A la familia Javier, con amor
Conozco el estado de Tabasco desde niña. Casi todo. De aquí es originario mi padre y su familia materna. Podría decir que la palabra que los define es: amorosa. Todos, sin excepción son amables, cariñosos, expresivos, unidos. Mi padre se asentó en Veracruz puerto y allí formó su propia familia, por quienes siempre fuimos visitados, los tíos mayores y toda la “primada” de papá.
Mucha de nuestra alimentación es al estilo tabasqueño, de ahí mi gusto por el queso doble crema que, aunque es de origen chiapaneco, lo han adoptado en Tabasco. El cacao de primera calidad que llevaban en grano a nuestra casa, mamá lo convertía en barras de puro y exquisito chocolate que dosificábamos para prolongar el deleite. La combinación de la comida dulce con salado; carnes exóticas como la tortuga y el pejelagarto…y un ‘tonito’ para hablar muy simpático y nostálgico…Pues ahora, sentí una gran necesidad de visitar a la familia que va quedando, pues los tíos aquellos, ya partieron a la rotonda de “buenos viejos”.
Otra razón motivó mi viaje, visitar en el sur de la entidad veracruzana a amigas líderes de la época de mi vida política, y también regar un par de bibliotecas de las que, en el camino de mi vida fui sembrando. La verdad es que pienso que, cuando se tiene un deseo grande en el corazón, es mejor tratar de cumplirlo.
Emprendí el viaje con Pili, mi amiga de toda la vida, mejor dicho, mi hermana. Con ella hice sólo la primera visita, en Comalcalco, pues tenía que retornar a los pocos días. Llegamos a casa de Mariana, nuestra compañera de secundaria y mi pariente por la vía materna. La ciudad nos recibió con largas hileras de almendros, grandes y de generosas frondas. Árboles que he encontrado en Paraíso, Villahermosa y otros sitios. Estos árboles visten la ciudad y la región y aquí tienen una particularidad: No todas sus hojas son verdes, tienen muchas hojas de color naranja encendido, lo que les hace ver más hermosos.
Al llegar a casa de Mariana, lo primero que vimos fue el jardín frontal de la casa, habitado por un gran número y variedad de plantas, todas en maceta: bugambilias, lirios, rosas del desierto, azaleas, lazo de amor, bambúes, crotos, plúmbago, teléfono, tres tipos de helecho: jardinera, espuma y gigante, el cual destaca por sus casi tres metros de altura y hojas muy anchas. Plantas en el patio, en la terraza, colgantes, en interiores y hasta en la azotea. Otras flores que me encantaron, se llaman ‘blancas mariposas”, ¿no es lindo?
Observo muchas casas con enormes jardines: Mucho verde, muchas flores, mucho color, grandes árboles, mucha prodigalidad de la naturaleza en Tabasco.
Visitamos la zona arqueológica de Comalcalco, Joy’ Chan, se estima que de hace 14 siglos. La extensión de esta plaza rectangular tiene más de diez mil metros cuadrados. En los vestigios de las pirámides, se advierte que fueron construidas con tierra compactada, forradas con estuco que creaban con cal de concha de ostión quemado y arena; también con mampostería de ladrillos. Hay templos descubiertos y otros que aún no. A un lado, se despliega un enorme bosque donde predominan enormes árboles de ceiba, mulato, cedro, caoba, macuilí, hule, zapote, roble, jícara, guayaba, litrina, mango samán, caimito, almendros, cuinicuil, naranjos, guanábanos, mamey, jaboncillo, palma real criollo, chipilín, cocohite, guásimo, grosella de la India, mata de limón agrio, cacao, moté (de madera muy dura), aguacate, chinín, pimienta y matas de café…Eso me dice don José del Carmen Rodríguez, custodio de la Zona Arqueológica de Comalcalco, Tabasco, desde hace 32 años y a quien le envío un afectuoso saludo. Continuaremos…
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