* Apabullado por el baño de sangre * “La culpa es del fiscal”, recita * Patrocinio lo empina * 50 días sin acudir a reuniones de seguridad * Alejandra y Teresa, burda treta * Defensa del alcalde en Imagen TV * Héctor Yunes: al médico, no al gobierno * Joel, el fraude y el auto * Moloacán: la alcaldesa y el alcalde real
MUSSIO CARDENAS ARELLANO
Publicada en mussiocardenas.com
20 de febrero de 2019
Sabadaba ya perdió el juicio. Él —Cuitláhuac García, el gober— sólo cuenta los muertos, los ejecutados, los desmembrados, la oleada de secuestros, el baño de sangre que inunda a Veracruz, la amenaza de los malos, el augurio que viene algo peor. Y a todo recita: la culpa es del fiscal.
Ignorante profesional, no sabe —o quiere no saber— que la vorágine de la delincuencia se da por fallas en la prevención, por error en el sigilo para ubicar a los hacedores del mal, en los infiltrados que no filtran información y terminan aliados a los transgresores de la ley.
Ignora todo el gobernador —o finge ignorar— sobre la prevención del delito, su tarea de contención, mitigando el impacto de la delincuencia, reduciendo el robo, el secuestro, la ejecución, preservando a la sociedad, otorgándole garantías de seguridad.
Prevenir el delito corresponde a la Seguridad Pública, no a la Fiscalía de Veracruz.
O sea, la prevención es responsabilidad del gobernador.
Pero Cuitláhuac es ante todo un tirano verbal.
Apanicado, como admite su secretario de Desarrollo Económico, siente que la violencia lo devora. Le crece la estadística. Le suman los muertos, los agraviados, el repudio y el coraje, la ira de una sociedad que observa a su gobernador en plan de ciego, trambucado por el embate de los malos y sin nada con qué poderse justificar.
Rebasado, vilmente noqueado, más gris que opaco, Cuitláhuac García juega al reparto de culpas donde ninguna es de él. Y todas resultan ser suyas.
Sin prevención, al garete su gobierno, la seguridad pública es letra muerta.
No hay prevención cuando la Secretaría de Seguridad se pudre por dentro. Y los malosos lo saben.
Increpado por la tropa, los elementos de Seguridad Pública destilan desencanto y rabia por el maltrato laboral, el cambio repentino de zonas de trabajo, su movilización, el alejamiento de sus familias, el recorte de salario, las prestaciones suprimidas, la indefensión.
Desertan los policías, y se dan de baja, y emigran de Veracruz mientras otros publican cartas en que confrontan al gobernador. Y que la sociedad se solace con el show.
Quien no puede con sus policías, cómo podrá enfrentar a los delincuentes.
A ciegas camina también su titular. Hugo Gutiérrez Maldonado es mitad payaso, mitad tirano. Un día se presenta a una reunión con maestros y padres de familia como shérif de pueblo. Al cinto la pavorosa 9 milímetros, el orgullo de su pedantería, y el lenguaje que ofende, y el alarde con el que invita a verlo en el campo de tiro donde es todo un campeón.
Mal tiro es la seguridad en Veracruz. Su policía persiguiendo a malosos que no lo son. Atropella sus derechos, abusa y se excede, viola la ley.
Hugo Gutiérrez —el Cabrito de Nuevo León— encubre un acto demencial: la aprehensión de cinco ciudadanos norteamericanos de origen mexicano, en Actopan, allanando el domicilio, agrediendo, privándolos de la libertad.
Y así el caos. Veracruz teñido de rojo, teñido de sangre, amedrentado por la violencia, inerme y olvidado por un gobierno, el de Cuitláhuac García, que no cuida porque no sabe, que no protege porque no le interesa, que no combate a la delincuencia porque no atina qué hacer.
Agitado, despierto, el bronco Veracruz tiene al gobernador de rodillas, sacudido el cuerpo, temblando las rodillas, flojos los desechos, a punto de llorar.
Apabullantes, las cifras del delito son superiores a las que exhibe la señora Isabel Miranda de Wallace, cabeza de la organización Alto al Secuestro.
En diciembre, según reportes de la Fiscalía de Veracruz, ocurrieron siete secuestros; en enero 39; en febrero van 21. En total a la fecha, 67 secuestros.
Así lo avizoraba el fiscal estatal Jorge Winckler Ortiz, advirtiendo que por falta de prevención, tarea de la Secretaría de Seguridad Pública, se dispararía la ola delictiva. Y así fue.
Veracruz sufre un especie de Efecto Cucaracha. A partir del combate al robo de combustible, la gesta del presidente López Obrador, los huachicoleros atacaron otras formas de delincuencia migrando de sus feudos, de sus áreas de control. De ahí el incremento de secuestros; de ahí el aumento de robo al autotransporte.
Un caso, el de Susana Carrera Ascensión, detonó la ira popular. Empresaria, el 2 de febrero acudió a buscar a su hijo en un domicilio de la colonia Puerto México, en Coatzacoalcos. Parada en la banqueta, no vio llegar un automóvil. De él descendió un malandro y la sometió. Se la llevó. Un día después comenzó la negociación. Su vida valía —entonces valía— 4 millones.
Dos semanas después, Susana Carrera fue hallada en el interior de una bolsa de plástico. Su cabeza había sido desprendida del cuerpo. Sus manos y pies fueron atados con cinta industrial.
Sus restos fueron tirados en zona de malosos: la colonia Benito Juárez. Ahí reinó el Comandante H, alias Hernán Martínez Zavaleta, hoy preso en el penal de Villa Aldama, luego de ordenar el crimen de una familia —padre, madre y cuatro pequeños— y por su implicación en trasiego de droga, robo de combustible, asesinatos, secuestros y extorsión.
Impactada, la sociedad protesta. Trasluce la ira y el miedo. Hablan los de clase media, los que hacía semanas decretaron un paro de actividades comerciales por espacio de dos horas, exigiendo seguridad. Habla el jet-set, sabiendo que hoy fue Susana Carrera, mañana cualquier otro más.
A ellos, los que una semana antes le exigían seguridad al alcalde Víctor Manuel Carranza Rosaldo, de Morena, les llega el mensaje: las fotografías de Susana Carrera en el Servicio Médico Forense, minutos antes de ser practicada la necropsia. El cuerpo en una parte; la cabeza en otra.
Crece la tensión. Aparecen narcomantas en colonias de Coatzacoalcos. Colocan una a unos metros de la base de la Policía Estatal. Es una afrenta, una burla, a Cuitláhuac y al Cabrito de Nuevo León.
Un grupo narco asume la autoría del bestial crimen y advierte que va por el esposo, por no haber puesto al Pana y al Mamito, los lugartenientes del Comandante H.
Otra manta enloda a los jefes policíacos de Coatzacoalcos y Las Choapas, que apenas unos días atrás asumieron los cargos. Y a uno lo vinculan con droga.
Sábese que hay alguien más, una ex funcionaria que es clave en el crimen de Susana y otros. Laboraba en CAEV, siempre donde hay asesinatos y levantones, amiga de familiares del H.
Nada sabe Cuitláhuac García de lo que hay en la penumbra de la violencia. Nada sabe de estas ligas y complicidades. Acusa para justificarse. Dice que la culpa es del fiscal Winckler por no integrar las carpetas de investigación. Y exige la de Susana Carrera.
Supina ignorancia la del gobernador. Una más. La investigación del caso Susana Carrera lo lleva la Fiscalía General de la República, la fiscalía de Andrés Manuel López Obrador. ¿Le reclamará al Peje?
Cuitláhuac no está sólo. Lo lleva, lo conduce, lo empina, lo tripula Eric Patrocinio Cisneros Burgos, el peor secretario de Gobierno en la historia de Veracruz, afecto a la intriga y el conflicto, el alarde, la soberbia, salpicado de rebuznos y bramidos, precipitando un escenario de caos que la delincuencia ha sabido capitalizar.
Cuenta Patrocinio que —faltaba más— la culpa es del fiscal. Y cuando los reporteros le corrigen y le advierten que no hay prevención, suelta el diagnóstico: hay violencia porque el fiscal no integra las carpetas de investigación. Y la frase demencial: la prevención es a largo plazo.
Hay cifras que matan el rollo de arrabal. De los casi 400 homicidios y 67 secuestros ocurridos de diciembre a la fecha, ninguno de sus autores fue apresado por Seguridad Pública. Nadie en flagrancia. Y esa es su función.
De los 39 feminicidios, la Fiscalía integró las carpetas de investigación y aprehendió a 11 presuntos responsables; o sea, el 28 por ciento. La media nacional es del 3 por ciento.
Cuitláhuac y Patrocinio son omisos hasta con López Obrador. Sus instrucciones les valen. Sus órdenes se joden.
En las últimas 50 reuniones del área de seguridad, el gobernador ha estado ausente. Igual el secretario de Gobierno y el titular de Seguridad Pública. Se realizan de 8:30 a 9 de la mañana en el Salón Juárez del palacio de gobierno. Ellos no van.
No falla a las sesiones el superdelegado del gobierno federal, Manuel Huerta, y por parte de la Subsecretaría de Gobierno, Carlos Alberto Juárez Gil, así como los mandos del Ejército, Marina, Fiscalía General de la República, Policía Federal. Y el gober, ausente.
López Obrador manda en México, pero en Veracruz, desoído por Cuitláhuac y Patrocinio, se jode.
Sabadaba se mofa de su mentor. Se mofa de Veracruz, de su sociedad. Ya perdió el juicio.
Hoy sólo cuenta los muertos, los ejecutados, los desmembrados, la oleada de secuestros, el baño de sangre que inunda a Veracruz, la amenaza de los malos, el augurio que viene algo peor. Y a todo recita: la culpa es del fiscal.
Un ignorante profesional.
Archivo muerto
Abyecta defensa, aberrante treta, la de Alejandra Hakim y Teresa Valdés. Veintitrés palabras de la entrevista con Yuriria Sierra, en Imagen TV, se las dedicaron a justificar a la nulidad que Coatzacoalcos tiene por alcalde, el infumable Víctor Manuel Carranza Rosaldo. “Él no puede resolver. Nos queda clarísimo. Es un buen hombre —dice Alejandra Hakim en esa pieza de desfachatez—, es un buen ciudadano, le echa ganas, pero esto no es suficiente”. Ahogan así su grito por la violencia, por el levantón y muerte de Susana Carrera Ascensión, y por las otras víctimas, disponiendo de espacios en los medios nacionales ahora que el crimen organizado toca a las puertas del jet-set. Iban bien hasta que Alejandra Hakim, cuyo esposo, el notario público Erick Madrazo Lara, está ligado a los fedatarios Hillman, otro de los brazos del Clan de la Succión, le dio por matizar y suavizar las omisiones del presidente municipal. Desde el 1 de diciembre de 2018, son los alcaldes veracruzanos quienes tienen la primera responsabilidad en materia de seguridad. De ahí la capacitación de su policía, la integración a los operativos, a los que Víctor Carranza desairó por ser convocado por el entonces gobernador Miguel Ángel Yunes. Infame tarea mientras la delincuencia ya encontró un nicho sin par: las señoras del jet-set. Pagan bien y el desenlace es fatal… Gozo y decepción en Morena y el yunismo rojo. Deja Héctor Yunes Landa su diputación federal y se suelta el pelo la sociedad del rumor: que si sería el nuevo secretario de Gobierno, que si sería subsecretario, que si se iría a presidir el PRI, o lo que queda de él. Y no. Se va al médico, aquejado por un problema gástrico y algo más. Aferrado a su andar político, a la grilla y la tenebra, aún rumiando sus iras y rencores, anhelos sin logro y frustraciones que rayan en el delirio, el fallido ex candidato a gobernador de Veracruz no se integra al clan de Cuitláhuac García Jiménez. Sabida su solicitud de licencia, el lunes 18, el fenómeno del rumor desquició a media familia política. Unos esperando que Cuitláhuac lo contratara para confirmar que Morena y el PRI —o Morena y los discípulos de Javier Duarte y Fidel Herrera— son uña y mugre; otros anhelando que alguien con dos dedos de frente y un gramo de intuición conduzca la nave del naufragio que es Veracruz, y unos más que asumen que cualquiera, hasta el más nefasto de los priistas, es mejor que la piltrafa política que es Eric Patrocinio Cisneros. Pero nada ocurrió. Héctor Yunes atenderá su salud —ojalá no sea algo mayor— y Cuitláhuac García continuará en su misión de hundir a Veracruz… Joel no se podía quedar atrás. Si ya hubo un narcomenudista, y un secuestrador, y un pederasta, y un falsificador de actas de cabildo, y los que cobran el diezmo por pronto pago, y el derroche en medios de comunicación que sólo aplauden pero no hay quien les crea, ni los lea, el vocero del alcalde Víctor Carranza tenía que figurar. Acusado de adquirir un auto marca Mitsubishi, tipo Eclipse, rojo, 2011, ya viejón pero flamante, y no pagarlo, Joel Arellano Torres goza de total impunidad. Lo denunció César Augusto de Coss Argüello, el 11 de enero, ante la la Fiscalía Regional, integrándose la carpeta de investigación UIPJ/DXXI/F3/072/2019 y se le tipa el delito de fraude. Un mes en la mira de la justicia, ubicado en la Dirección de Comunicación del ayuntamiento de Coatzacoalcos, y nadie le aplica la ley. apareció el auto a unos metros del periódico El Heraldo, sobre la avenida López Mateos, en la colonia Petrolera, luego de permanecer ahí por varios días, abandonado, sin que nadie le dé uso. No le arregla la imagen al alcalde Carranza, literalmente lanza al caño 4 millones de pesos en pagos de publicidad y la justicia lo encauza por fraude. Joel Arellano, otro ficha más… Único, inverosímil, es Moloacán. Ahí, en tierra de petroleros venidos a menos, se gobierna con dos alcaldes: la formal, Victoria Rasgado Pérez; el real, Ramón Ortiz Cisneros. Ella, trepada en dos mundos, el de hacer algo con el exiguo presupuesto y pujarle para que le crean que es la coordinadora de presidentes municipales de Morena en el sur de Veracruz, aunque no haya uno sólo que la voltee a ver. Él, decidiendo qué obra se realiza, a quién se le da, si hay moche o no. Célebre entre los célebres, Ramón Ortiz es el mandamás de Moloacán, el municipio gobernado por Victoria y Victoria gobernada por su transportista favorito. Ya era un dirigente obrero exitoso cuando afloró su otro yo, el del benefactor que paga operaciones a enfermos de la vista en fase crítica, el que auspicia certámenes deportivos, el que hace el bien sin mirar a quien. Ahora es dueño de la alcaldía de Moloacán, a través de su amiga Victoria Rasgado Pérez, la alcaldesa formal…
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