¿De lo que haga o deje de hacer la bancada del PAN en el Congreso local depende la suerte del fiscal Jorge Winckler? Para nada. Pero algo puede ayudar a favor.
Winckler se defiende solo, o con el apoyo de especialistas pagados por sí, porque le deben favores o porque alguien se los patrocina.
Hasta ahora ha hecho ver muy mal a la bancada mayoritaria de Morena y al jurídico que tienen, pero pienso también que al propio jurídico del Palacio de Gobierno.
Ayer se cumplieron dos meses de la nueva administración y lo que seguramente les parecía un flancito les ha resultado un pan reseco, duro, que no han podido masticar y menos deglutir.
Independientemente de que el fiscal se vaya o no en lo inmediato (de que se va a ir se va a ir, aunque en una de esas dentro de siete años cuando venza su periodo), su caso le está dejando ya una lección al joven gobierno morenista.
De que le traían ganas se la traían, lo que supimos porque desde la campaña se la cantaron, y cuando asumieron el poder iniciaron la ofensiva en su contra que hasta ahora ha resultado infructuosa.
La lección es que no aplicaron la dura amonestación que un día lanzó urbi et orbe el entonces gobernador Miguel Alemán Velasco: solo los pendejos dicen lo que van a hacer.
El licenciado la aplicó sin ninguna consideración contra su propio hijo quien con todo candor reveló planes de empresas que pretendían realizar en el Estado, entre ellos un periódico.
Alemán Velasco sabe de empresas pero también de política, que casi mamó pues acompañó de niño a su padre como gobernador y luego de joven como presidente, no obstante lo cual (varias veces lo escuché platicarlo) decidió no participar en política a su sombra.
(A veces me pregunto si no fue él quien aconsejó a Andrés Manuel López Obrador de que no procediera contra sus antecesores, cosa de recordar que en diciembre de 1998 cuando iniciaba su gubernatura dijo que no llegaba como gobernador a “barrer para atrás”, pues los enemigos de su antecesor Patricio Chirinos le pedían que lo investigara y lo castigara.)
(Se hizo célebre aquella frase que me declaró ya siendo exgobernador –7 de octubre de 2012–: “Yo consejos ya no doy, porque los inteligentes no los necesitan y los pendejos no hacen caso”, ante la pregunta que se le había hecho sobre qué aconsejaría a los jóvenes gobernantes, respuesta que se consideró una clara alusión al entonces joven gobernador Javier Duarte, a quien había dado consejos y había ofrecido apoyo, pero el gordo lo ignoró y prefirió escuchar a su mentor político Fidel Herrera Beltrán, lo que llevó a Veracruz al desastre.)
En las últimas semanas he platicado con abogados serios, con integrantes de la judicatura local serios y con experiencia y con funcionarios ministeriales federales con mucha experiencia y todos coinciden: sí había forma, sí la hay, de quitarle el cargo al fiscal, aunque tal vez con recursos extralegales, pero nadie escucha, me dijeron, y por otra parte lo alertaron y le dieron mucho tiempo para que preparara su defensa.
Se vaya Winckler en lo inmediato, en lo mediato o hasta que venza su periodo, su caso también ha servido para exhibir la falta de autoridad y de negociación en la bancada de Morena, incluidos, en especial, los presidentes de la Mesa Directiva y de la Junta de Coordinación Política: no han podido, no han querido o no han sabido ejercer el poder que tienen para meter orden y minar al panismo.
No hay nadie que jale al coordinador de la bancada del PAN, Sergio Hernández, y le aplique la quebradora: o haces a que los tuyos firmen a favor de la salida del fiscal o llegamos hasta el fondo en el caso de la Cuenta Pública 2017 en el que “solventaron”, sin tener facultad, anomalías de exfuncionarios y exalcaldes (léanse “Prosa aprisa” del 08/11/2018 “El gran negocio de la Comisión de Vigilancia”, del 18/11/2018 “Huele a gato encerrado”, y del 23/11/2018 “Caso Comisión de Vigilancia, va”).
El 1 de octubre del año pasado el titular del Orfis, Lorenzo Antonio Portilla Vásquez, entregó el informe de resultados de la Cuenta Pública 2017. Lo recibieron personalmente los diputados de la 64 Legislatura, Juan Manuel de Unanue Abascal, Fernando Kuri Kuri, Yazmín de los Ángeles Copete Zapot, presidente, secretario y vocal de la Comisión de Vigilancia, respectivamente, así como la presidenta de la Mesa Directiva del Congreso, María Elisa Manterola Sáinz, y el presidente de la Junta de Coordinación Política, Sergio Hernández Hernández.
Originalmente el Orfis reportó presunto daño patrimonial de entes estatales y municipales por 1,461 millones 390 mil 297 pesos, pero los diputados le enmendaron la plana y dijeron que no, que era por solo 1,113 millones 078 mil 654 pesos, o sea 348 millones 311mil 643 millones (después ajustaron la cifra a 325 millones 797 mil pesos).
Sin gran discusión y en menos de una hora, el Congreso aprobó la Cuenta Pública con 35 votos a favor, 12 en contra y una abstención. La bancada de Morena votó en contra. Según el diputado De Unanue Abascal, varios entes fiscalizables entregaron la documentación probatoria del uso de los recursos públicos por lo cual varios señalamientos fueron solventados. De acuerdo a su dictamen, 21 municipios solventaron parcialmente y 43 solventaron totalmente, o sea 64.
En las columnas cuyos encabezados cito líneas antes comenté que lo hicieron sin tener facultad y porque a cambio recibieron una jugosa comisión de entre 10 y 20 por ciento, según la importancia del ayuntamiento, e incluso mencioné nombres de presuntos operadores y un edificio de la avenida Orizaba donde realizaban las operaciones. De Unanue y Hernández, que avalaron aquella “solventación”, repiten en la actual legislatura. Una investigación a fondo pondría en claro las cosas y pegaría directo en la línea de flotación de la actual dirigencia de la bancada blanquiazul. La bancada panista no decidirá si se va o no el fiscal, pero si los morenos quieren y saben cómo, tienen ahí un elemento de negociación para neutralizar a los azules o para que los apoyen a favor de su intención. Si deciden apretar saldrá pus, muchas pus.
Buen toquecito de bola
Andrés Manuel “Colmillo Retorcido” López Obrador dio ayer un buen toquecito de bola en vísperas de pisar suelo veracruzano: anunció el regreso del Águila de Veracruz a la Liga Mexicana de Verano de beisbol profesional, es decir, no llega con las manos vacías.
Apenas el sábado pasado Cuitláhuac García pudo haber dado la primicia en el puerto de Veracruz, pero como buen político (ya está aprendiendo) prefirió dejarle el honor a AMLO. La fanaticada del puerto debe estar feliz. Si hay una plaza con tradición beisbolera en México esa es la de Veracruz, pero los gobiernos priistas dejaron perderla para apoyar solo el futbol.
¿Tiene que ver el deporte con la política o viceversa? Una mañana en el transcurso de un desayuno Javier Duarte platicó a un grupo de columnistas cómo había convencido (papalina de por medio y un fuerte apoyo millonario) a Fidel Kuri para que trajera de nuevo al puerto a los Tiburones Rojos. Estaba convencido de que mientras la gente estuviera contenta con un equipo de futbol profesional, seguiría votando por el PRI. Había que darle al pueblo, pues, pan y circo.
Seguramente durante su gira de este fin de semana por Veracruz, López Obrador dará detalles, que no reveló ayer. Pelota caliente, pues. ¡Play ball!