El pasado domingo, fue un día atareado, ir al mercado por flores, mantelitos de papel picado, calaveritas de azúcar y velas, llegar a casa a montar la mesita plegable y colocar las cajas para hacer los pisos del altar, buscar el arco que pasó un año guardado y forrarlo de flores de cempoalxóchitl , poner el mantel blanco y encima los manteles de papel picado, para que esa noche se encendiera la primera vela para dar luz a las ánimas solas. El lunes 29 se colocó un vaso con agua y se encendió otra veladora para alumbrar el camino de los desaparecidos y olvidados, que seguramente son muchos.
El martes 30, el altar continuó adornándose, esta vez con otra veladora encendida, agua y pan blanco para ofrecer a los que fallecieron de manera trágica y entonces esperamos al ánima de mi cuñado, de un viejo amigo y mi compadre Manolo.
El 31 le agregamos al altar fruta, además de renovar el agua y encender otra vela, para esperar a los abuelos, particularmente a mis abuelos preferidos, Gilberto y Guadalupe a quienes amé entrañablemente, pues además de ser el nieto consentido, gozaba las pláticas de mi abuelo carrancista y de mi abuela contando los bailes y fiestas de Don Porfirio y luego sus aventuras en la revolución y la decena trágica. De igual manera a mi querida bisabuela Joaquina Acosta, que viviera más de cien años y partiera el día que se le pegó la gana pues no se enfermaba de nada. También ella nos deleitaba con sus narraciones de la revolución y el crecimiento alocado de nuestra ciudad.
Hoy día primero, colocaremos dulces, calabaza, chocolate y pan para ofrecer a los niños fallecidos, que en mi profesión y al paso de los años, he visto varios y recuerdo a algunos con tristeza al no haber podido hacer más por ellos.
Y mañana, se terminará de vestir el altar con café, más pan, copas de tequila, ron, whisky, aguardiente, cigarros, vaso de leche, tamales y algunos guisos, sin faltar las tortas de papa que tanto le gustaban a mi papá, todo colocado delicadamente en los pisos que conducen al Mictlán y cumpliendo la tradición ancestral, esperaremos a nuestros seres queridos que cada año les es permitido dejar su reposo para visitar a los familiares que dejaron en algún tiempo. Así que llegaran mis suegros para quienes siempre fui un hijo muy querido, por supuesto mi papá, mis tíos incluidos los del Palmar, mis primas las cuatas, los abuelos y tíos de mi esposa, amigos que fueran muy queridos y que seguramente se darán una vuelta a saludarnos y degustar algún bocadillo del altar siguiendo el camino de los pétalos amarillos y la luz de las velas.
El día 3 se levantará y degustará la ofrenda después de haber despedido a nuestros seres queridos, se apagarán las velas, se levantarán las flores que perfumaran la casa en estos días y dejaremos en reposo por un año esta hermosa tradición que nos recuerda que los que partieron antes que nosotros, no están muertos, pues además de mantenerse vivos en nuestro corazón, son recordados con mayor intensidad en estas fechas en que la leyenda dice que sus almas nos visitan y podemos compartir con ellos, las viandas que más les gustaban.