Qué paradoja y decepción para los veracruzanos.
Se cumplieron dos meses de la cándida y buenos augurios del inicio de la gestión del gobernador Cuitláhuac García, que entró con una parafernalia expectativa de llevar al banquillo de la justicia a la horda de corruptos yunistas y duartistas y, todo ha sido un terrible chasco.
La sociedad civil fue clara y contundente en sus reclamos en los comicios del primer domingo de julio de 2018. Anhela desde hace más de tres décadas una expedita justicia que se la han negado los regímenes priistas y panistas, disfrazada de una retórica pueril y logros pírricos.
Tiene sed de justicia. Reducir los altos índices de impunidad, corrupción, ineficiencia, cuatachismo, amiguismo, improvisación, falta de transparencia y rendición de cuentas del aparato político estatal. No más impunidad ni ricos nuevos.
¿Que recibió un estado en desastre social, una bomba de tiempo? ¡Claro, qué esperaba del exgóber panista Miguel Ángel Yunes Linares! Que le dejaran un estado armonioso, curado del crimen organizado, de la corrupción, de los trastupijes y con las arcas públicas saneadas, ¡eso es sólo un cuento chino!
Pecó de ingenuidad.
Pero por fortuna, el joven y novel gobernador tiene todo a su favor. El gobierno de Obrador, y lo principal, las herramientas legales para procesar y llevar ante la justicia a su antecesor panista MAYL. El tiempo corre y los procesos suelen empantanarse.
Manejó a su libre albedrío los recursos públicos, criticó la “licuadora” del Duartegate, pero al final acabó aplicando la misma fórmula seducido por la avaricia y se pasó por el arco del triunfo la norma para no pagar, por ejemplo, deudas rezagadas de Duarte a los municipios por más de mil 500 millones de pesos que no abonó ni un centavo, a pesar de que la federación le entregó el recurso.
Lo mismo hizo con proveedores en general, a los cuales sólo cubrió pagos mínimos a una élite de privilegiados, entre ellos el expresidente de la Cámara local de la Industria de la Construcción, José Luis Palacios Macedo —sobrino, por cierto, del extitular de la PGR en el gobierno de Vicente Fox, el xalapeño Rafael Macedo de la Concha, con grandes negocios nobiliarios en Xalapa—, pero el grueso de la deuda a prestadores de servicio y medios de comunicación sigue ascendiendo a más de 11 mil millones de pesos, soportada en la Gaceta Oficial.
A Cuitláhuac García, le urge un equipo avezado de asesores para que destapen la caja de Pandora que dejó el gobierno panista del cambio, armen el expediente y sea la Contraloría General, vía el Órgano de Fiscalización Superior, quien promueva la denuncia penal ante la Fiscalía General de la República en contra del exgóber Miguel Ángel Yunes, por desviación de los dineros públicos federales más otros delitos que se le sumen.
Está claro que el joven góber morenista cruza por la curva del aprendizaje del intríngulis político. Pero no debe incurrir en la miopía o en el síndrome de Alzheimer, como lo hicieron olímpicamente sus antecesores, para justificar sus entuertos, pifias y reveses. Sería mortal e inmoral que cayera en el triunfalismo palaciego en los albores del gobierno.
Las altas esferas del poder público, desafortunadamente, están infiltradas de yunistas y duartistas, a los cuales urge sacudírselos de la estructura piramidal porque su permanencia hace mucho daño al régimen estatal en turno y, cada vez que hay vacíos legales, evidencia el discurso oficial.
Estas ínsulas de poder controlan todavía el fluido de los dineros públicos del aparato político estatal y de las grandes decisiones políticas —Sefiplan, Sedarpa, Secom, Salud y CGCS, por citar algunas entidades— que van en perjuicio del sector productivo y de alguna manera por quienes sufragaron por Morena y Cuitláhuac.
Es hora de que el titular del Poder Ejecutivo local se sacuda de nimiedades, oropeles y entelequias, mueva el pandero oficial de arriba hacia abajo y prepare el terreno legal para sentar en el banquillo de acusados a su antagónico antecesor, porque le dejó un “cochinero” que urge limpiar y procesar.
Existe la percepción e impresión pública que el secretario de Gobierno, Eric Cisneros, anda en otra dimensión, en un mundo bizarro. Anda echando campanas al vuelo que en dos meses del gobierno de Cuitláhuac García han bajado sustancialmente los delitos de alto impacto social, cuando la realidad es inversa. La seguridad pública en Veracruz se sostiene en alfileres. ¡Es grave, gravísima!
Lo más preocupante ante este escenario, de traspiés, reveses y triunfalismos de quienes conducen el báculo en el oriente de Veracruz, no aparezca el vocero oficial del gobierno en turno y flamante coordinador general de Comunicación Social, Iván Landa —un personero con un magro currículum, divorciado de la prensa—, para aclarar o abonar a favor del joven gobernador morenista. Es un pelele, un enano.
Sería saludable que los principales secretarios de despacho y el propio Ejecutivo tomaran un curso en línea sobre el arte de la ciencia política, para que los oriente cómo evitar los conflictos del tejido social y apagar las bombas de tiempo que dejó sembradas el megalómano exgóber panista. El corte de caja a dos meses de la gestión es negativo. ¡La improvisación conduce al desastre! Sólo pregúntele a Enrique Peña Nieto.
Comentarios a gau41@hotmail.com
@12horasver