Los hombres son tan simples y se sujetan a la necesidad en tanto grado, que el que engaña con arte halla siempre gente que se deje engañar. [ … ] No hace falta que un príncipe posea todas las virtudes de que antes hice mención, pero conviene que aparente poseerlas. […] Puede aparecer manso, humano, fiel, leal y aun serlo. Pero le es menester conservar su corazón en exacto acuerdo con su inteligencia para que, en caso preciso, sepa variar en sentido contrario.
Maquiavelo: “El Príncipe” (1532)
El mentir en política no es nada nuevo, se ha estudiado ello en la literatura grecorromana y desde luego por parte de los filósofos y pensadores políticos Europeos del siglo XVII y XVIII. Y entre ellos sobresale Jonathan Swift –autor de los “Los viajes de Gulliver” (1726), quien publicita el libro: “El arte de la mentira política” en 1733, y que es un documento muy interesante en el que hace honor a John Arbuthnot, su gran amigo, a quien le reconoce la autoría de la obra. [1]
Tal como describe Swift en tal obra, la mentira tiene bases filosóficas. Sobre las bases filosóficas, menciona que el alma tiene un lado plano que le viene dado por Dios y un lado cilíndrico heredado por el Diablo, que tiende a deformar sistemáticamente lo expresado. Sin embargo el libro lleva más hacia la reflexión política –desde La República de Platón hasta El Príncipe de Maquiavelo–, para demostrar que el mentir una persona en forma reiterada –que toma sus bases desde el núcleo familiar–se convierte al tiempo o, en un mal hábito o en un arte: el arte de la mentira en la política.
Mal hábito, porque las personas se acostumbran a deformar la realidad en forma constante diciendo al pueblo lo que quieren oír, y un arte porque para hacer creer al pueblo falsedades “saludables”, se necesita mucha habilidad y también perversidad; es decir, el empeño para crear toda una realidad virtual para dar cabida siempre a una mentira absoluta de acuerdo a los intereses particulares, sean individuales o de grupo.[2]
En función de ello la cultura política ha hecho propicio, de acuerdo a Swift, que: “la verdad política sea algo vedado al pueblo”, es decir que entre más se le oculta la verdad, no tiene de qué preocuparse.
Y en base a esa premisa, se han hecho planes de estado, desde la antigüedad hasta nuestros días. Es decir, a partir de la falsedad, se han construido los grandes proyectos de la política, se han creado figuras omnipotentes que corresponden a dementes políticos, etc., y hoy en día se ha abusado de ese hábito, pues se miente casi en todo, al hacer presupuestos, planes, políticas públicas, comprobaciones, campañas, resultados, en suma, en casi toda la acción de la política y del Estado.
Decía La Fontaine, al referirse a la verdad y la fábula (a la que relacionaba con la mentira): “el pueblo es hielo ante las verdades y fuego ante las mentiras”…”La mentira es su elemento natural, el aire que respira; porque siempre será más difícil convencer al pueblo de una verdad que hacerle creer en una falsedad útil”[3]
En política, las medias mentiras y medias verdades en su connotación real, son simplemente negociaciones endebles. Eso es muy común, pues el político miente en lealtades, en compromisos, en acuerdos, etc., porque así le conviene. Pero la falsedad es vulnerable, pues siempre hay alguien que busca la verdad y la descubre. Por eso los individuos o la sociedad en conjunto debe aprender a distinguir la verdad de la mentira.
Existe la mentira verbal y la no verbal. La primera como la expresión abierta y directa hacia los demás. La no verbal, llamada también hipocresía o fingimiento, que surge como reacción de una persona que demuestra algo muy diferente a su verdadera intención. De ahí que ocultar la verdad o hipocresía supone entonces, no expresar sentimientos. La hipocresía es base para la deslealtad y la traición.
El político mentiroso es frio y calculador. Las razones pueden ser diversas: conveniencia, encubrimiento de la ignorancia, obtener una ventaja o ganancia, miedo a que se rompa la imagen que se han formado de éste o temor a ser rechazado. Pero cualquiera que sea el motivo, la realidad es que así se forjan las personalidades mitómanas de los políticos que con los años, hacen de la mentira un instrumento viciado para lograr la manipulación y el control de las circunstancias, espacios y seguidores. Pero ello dura hasta que la verdad llega.
La pregunta sería entonces, ¿conviene a los políticos ocultar la verdad al pueblo y por su propio bien engañarlo para salvaguardarlo? Aunque Maquiavelo en El Príncipe, reitera en la necesidad de que se engañe al pueblo con arte… según él, “conservando su corazón en exacto acuerdo con la inteligencia para en caso preciso, sepa corregir su posición”, de acuerdo a ello entonces, si la mentira se justifica debe saber distinguirse el límite de sus consecuencias y corregir a tiempo si ello pone en riesgo la integralidad de los ciudadanos, la credibilidad del gobierno y de la política.
Aunque con el respeto que me merece Swift y el propio Maquiavelo, desde mi muy modesto punto de vista, siempre valdrá más la pena decir la verdad porque permite que los individuos se sientan valorados en su inteligencia y evita que se sientan defraudados por un resultado que no esté a la altura de sus expectativas.
Simple y llanamente: para qué perder el tiempo en mentiras, si puede ganarse mucho con la expresión de la verdad, aunque le duela o subsane la curiosidad del hombre inteligente.
Gracias hasta la próxima
[1] https://puntocritico.com/2018/03/25/el-arte-de-la-mentira-politica-por-jonathan-swift-parte-i/
[2] http://psicologiavigo.com/psicologia-de-la-mentira/
[3] Bravo V, Julián, “El ropaje de la verdad: notas sobre la fortuna de una imagen literaria”. Universidad de la Rioja. https://cvc.cervantes.es/lengua/paremia/pdf/008/010_bravo.pdf