Después de Acayucan, donde no estaba mi amiga Ana María, seguí hacia Lerdo. Llegué ya entrada la noche y toqué la puerta de la familia de mi entrañable amigo Alejandro, de cuyo deceso acababa de enterarme por medio del ayuntamiento de Lerdo, pues no había podido localizarlo. Los hermanos de mi amigo me hospedaron esa noche, por lo que pudimos charlar hasta después de las tres de la mañana. Hablamos acerca de la gran tarea que Alejandro se había echado a cuestas: Gestionar libros para escuelas y bibliotecas públicas.
Él concebía que la lectura era un poderoso medio para que los jóvenes abandonaran el ocio y no cayeran en vicios. Sabía que la lectura es una herramienta para estar informados, entretener a niños y jóvenes y despertarles la imaginación. Pero no sólo eso, también gestionó mobiliario y pintura para escuelas, juguetes, trajes deportivos, herramientas de labranza, ropa de invierno, muletas y sillas de ruedas y otros apoyos para la gente del campo y de barrios marginales. Incansable, siempre apoyado por dos o tres amigos que lo acompañaron incondicionalmente, que nunca lo dejaron solo.
Con la gran emoción que me embarga platicarle a usted acerca de mi amigo Luzanía, (como le llamaban muchas personas), surge en mí un paralelismo entre las hojas de árboles y plantas con clorofila, que tienen la función principalísima de realizar la fotosíntesis (transformar la materia orgánica en energía) vital para la vida en nuestro planeta, con las hojas de los libros, que tienen la función trascendental de transformar un trozo de papel en el receptáculo donde se imprime el pensamiento, la idea, el descubrimiento, la reflexión o el testimonio de vida de los seres humanos…Por ello, pienso, le interesó tanto a mi amigo que los libros estuvieran al alcance de muchos.
Descanse en paz, tan destacado y noble veracruzano…
Sí, estimados lector-lectora, los encuentros con parientes y amigos a quienes se deja de ver por mucho tiempo, además de agitar las emociones permiten a uno hacer un recuento de la propia vida, vamos, como si hiciéramos un corte de caja. ¡Hasta la próxima! xalapaflorida@hotmail.com