La insoportable levedad de la corrupción

Los que votan no deciden nada, los que cuentan los votos deciden todo: Stanlin

                          

El Proyecto de Nación 2018-2024, propuesto por Andrés Manuel López Obrador como presidente nacional del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), recogía una nueva visión del país y presentaba proyectos y propuestas en materia económica, política, social y educativa, cuyo objetivo era “generar políticas públicas que rompieran la inercia de bajo crecimiento económico, incremento de la desigualdad social y pérdida de bienestar para las familias mexicanas”. Como eje rector pregonaba  el combate a la corrupción y la impunidad, nicho donde anidan los vicios que han marcado a México en los últimos 35 años.

 

Premisa para aplaudir  pero en total oposición a la errática ruta de cancelar el proyecto del NAIM en Texcoco, que transgrede su narrativa oficial, no por el aeropuerto sino por la manipulación utilizada. Las formas son lo que cuestionan los mercados y el peso en picada, sin soslayar los rumores de la fuga de capitales del país por la falta de confianza en el régimen que anuncian.

 

¿Qué hay detrás de Santa Lucia y la manipulada consulta? En lo legal pasaron por encima de la norma competente en la materia y en lo político hay un doble discurso, al predicar que el estancamiento, el deterioro, la desigualdad y la corrupción no son los únicos destinos posibles de México, empero, -en sus escasos días de gobierno no oficial-, la conducta de quienes lideran la cuarta transformación hacen pensar en una regresión más que en un avance.

 

-Les diría a los contratistas y funcionarios corruptos que se vayan (pausa dramática de AMLO que genera risas)… vayan acostumbrando; que vayan haciendo un ejercicio mental; todo un proceso de adaptación. Es válido, ya son otras las condiciones. Todo tenemos que cambiar ¡Se acabó la corrupción! ¡Se acabaron los privilegios!!! Enfatizó Andrés M. López Obrador en la sesión de preguntas y respuestas, donde fijó postura frente a su cuestionada “consulta”.

 

–¡Eso ya se terminó!— prosiguió AMLO al referirse a lo que llamó “contratismo voraz” en un mensaje directo a los inversionistas del NAIM, proyecto iniciado por Enrique Peña Nieto que se celebra pero no convenció al intentar explicar la presencia de José María Riobó Martín (autor del plan ganador de la consulta) en la conferencia donde anunció el proyecto que sepultaba a la mega obra de infraestructura de Texcoco, y a quien excusó alegando que su contratista estrella -cuando fue jefe de gobierno- es un fiel colaborador y un técnico de primera.

 

La motivación de simular una consulta, sin sustento legal ni democrático, sin carácter vinculatorio, etc. es una jugada de tres o más bandas. Si se analiza el supuesto número de votantes y el lugar que pusieron las casillas, se concluye que fue un plebiscito, no una consulta, a su base para legitimar la decisión ya tomada, y en el camino, retener a su amotinado capital político. Otra bola que da en el blanco es la de ponerle la bota al cuello a la IP para hacer sentir quien manda, y como cereza, el mensaje a quienes lo dejaron llegar a Palacio y le impusieron un guión que no está dispuesto a seguir.

 

En enero del 2017, cuando ya se sabía que López Obrador sería el ganador de la contienda, -decisión que venía desde el exterior y muy arriba-, convocó a un grupo de especialistas de diversos sectores. Testificaron que la mayoría de sus integrantes carecía de filiación partidista y representaban a las diferentes corrientes y tendencias del pensamiento político, social y económico de México. Ellos anularon la fatal sentencia sobre México  y declararon públicamente- “que era posible rescatar al país de su decadencia actual y construir una nación mejor”. La reciente consulta no valida lo anterior, es más ni siquiera como táctica para tomar decisiones,  pero si le pone una soga a los poderosos que no se “cuadren”.

 

No se duda de la aspiración de dejar para 2024 “un México justo, democrático, soberano, pacífico y transparente”, lo que preocupa es la dimensión de las radicales medidas y el mensaje de autoritarismo, de incertidumbre jurídica, de simulación democrática que ha dejado la consulta del NAIM, que no se legitima  con discursos y golpes a los medios por hacer su trabajo. El que manda es el pueblo sostiene y justifica el mandato de la consulta como ejemplo de democracia, que “expresó la voluntad de los ciudadanos”, aun cuando solo digan que votaron un millón de una población de más por 89.6 millones según la lista nominal (INE).

 

No hay manera de cambiar un régimen con una varita mágica basada en consultas amañadas, sin representatividad alguna, que exhibió que los vicios continúan y la corrupción solo cambio de manos. Se observó de jueves a domingo, falacias, manipulación de los votos, desorganización y con tal ausencia de controles que se conjetura una clara intencionalidad de repetir lo acostumbrado en sus consultas ciudadanas en el DF, donde solo el 10 por ciento de su propio padrón votó.

 

Todo cabe en el discurso de la transformación sabiéndolo acomodar en la esperanza de los desvalidos. Un cambio de régimen suele darse por la vía bélica, sea por la conquista de una potencia extranjera, revolución, golpe de estado o la reconstrucción seguida del fracaso de un estado. El cambio de régimen puede reemplazar todas o parte de las instituciones existentes del estado, el aparato administrativo, la burocracia y otros elementos. No obstante el contenido militar del concepto, AMLO pregona que su revolución será pacífica pero, sin decir a que costo y quienes pagarán, que como es usual serán los pobres.

 

En su proyecto de Nación advierte a sus enemigos que el Estado mexicano “se encuentra secuestrado por una minoría y los Poderes de la Unión y las instituciones públicas están al servicio de unos cuantos y los ubica como causa principal del desastre nacional. Arguye que existe una “República aparente, simulada, falsa, con  poderes constitucionales, confiscados por un grupo”.  Y que por lo tanto la primera tarea del cambio verdadero es recuperar democráticamente al Estado y convertirlo en el promotor del desarrollo político, económico y social del país.

 

¿Será la justificación a su decisión sobre el NAIM? ¿A qué interés obedecerá ahora el Estado Mexicano? ¿Estamos ante la propagación del régimen Bolivariano Venezolano, cuyo líder vendrá  a la toma de protesta pese al repudio de las y los mexicanos? ¿Será la transformación un viraje a la Izquierda radical y falaz latinoamericana que cobra con la derecha? Como reza en su documento fundacional de la nueva república “erradicar la corrupción depende, en gran medida, de la voluntad política y la capacidad de decisión del titular del Ejecutivo y de la autoridad moral de los gobernantes” y hoy nos quedan debiendo.

 

En  lo sucesivo las consultas no tendrán credibilidad, no sólo en México sino en el mundo.  Imperdibles los resultados ya previstos de las consultas que vienen, con chanfles fenomenales que vaticinan un futuro de inestabilidad financiera, económica, de seguridad, todos asuntos urgentes de Estado, e incluso de seguridad nacional: Para un Acuerdo Nacional sobre la Educación; para la amnistía y pacificación, donde en los foros las víctimas rechazan el perdón a los agresores de miles de familias de la nación, y una de las más chonchas será la de la autonomía del Banco de México, entre otras sorpresas a partir del 1 de diciembre.

 

Lo que vemos es que prevalecerá el doble discurso. Nada cambiaria de confirmarse. Cómo dice su documento: la honestidad puede ser la tabla de salvación de México. Es imprescindible convertir esta virtud en inspiración y forma de vida de las instituciones y de los hombres que las dirigen.

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