Me encanta estrenar el verbo Ruar. Ya lo investigué, de muy escaso uso, significa: Callejear, pasear, montar por las calles, según el diccionario de la Real Academia Epañola.
Lo aprendí del maestro Carlo Antonio Castro en el Cuaderno Turístico 1, editado en 1968 por el ayuntamiento de Xalapa, que le he venido compartiendo. A través de él, mucho se puede aprender de la capital veracruzana, de sus regiones, historia, geografía, cultura, costumbres, producción, vías de comunicación, servicios, gastronomía y más…
Tomemos aliento. “Y antes de seguir nuestra ruta, subamos al Macuiltépec, cerro desde cuya cima podremos observar la ciudad entera y su comarca, reconocer las calles y sus avenidas, los edificios y los lugares que despertaron nuestro interés. La brecha que conduce a la altura comienza a poca distancia del monumento al ingeniero Adalberto Tejeda. Transitable durante la época seca, pasa a la vera de pinos, araucarias, nísperos, guayabos, jinicuiles y naranjos. Las flores gratifican con sus pétalos aquí y allá. Uno que otro conejo saltarín irrumpe al paso del visitante y es indudable que los zorrillos tienen sus sitios preferidos. Quisiéramos hablar de las mariposas pero nuestra paleta ha perdido colores.
“Conformémonos con agregar que en la cumbre se halla un monumento, la pirámide de las tumbas, que recuerda a los revolucionarios veracruzanos. Allí reposa Úrsulo Galván, el dirigente campesino, creador de la Liga de Comunidades Agrarias.
“Demos la vuelta a Jalapa y aledaños en trescientos sesenta grados, desde la punta del cerro, y contemplemos, en miniatura, el panteón jalapeño, la fábrica de triplay, la Escuela Normal, el Museo de Antropología, la Escuela Secundaria Federal y otros edificios estudiantiles, el Instituto de Protección a la Infancia, los parques, los campos deportivos. La brisa vivificante nos tonifica. La mirada se pierde en el horizonte que sobrepasa terrenos capitalinos y se recrea, a lo lejos, en la cascada de Naolinco, en el tránsito por la carretera al puerto jarocho , en algún objeto volador no identificado que cruza el firmamento. La imaginación rebasa con facilidad la enhiesta antena de la Radiodifusora X.E.Z.L., inmediata a la pirámide, desbordándose por el aire y los caminos veracruzanos. La vista nocturna de Jalapa desde la punta del cerro, es sorprendentemente atractiva. Y tiempo es ya de completar la ruta de las flores que termina en Coatepec.
Entre cafetos y naranjos. Dos carreteras conducen al emplazamiento del cerro de la culebra. Es indispensable ir por una y volver por la otra, en círculo de 60 minutos, para darse idea de la fertilidad con que la naturaleza bendijo al municipio de 256 kilómetros cuadrados, cuyo café se distingue plenamente del producido por otras comarcas.
Cuando el turista toma por la Av. 20 de Noviembre Oriente, rumbo a Las Trancas, a diez minutos de automóvil; sigue por Estanzuela, Pacho Nuevo, Alborada, El Grande; pasa por los campos agrícolas experimentales, por La Orduña, florido Edén veracruzano, y otros sitios, queda saturado de calor y tonalidades. Por ese rumbo se llega a Coatepec en tres cuartos de hora. El retorno por el opuesto toma veinte minutos más.
Coatepec es una ciudad de veinte mil almas. Su plana topografía contrasta con la de Jalapa. El clima es cálido lluvioso, a veces templado. En sus alrededores, el trópico se apodera del paisaje: surgen los platanales, los aguacateros, las maderas preciosas, la lujuria solar.”
Continuaremos, en tanto le pregunto: ¿Ya adquirió sus mexicanas Flores de Pascua o Flor de Nochebuena, Pastora, Corona del Inca, Flor del Inca, Estrella federal, Pascuero o Cuetlaxochitl, como es su verdadero nombre? ¡Feliz temporada!.
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