Cuitláhuac: gobernar sin saber

Amanece y el dilema está ahí. Tan crudo, tan brioso y rudo que es Veracruz y su líder, Cuitláhuac García, sin hallar el botón que detone el arranque de su gobierno, devorado por la violencia sin fin, sumido en una crisis política, humillado por los del campo y los de la ciudad. Y es que el tipo no sabe gobernar.

A ciegas, dos meses después, Cuitláhuac está pero no está. Como ánima en pena, deambula en palacio de gobierno, hoy su feudo, en el rancio despacho de quien por obligación constitucional —y por el Efecto Peje— debe gobernar. Pero no atina qué hacer.

De agenda paupérrima, de agenda infame, un día corta un listón, inaugurando calles reencarpetadas por alcaldes o de baja inversión, o lanza alardes y amenazas, chispazos de soberbia y bufidos de animal sin rumbo, simulando que así se reconstruye Veracruz.

Dos meses ya y Veracruz no anda. No hay plan de gobierno, ni brújula, ni luz en el ideario de Cuitláhuac, salvo los destellos de un batazo en un partido de beisbol o la quimera del desarrollo que un día, si la gracia de San Andrés lo alcanza, se podría traducir en bienestar, o las cifras con las que miente para matizar que los capos mandan, que los delincuentes corrompen, que su pueblo vive en la indefensión.

Despersonalizado por Bola Ocho, el gobernador bis, alias Eric Patrocinio Cisneros Burgos, Cuitláhuac García se trepó en una vendetta contra el yunismo de la que no puede bajar. Que si a Winckler lo echará de la Fiscalía, que si Miguel Ángel Yunes le dejó secas las arcas, que si hay desabasto de medicamentos, que si lo demando, que si lo demando, que si lo demando. ¿Y? Dos meses después, sólo de palabra barre para atrás.

Su gobierno de saliva no da frutos. Le da cuerda a sus fans, el clan pejista, pero no marca el rumbo de lo que sería la Cuarta Transformación en Veracruz.

Una cosa es el “sabadaba”, la salsa, la caguama, el borlote magisterial, el relax y el destrampe, la estadía en los años mozos, la juventud salvaje, y otra gobernar un estado tan complejo como Veracruz, motor político de la nación, granero del país, fuente de energía, petróleo y cuerpos de agua; de turismo; de suelos que contrastan, la montaña y las playas, el bosque de niebla y el pantano que hierve, las urbes y los campos desolados, pedregosos, jodidos.

Ocho millones de Veracruzanos, la mitad en la pobreza, y Cuitláhuac García no sabe por donde empezar. Son suyos, del 1 de diciembre para acá, los pobres y los olvidados, los marginados y los reprimidos. Son suyos los feminicidios y lo secuestros, el miedo de la gente, el empresario que paga cuota, el comerciante que habla con el sicario que cobra piso, el médico, el abogado, el que vive el asedio si no se deja extorsionar.

Y Cuitláhuac no sabe qué hacer.

A diario la violencia impacta. Sigue la oleada, el ataque de los bárbaros, la ejecución al pie de un camión urbano, la vida segada del checador al que de inmediato se le tilda de halcón, o el cuerpo hallado a pie de carretera, en una cuneta, en un cañal, o los restos desmembrados en bolsas, despidiendo olores de muerte que concentran su fin brutal.

Exacerbando la violencia, endosando culpas y complicidades, Cuitláhuac García enarboló la tesis de que Morena sí sabe qué hacer. Y con el Efecto Peje un día se acostó candidato y al otro se levantó gobernador. No ganó la elección; López Obrador le obsequió Veracruz.

Una vez en el poder, paga Veracruz la curva de aprendizaje. Con tres años en política, sin cargo público dónde foguearse, tres años de diputado pero sin legislar, agitando en las calles contra la reforma educativa, qué puede saber.

Vive aún en la cruda del poder. No aterriza en la realidad. Sus palabras, que es todo su arsenal, las domina el discurso de campaña, las culpas ajenas, el reproche y la justificación, que si Yunes se alió con Duarte, que si Duarte se alió con Yunes, que si todo fue un show, que si la mafia en el poder. Y la campaña hace medio año que piró.

Superado por la realidad, corre Cuitláhuac al encuentro de López Obrador. San Andrés lo unge, lo bendice, lo marea. Deja palacio nacional y difunde las imágenes con el Ganso Mayor. ¿Y eso de qué le sirve a Veracruz?

Acá la debacle es brutal. Frente al circo de la inacción, el rollo que aburre, Patrocinio Cisneros siente que el cacicazgo es real, sometido el gobernador, empinado el gobernador, ridiculizado el gobernador. Y soñando que un día no lejano la tenebra surtirá efecto y lo relevará.

Bajo las botas de Patrocinio, Cuitláhuac va a Chinameca y es humillado. Patrocinio se le adelantó vociferando que en el terreno de los Quintanilla, un predio en litigio por apropiarse la runfla de Rocío Nahle de un banco de materiales, se construiría el relleno sanitario de Coatzacoalcos. Lo dio por un hecho. Y alebrestó a la población.

De ahí salió el gobernador casi a patadas. “Si no puedes, a chingar a su madre”, le gritó un poblador. Las mujeres le reprochaban. Las mujeres le decían que no querían la basura de Coatzacoalcos, su contaminación, un medio hostil, la enfermedad. Y Cuitláhuac cedió.

Patrocinio lo lleva por los riscos y el desfiladero. Patrocinio ordena y Cuitláhuac acata. Patrocinio instruye y Cuitláhuac se embarca.

Lo llevó al tema Winckler y tejió fatal. A diario hilvanan yerros. Arman juicios políticos sobre la base de la inseguridad, la violencia, ejecuciones y secuestros, la falta de resultados. Y resulta que la prevención del delito no es tema de la Fiscalía de Veracruz sino de Seguridad Pública, o sea del gobernador.

Cuitláhuac ya le puso plazo a su desgracia. Dice que en dos años la violencia cederá. Así dijo Yunes, que en seis meses Veracruz tendría paz y ese fue su Waterloo. En 22 meses, se medirá qué tanto mintió.

Rebasado por la violencia, suelta cifras alegres sobre la inseguridad, contrastando con las mediciones del Sistema Nacional de Seguridad Pública, organismos no gubernamentales, recuentos hemerográficos. En dos meses, el feminicidio y el secuestro están peor.

Patrocinio, el gobernador bis, hizo del tema Winckler un clavo ardiente. Y ahí colgó al gobernador.

Pregonó que echaría a Jorge Winckler de la Fiscalía, que lo enfrentaría a la ley. Desde entonces convoca a colectivos que buscan desaparecidos y los trepan en la vendetta. Si sus familiares aparecen, vivos o no, nada importa en la Cuarta Transformación. La meta es el desgaste del fiscal, el fin político sobre la memoria y la dignidad de aquellos a quienes supuestamente quieren hallar.

En el Congreso, el clan de Morena da patadas de ahogado. Saben que ninguna reforma legal tiene retroactividad. Podrán destituir a Winckler y el caso irá al Poder Judicial. Sea o no separado del cargo por el que fue electo por nueve años, el fiscal judicializará su caso y ahí permanecerá. Y desde ahí procurará que la justicia se cumpla en el gobernador y su banda.

Desdibujado, tartamudentante, Cuitláhuac García fue deplorable cuando el más siniestro del duartismo, Arturo Bermúdez, abandonó la prisión de Pacho Viejo. Sus duartistas dejaban la cárcel por amparos federales y él, siendo gobernador, no apretó. Los dejó ir.

A su espalda, Bola Ocho, sin inmutarse. Cuitláhuac redondeó el show cuando se fue sin responder preguntas de la prensa, huyendo, minúsculo, insignificante, custodiado por su dueño, Patrocinio Cisneros.

Dos meses y Veracruz está peor. Designó a cuatro funcionarios de su gabinete, no oriundos de Veracruz, sin la dispensa del Congreso. Si suscribieron algún documento, si giraron una sola instrucción, habrán incurrido el abuso de autoridad. Y Cuitláhuac también.

Hoy enfrenta una solicitud de juicio político, que Morena, tan apegado a la ley, con su mayoría tendrá que calificar. Y si lo desechan, que aguanten el vendaval.

Añora Cuitláhuac el “sabadaba”, sacarle filo al tacón, la salsa y la caguama, mientras en Palacio Nacional fraguan el plan de un relevo sin licencia. Con alfiles, operadores reales y eficientes, acotando al inútil Patrocinio, atando sus manos, el Dios Peje gobernaría Veracruz desde el plano virtual.

Tan brioso que es Veracruz y Cuitláhuac anda en Saturno. No halla el botón que detone el arranque, el inicio de la Cuarta Transformación, perdido en el discurso de campaña, contando los muertos, oliendo la sangre, mintiendo en los logros, dejando que Patrocinio construya su desgracia, moviendo a López Obrador —que necesidad— a evitar el naufragio.

Y es que el tipo no sabe gobernar.

Archivo muerto

No fue desliz. No erró. En las neuronas de Ana Miriam Ferráez hay una solución demencial para que el feminicidio mengüe: implantar el toque de queda. Con mentalidad de gorila militar, la flamante diputada local de Morena por Xalapa propone reprimir el tránsito de mujeres, algo que las preserve de la agresión. “Opino —dijo— que es necesario hasta un toque de queda para las mujeres y que no salgan de casa a las 10 de la noche, mientras esto se arregla. Esa es una de mis opiniones y si es de ser necesario, para evitar más mujeres en las estadísticas de los feminicidios, lo he estado pensando y un toque de queda sería una opción”. Obvio, le llovió metralla. Se llevó la condena general. La descalificó Morena, partido al que orgullosamente representa en el Congreso de Veracruz, se distanció el gobernador Cuitláhuac García, se deslindó la senadora Gloria Sánchez y se rió medio país. Un video donde a sus espaldas la periodista Gabriela Rasgado dice “No mames”, se volvió viral. Despedazada, Ana Miriam reculó. Se disculpa y arguye que no se supo explicar. Qué va. Sí se supo explicar pero lo dicho fue brutal, una pieza de ignorancia, una salvajada verbal. El toque de queda es propio de las peores dictaduras. Es el agravio a las libertades del hombre. Ana Miriam, presa de sus limitaciones, su ignorancia de la historia, su nulo sentido común, la volvió a hacer… A la sombra, tras las rejas, Manuel Bringas ha de saber que el engaño se paga. Invasor de tierras, vendedor de lo que tiempo atrás dejó de ser suyo, pasa la noche en una celda del penal Duport-Ostión. Se le acusa de despojo a la inmobiliaria Arkitektur en el predio Los Almendros, una extensa zona que fue parte de la reserva territorial, situada entre la Universidad de Sotavento y el malecón de Coatzacoalcos, arrebatada a Coatzacoalcos por Fidel Herrera Beltrán con tretas y abuso de poder y entregada a amigos de pésimo historial como el narcoempresario Francisco Antonio Colorado Cessa, muerto en la prisión de Bastrop, Texas, mientras cumplía una sentencia de 20 años por lavarle dinero a Los Zetas; a Tony Macías, el suegro incómodo de Javier Duarte; a la inmobiliaria GEO y unas cuantas empresas fantasma o de pasado fiscal turbio. Arrogándose la condición de dueño, pese a que en el puerto de Veracruz ya había vendido su parte del predio, el autoproclamado Conde de Bringas, junto con su abogadazo Samuel Muñoz de la Rosa —el que se tiraba al plato a Yolanda, la sobrina del pastor— urdieron y ejecutaron una invasión. Luego iniciaron el cobro a los paracaidistas. El ayuntamiento los denunció por fraccionamiento indebido y Arkitektur por el despojo. Y con todo el aparato de poder —la extinta fiscal Samyra Khoury, el juez Vargas; el ex subprocurador Jorge Yunis, amigo del zeta Gonzo, según investigación de la SIEDO; el concuño de Tony Macías, Jorge Ramírez Pérez— los corretearon y desalojaron. Hay otras órdenes de aprehensión en su contra. Lo mismo contra Samuel Muñoz, el abogadazo, célebre por el caso de la niña en la colonia Santa María que con sólo escuchar su nombre temblaba, presa de terror. Habrá acciones contra otros abogados que suscribieron contratos de compraventa a sabiendas que Manuel Bringas ya no tenía un centímetro de tierra —¿O no, Inurreta?— y hasta les escrituró. Por lo pronto al pseudoconde le ejecutaron dos órdenes de aprehensión; una, la 478/2014, por despojo y fraude, y la 431/2014, por despojo, ambas radicadas en el Juzgado Primero de Primera Instancia. Por lo pronto esas, pero hay más… Carranza es como Theurel. A medio desastre cosechan premios de papel. Aquel alcalde fidelista tuvo sobregiros, abusos financieros, el endeudamiento demencial de las arcas públicas de Coatzacoalcos, hasta comprarle a la esposa, hoy ex, doña Lu-pilla Félix, un galardón a la simulación. Víctor Manuel Carranza, presidente municipal por Morena, dilapida mil 300 millones de pesos en un año, sin obra decente, 50 millones en medios de comunicación que no le sirven para recomponer su maltrecha imagen, estancando a Coatzacoalcos, infestando de matraqueros de campaña el ayuntamiento, con un violador de migrantes entre su porra, un secuestrador en la nómina, su joven promesa asesinado junto con su esposa y en la habitación rastros de marihuana y crack, ejecutados como se les quita la vida a los narcomenudistas, trenzado en un pleito brutal con la síndica que destapó y reconoció que el alcalde fomenta la corrupción, y la encubre, y la deja pasar. Hoy, Víctor Carranza es vicepresidente de la Asociación de Municipios de México. Premio a la ineptitud…

 

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