El poder del cambio

Parte de la guerra sucia que se vierte en los medios de información del país consiste en hacer creer a los lectores y auditorio que el actual régimen es igual que los demás, que no hay nada nuevo, que es pan con lo mismo y que tarde o temprano Morena se convertirá en un PRI del siglo XXI, que terminará cayendo en los viejos vicios del tricolor.

La urgente necesidad de algunos hombres del poder de forzar la percepción de los mexicanos a que vean en el nuevo régimen lo mismo de siempre es el objetivo para detener la Cuarta Transformación. Existen diarios que tienen como línea editorial convencer al lector que la Cuarta Transformación no existe, que sólo es demagogia populista, cuando ni demagogia ni populismo, simplemente la voluntad del pueblo convertida en gobierno.

El hecho de que las leyes de egresos e ingresos hayan pasado de manera pacífica, con certeza y confianza, en términos generales, pero, sobre todo, sin que el gobierno tratara de comprar los votos de los legisladores es un muy importante avance para la democracia.

En la prensa extranjera las transformaciones del actual régimen que comenzaron incluso, antes de Andrés Manuel López Obrador, son irreversibles y con fundamentos sólidos. Si comparamos las transformaciones sucedidas desde hace unos meses y las reformas forzadas, apoyadas con millones de pesos en publicidad de las anteriores formas de gobernar, encontramos que los cambios se notan.

Es precisamente en el extranjero donde la figura de nuestro presidente se aprecia como un líder que transforma desde el fondo de los problemas; sin embargo, es la prensa conservadora de México la que ha impedido que este tipo de percepción permee en la sociedad mexicana, sembrando dudas, pero sobre todo miedo.

Es tiempo de sembrar confianza, de pugnar por la unidad, de luchar por la equidad, de procurar equilibrios.

Porque del miedo vivieron y sobrevivieron los diferentes regímenes que le antecedieron y al imponer la incertidumbre, la zozobra, el conservadurismo cree fortalecerse, pero lo que se fortalece es el hecho concreto contra el que no pueden luchar con especulaciones.

Así, los cambios, van, están ahí y se aprecian como hechos concretos, aunque haya una campaña orquestada por nostálgicos de los privilegios que lo quieran negar. No hay neblina de incertidumbre cuando la firmeza está definida y el rumbo comprometido con la voz de la población.

El simple hecho de que un miembro de la izquierda asuma la Presidencia de la República desmorona toda una serie de verdades a medias que, basadas en el miedo, quisieron imponer a los mexicanos desde hace años. De ahí que la guerra de desinformación, apoyada por las redes sociales, se intensifique de tal manera que impida a todos ver al presidente en su exacta dimensión.

López Obrador en realidad asumió el poder el 1 de julio por la noche. Su discurso de la victoria fue la expresión de un programa de gobierno, que no tuvo oposición de la oposición que se encontraba perpleja ante la sorpresiva derrota. Fue hasta días después que la oposición, de la mano de los grandes privilegiados del país, reaccionaron cuando el poder estaba tomado. El presidente de la República se mantuvo varias semanas en las primeras planas de los diarios de todo el país, y esto no lo pueden negar ni los propietarios de esos diarios que no tenían otra alternativa que colocarlo en el lugar que le correspondía muy a su pesar.

Tomar el poder desde el día del triunfo electoral fue algo que no había sucedido nunca a pesar de que se repetía no sólo el partido en el poder sino el estilo de preservar los intereses y privilegios.

Ni siquiera cuando el PRI repetía presidente de la República, éste tomaba el poder y guiaba la agenda política e informativa. Con sólo esto debe advertirse sobre un cambio del que deben estar conscientes los mexicanos, desde la trinchera que escojan.

En esos días, que serán inolvidables para los mexicanos, cualquiera que sea su filiación política, el presidente saliente trató de adjudicarse el triunfo de la firma de un renovado Tratado de Comercio con Estados Unidos y Canadá, que en términos reales no tiene mayores repercusiones que el interés que puede despertar para algunos países la inversión en México desde el anuncio de la erradicación de la corrupción, problema que impedía comercializar con México, ante los altos índices de malos manejos.

Estos son algunos de los cambios que se fraguan en estos días. Es en el final de un año de estremecedoras transformaciones, cuando debe llamarse no sólo a la concordia sino a la honestidad, y honestidad no es sólo no caer en la tentadora corrupción sino decir la verdad, de ahí que los propósitos de año nuevo deben tener entre sus características el factor social y no sólo el individual. El cambio está ahí, ahora sólo falta saber quién se sube y quién se queda en el pasado.

PEGA Y CORRE. – Gracias, sinceramente, muchas gracias por el favor de su atención durante el año que termina. Su aceptación es nuestro compromiso. Podremos estar de acuerdo o no con lo asentado aquí, pero coincidir en los espacios públicos es como la democracia se fortalece y este es un lugar que vuela con las ideas de libertad y la intención de tener un país mejor. A mis lectores, les agradezco la paciencia a los excesos si es que los hubo en estas páginas, donde a lo largo de más de medio centenar de semanas, sin descanso, pudimos comunicarnos. A todos quienes posaron sus ojos en esta columna durante un año fuera de serie, les deseo lo mejor de este mundo, una calidad de vida mejor y un país cada día más equitativo. Muchas felicidades apreciables lectores, amigos y compañeros. Muy feliz año… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.

 

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