Aunque la intención sea noble, la corrupción no se nulifica por decreto. La infesta ha corrompido todo el cuerpo, al igual que el cáncer hace metástasis. Aquí lo que podría resolver, es la prevención. La gravedad de la enfermedad, no permite en la inmediatez la salud que se exige, promete, pretende. La corrupción no se erradicará, hasta que se castigue a los culpables. Se les señale, exhiba, deshonre- aunque no tengan vergüenza- y al igual que a los mercaderes sean expulsados del templo. De ese que saquearon durante decenas de años y aún lo hacen. Hay las víctimas, pero no los victimarios. Deben ir a juicio político ex presidentes, sus gabinetes, partidos políticos y de lo que ellos emanan, pues todos medraron con el erario. Se tiene que castigar severamente, para que no se repitan los errores del pasado. Los mexicanos vivimos protegidos por un paternalismo gubernamental, que mucho ha dañado. La falta de una educación de calidad, es el grave problema de éste país. Con medidas drásticas conforme a la ley, se puede exigir la reparación del daño en la requisa de la riqueza mal habida. *** La explosión del ducto en Hidalgo, detona la negligencia, omisión, ineptitud de autoridades correspondientes y una población mal educada y de pésimos hábitos. No hay excusa que valga. La tragedia tiene muchas aristas, ya explicadas lo suficiente por analistas especializados en el tema. La vergonzosa realidad es ver a sujetos, que agreden a los militares- antes de la desventura- por no permitirles el saqueo, con las consecuencias ya conocidas. El latrocinio de PEMEX data de muchos años y encabeza la responsabilidad el líder vitalicio, diputado y senador-¡hágame el favor!-Carlos Deschamps, quien su hijo anda por el mundo con un Ferrari con chapa de oro, asombrando como lo hacen los jeques árabes millonarios. En un país con tanta hambre, eso no tiene madre. Todos los líderes sindicales, deben presentarse ante la ley y ser confiscadas sus fortunas mal habidas. *** Aquel lunes negro los vivos conocieron el infierno. Cientos de personas del pueblo de San Juan Ixhuatepec despertaron con un ruido ensordecedor y un dolor lacerante en sus cuerpos. Parecía que el sol había salido de repente y metía su intenso calor por puertas y ventanas. Como si hubieran sido retratados con un potentísimo “flash” de cámara fotográfica, todos quedaron, momentáneamente, deslumbrados. Cuando recobraron la visón, prefirieron haberla perdido. Las imágenes que a sus ojos se presentaron eran terribles. Las llamas habían arrasado con todo. La muerte desoló al lugar. Habían explotado cinco millones de litros de gas. Lo que los ojos miraron, la mente no ha desechado. La angustia quedó en el corazón, la inquietud en el alma, escribí para la revista Impacto, en un reportaje sobre San Juanico. Nunca se conocieron los culpables y poco se cumplieron las promesas. *** Estamos asentados sobre una gran mina. *** Qué triste que continuamos sumando tragedias, provocadas o naturales, a éste país tan dolido. *** Y para las agruras del mole…usted sabrá qué tomar. Hasta la próxima.