El problema de la mayoría de los gobernantes en el poder, es que se apropian de los países. Unos se instalan por decenas de años, asumiendo que son los dueños absolutos y sus seguidores cercanos, colocados en puestos claves de su administración, se reparten el botín del erario. Aún cuando son rechazados por una mayoría de su población, se enquistan y vienen las dificultades para removerlos. En su avaricia desmedida, afectan la paz y tranquilidad de sus naciones y reprimen, matan, levantan, masacran a quienes se oponen al continuismo. En México la dictadura perfecta, a través de la partidocracia voraz y corrupta, llegó a los 80 años. No hay dictadura buena que yo conozca, nos confesó Ofelia Guilmain, cuando hablamos de Francisco Franco y la guerra civil española. Nicolas Maduro es rechazado por más del 80 por ciento de venezolanos. Sus derechos humanos, han sido violentados y piden se vaya. El hambre, desempleo, cansancio les agota. Así que debe renunciar y quienes lo apoyan, son simplemente cómplices. Sin intervenciones, se debe resolver. Maduro, de maduro se cae. El satrapa, debe irse.