Para mis muertos, flor de cempasúchil
Estimados lector-lectora, a propósito de la celebración de uno de los grandes misterios de la vida y la muerte, le comparto fragmentos del texto “Discurso por las flores” del poeta y escritor mexicano, Carlos Pellicer publicados en su libro SUBORDINACIONES. Estos versos los conocí en uno de los libros que han acompañado mi vida desde la escuela secundaria: EL GALANO ARTE DE LEER de Manuel Michaus y Jesús Domínguez, cuya primera publicación data de 1955 y con vigencia al día de hoy.
“Entre todas las flores, señoras y señores,
es el lirio morado la que más me alucina.
Andando una mañana solo por Palestina,
algo de mi conciencia con morados colores
tomó forma de flor y careció de espinas.
Ser flor es ser un poco de colores con brisa;
la vida de una flor cabe en una sonrisa.
Las orquídeas penumbras mueren de una mirada
mal puesta de los hombres que no saben ver nada.
La orquídea es una flor de origen submarino.
Una vez a unos hongos allá por Tepoztlán,
los hallé recordando las horas y el destino
de esas flores que anidan tan distantes del mar.
El pueblo mexicano tiene dos obsesiones:
El gusto por la muerte y el amor a las flores.
Antes de que nosotros “habláramos castilla”
hubo un día del mes consagrado a la muerte;
había extraña guerra que llamaron florida
y en sangre los altares chorreaban buena suerte.
También el calendario registra un día flor.
Día Xóchitl. Xochipilli se desnudó al amor
de las flores. Sus piernas, sus hombros, sus rodillas
tienen flores. Sus dedos en hueco, tienen flores
frescas a cada hora. En su máscara brilla
la sonrisa profunda de todos los amores.
(Por las calles aún vemos cargadas de alcatraces
a esas jóvenes indias en que Diego Rivera
halló a través de siglos los eternos enlaces
de un pueblo en pie que siembra la misma primavera.)
A sangre y flor el pueblo mexicano ha vivido.
Vive de sangre y flor su recuerdo y su olvido.
Nada nos hiere tanto como hallar una flor
sepultada en las páginas de un libro. La lectura
calla; y en nuestros ojos, lo triste del amor
humedece la flor de una antigua ternura.
(Como ustedes han visto, señoras y señores,
hay tristeza también en esto de las flores.)
Estos mayos y abriles se alargan hasta octubre.
Todo el Valle de México de colores se cubre
y hay en su poesía de otoñal primavera
un largo sentimiento de esperanza que espera.
Que la última flor de esta prosa con flores
séala un pensamiento. (De pensar lo que siento
al sentir lo que piensan las flores, los colores
de la cara poética los desvanece el viento
que oculta en jacarandas las palabras mejores.)
Quiero que nadie sepa que estoy enamorado.
De esto entienden y escuchan solamente las flores.
A decir me acompañe cualquier lirio morado;
señoras y señores aquí hemos terminado.”