No hay escuela para gobernadores, fue una frase que se usó con regularidad en la segunda mitad del siglo pasado en Veracruz.
Se citaba para significar que cada gobernador iba aprendiendo según las circunstancias que se le presentaban y que, por lo tanto, no había recetas que les sirvieran a todos.
Se usaba también cuando el gobernante en turno no sabía cómo o no podía resolver los problemas, que cuando finalmente lo lograba había pagado ya un gran costo por su impericia o su inexperiencia política.
En el caso de Veracruz, esto puede aplicar muy bien ahora para el presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) del Congreso local, Juan Javier Gómez Cazarín.
El caso del juicio político al fiscal Jorge Winckler lo exhibió por completo tal cual es, lo desnudó a la vista de todos; mostró sus limitaciones.
Creo que el consenso es general afuera, pero también entre algunos de adentro: su nivel es para que presida una junta… pero de vecinos de Hueyapan de Ocampo.
Sus relevantes cargos en el Congreso local, porque también coordina (es un decir) la bancada de Morena, le han venido grandes.
Aprender a hacer política en la política, esto es, en la práctica, lleva tiempo y no hay escuelas para ello, pero alguien interesado puede buscar dónde puede haber ejemplos que le den una idea cómo, que le abrevie el camino y que no le cueste tanto.
Me refiero a la política de las Grandes Ligas (para usar el lenguaje beisbolístico, deporte favorito de López Obrador), no a la política de un campeonato que se juega en un campo llanero.
Los gobernantes difícilmente aceptan que se equivocaron en el nombramiento de sus colaboradores o de quienes serían sus aliados desde instituciones no dependientes en forma directa del Ejecutivo.
Eso me hace suponer que no estaría en la mente del gobernador o del presidente, o de quien lo haya recomendado o lo haya impuesto, remover al señor Gómez Cazarín.
Mostraron vulnerabilidad
Ahora es el caso Winckler pero viene el asunto de los nuevos magistrados y el del Presupuesto de Egresos para este año, que está pendiente, pero ya se vio que no puede.
Independientemente de que muevan o no a Winckler de su cargo, todavía veo más grave para ellos que por la inexperiencia de Gómez Cazarín, o por su desinterés, o por su exceso de confianza, o por su soberbia, Morena haya mostrado debilidad, que es vulnerable.
El pasado 1 de julio de 2018 todos, absolutamente todos, nos quedamos con la idea de que Morena en el gobierno era imbatible porque tiene la Presidencia, la gubernatura (en el caso de Veracruz), el Senado, las Cámaras de Diputados (federal y local) y la mayoría de las alcaldías.
Todos dábamos por hecho que en adelante arrasarían con todo lo que se les pusiera enfrente, pero bastaron menos de setenta días para comprobar que en Veracruz es solo un tigre de papel.
Un grupito de apenas 20 diputados derrumbó lo que parecía que se llegaría a convertir en un mito: el de que Morena era invencible.
Los reveses que ha sufrido ese partido en el Congreso local debieran poner a pensar a sus dirigentes que eso alentará a la oposición, ya que no solo se dieron cuenta sino que comprobaron que no saben hacer política, que llegaron al poder por la inercia del fenómeno llamado López Obrador y que en los próximos comicios podrán arrebatarles muchas posiciones, aunque no el poder.
En política nunca se deben mostrar los puntos débiles, los lados flacos. En el Congreso, para regocijo de sus adversarios, bajaron pronto la guardia.
Grave, muy grave para los morenos, que las oposiciones (de varios partidos) ya les hayan tomado la medida; que les hayan pisado la sombra.
Pero seguramente contra viento y marea sostendrán a Gómez Cazarín en su cargo.
¿Aparte de él no hay otros operadores políticos en su bancada capaces de sacar al buey de la barranca y dejar bien parada a la administración cuitlahuista?
En el nivel federal, el presidente López Obrador llevó a la presidencia de la Cámara de Diputados a un verdadero dinosaurio de origen priista, Porfirio Muñoz Ledo, que conoce todo el intríngulis de la mecánica legislativa, todos los recovecos del palacio de San Lázaro para ir a negociar con propios y adversarios políticos, que no enemigos personales.
Con ello se quitó un problema, y el manejo legislativo dejó de ser una preocupación para él; así, ahora puede dedicarse a gobernar a sus anchas, que ya tiene quien le cuide bien la parcela legislativa.
Acá pusieron a un bisoño, cuya incompetencia es manifiesta.
Por lo menos que vea House of Cards
Decía líneas anteriores que no hay escuelas para aprender por lo cambiante de las circunstancias, pero sí creo que hay formas de darse idea de cómo hacerlo.
Si no hay intención de remover a Gómez Cazarín, ¿no tendrá al menos un familiar, un amigo, alguien que se conduela de su triste situación y le regale la famosa serie de televisión House of Cards para que vea cómo actúa un político profesional?
Es precisamente en el primer capítulo de la primera temporada donde se ve al congresista Francis “Frank” Underwood buscar en un tablero electrónico que contiene las fichas de todos los congresistas, para ver a quién puede convencer y que le sirva mejor para utilizarlo a fin de armar un plan para tomar venganza porque no le dieron un puesto de Secretario de Estado que le habían prometido.
Un tablero con la ficha de todos. Eso precisamente tenía el extinto presidente que fue de la Jucopo, Juan Nicolás Callejas Arroyo. Dinosaurio como Muñoz Ledo, en los casos difíciles que le tocó resolver primero tachaba a quienes tenía por seguro que darían su voto a favor, luego marcaba a los que se oponían, a los indecisos y a los que no daban luz. Y empezaba su trabajo.
Callejas construía los apoyos. Pedía que investigaran hasta el último rincón la vida y milagros de cada uno, si era posible desde su niñez, sus nexos familiares o extrafamiliares si los tenían, sus negocios, etcétera, etcétera, y guardaba todas las fichas.
Humilde iba hablando con uno por uno de los que no tenía asegurados. Los invitaba a desayunar, a comer o a cenar en algún restaurante o si era preciso los iba a buscar hasta sus casas para explicarles las bondades de tal o cual iniciativa, les pedía su apoyo y si era necesario les ofrecía alguna concesión. Casi siempre logró su objetivo sin necesidad de tener que utilizar sus fichas guardadas.
El jueves de la semana pasada, en la primera votación para sacar adelante el juicio político contra Winckler, seguramente sobrado de confianza, por ejemplo Gómez Cazarín pidió su apoyo a los diputados priistas ¡minutos antes de que entraran a la sesión donde se decidiría la suerte de Winckler! Lo mandaron al carajo.
Hoy el presidente no solo logró unir a toda la oposición en su contra sino que le dio aire a la bancada del PAN, el odiado enemigo de Morena, que ya estaba en la lona. ¿Necesita Cuitláhuac más enemigos de los que ya tiene adentro?