Durante la última campaña e incluso ya como presidente constitucional de la República Mexicana, una de las cantaletas preferidas de Andrés Manuel López Obrador para referirse a sus críticos es tildarlos de “conservadores”. Aunque cuando se enoja les endilga epítetos menos amables.
El Presidente de México le adjudica el término “conservador” a quienes considera sus “adversarios” o francos “enemigos”, en alusión a los bandos que se disputaban el poder en México en la segunda mitad del siglo XIX. Y como él se asume “liberal” como Benito Juárez, en automático quienes no están de acuerdo con él pasan a formar parte de la facción contraria.
Esto no es sino maniqueísmo en estado puro, pues la realidad histórica actual del país no es ni por asomo similar a la de la época de la Reforma. Pero en la disparatada mezcolanza de personajes y pasajes de la historia nacional en la que el actual gobierno construye su imagen –que no necesariamente sus acciones- hay quien le compra esas etiquetas y las aplica con la misma ligereza.
Así, quien expresa desacuerdo con estrategias como la de la creación de una Guardia Nacional militarizada para enfrentar indefinidamente la inseguridad, o con el cierre de ductos para combatir el robo de combustible sin contar con un plan de contingencia, es tachado así, de conservador, de derechista, o ya en la ridiculez discursiva, de “prianista” o “derechairo”. Siempre con la intención de ubicar esas críticas en el campo ideológico del conservadurismo.
Sin embargo, y lo ha demostrado en más de una ocasión, si hay alguien profundamente conservador es el presidente López Obrador. Como jefe de Gobierno de la Ciudad de México se negó siquiera a discutir temas como las bodas entre personas del mismo sexo o la despenalización del aborto y la defensa de los derechos de las minorías, banderas éstas de la izquierda a la que dice pertenecer.
En su última campaña presidencial, el lopezobradorismo estableció alianzas con la ultraderecha más rancia, representada por personajes como el yunquista ex dirigente nacional del PAN Manuel Espino –aliado de Javier Duarte y de Enrique Peña Nieto durante sus respectivos gobiernos-, el también ex dirigente panista y actual director del IMSS Germán Martínez Cázares y el evangélico Partido Encuentro Social. Poco le importó que fueran abierta y hasta furiosamente conservadores en sus postulados político-ideológicos, mientras ahora unieran fuerzas con su movimiento.
También en campaña, López Obrador anunció la redacción de una “constitución moral” para establecer normas de convivencia entre los mexicanos. Nada hay más conservador que querer imponer una moral pública para todos. Peor, en un país diverso, plural y multicultural como México.
Dicha “constitución moral” ya está en proceso de elaboración. Pero a manera de adelanto, este fin de semana el gobierno lopezobradorista reeditó la “Cartilla Moral” del escritor Alfonso Reyes “como un primer paso para iniciar una reflexión nacional sobre los principios y valores que pueden contribuir a que en nuestras comunidades, en nuestro país, haya una convivencia armónica y respeto a la pluralidad y a la diversidad”.
Empero, el texto del reconocido escritor data de 1944 y sus conceptos sobre la “moral” pertenecen a esa época, en la que no solo no existía tal respeto a la pluralidad y la diversidad, sino que se concebía a la familia como un “hecho natural” –con lo cual se ignora a los numerosos tipos de familia adoptados hoy en día-, se habla del “alma” como algo indiscutible y cierto –con lo cual se excluye a los no creyentes y los agnósticos-, y se equipara a los “respetos morales” con los mandamientos de la religión católica. Propio del México de la primera mitad del siglo XX. Fuera de lugar para el del tercer decenio del siglo XXI.
Al ofrecer un resumen de los conceptos del texto de Alfonso Reyes, el gobierno lanza una verdadera perla, al señalar que “el respeto a nuestro cuerpo nos enseña a ser limpios y moderados en los apetitos naturales. El respeto a nuestra alma resume todas las virtudes de orden espiritual”. ¿Se puede ser más conservador que eso?
Pues sí. Este mismo domingo, mientras circulaba la Cartilla Moral –que de acuerdo con sus créditos, forma parte de los materiales seleccionados para los Programas Emergentes de Actualización del Maestro y de Reformulación de Contenidos y Materiales Educativos-, se difundió un artículo de la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller, publicado en el semanario “Desde la fe”, el órgano oficial de difusión de la Arquidiócesis de la Ciudad de México. Más allá de su contenido –cuya calidad sería materia para otro debate-, lo que llama la atención es el clarísimo guiño del lopezobradorismo al sector más reaccionario de la Iglesia Católica mexicana. Ese mismo que tocaba a vuelo las campanas de la catedral metropolitana cuando el hoy mandatario encabezaba sus mítines en el zócalo.
Reducir la complejidad de las relaciones de las sociedades humanas del siglo XXI a conceptos decimonónicos, a divisiones simplistas entre el mal y el bien sin comprender los matices de las nuevas maneras de relacionarse de las personas, con la intención de imponer una moral de Estado, es lo más conservador y de derecha que existe.
Y en esa ruta transita la “cuarta transformación”.
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