A 13 días de la elección presidencial reconocí que los saldos eran positivos para los optimistas y claroscuros para los pesimistas. En los positivos encontré una fracción del “pueblo bueno” -y hasta del fifí- con ánimo renovado por la esperanza de alcanzar las condiciones propicias para vivir en paz y dignidad. En otro segmento el resentimiento social no podía ocultarse. La consecuencia más aplaudida del 1 de Julio fue la caída de la partidocracia. No obstante el ánimo de cambio, todo resultó una quimera en la transición.
A 4 meses, aún sin calentar la silla presidencial, la transformación de la vida pública emanada del movimiento social de Morena está empezando a tener serios reveses. No entienden que la soberbia provocó el rechazo de políticos en las urnas, así como la corrupción y los incumplimientos de campaña. “Las promesas son olvidadas por los príncipes, nunca por el pueblo” cita Giuseppe Mazzini. Entre los pendientes de alto impacto social, que quedaron de resolver -y se han incrementado en la transición- están la desigualdad, la violencia y la plutocracia.
Los estallidos sociales están a la vista, sea buscando justicia por propia mano o, en defensa de su territorio y modo de vida. Anuncios de reducción de pensiones a los adultos mayores, mientras la jefa de gobierno de Cdmx se va a Europa, calientan. Reclutar a jóvenes en la policía y Marina, en el contexto de un narco Estado está generando antipatía en las familias. Hay quienes ven en la convocatoria de AMLO un símil de las brigadas bolivarianas. La corrupción y la impunidad se ven entrampadas por el acuerdo con la mafia del poder y la consigna de amnistiar, duele a los padres y madres de desaparecidos el ver desvanecerse la única esperanza que tenían de encontrarlos.
Se gesta un riesgo mayor frente a las incongruencias de operadores de la transición. Las benditas redes aspiraban a convertirse en un pasivo para el nuevo Gobierno y la voz “ciudadana” se perfilaba como único contrapeso democrático del poder. Empero, las redes ya no funcionan como válvula de presión para desfogar la inconformidad social, y las comunidades están tomando acciones radicales para hacerse valer. Se alzan en Atenco, estudiantes, pueblos cooptados por el huachicoleo, empresarios, bloqueos de carreteras y todos aquellos que vean que se atenta contra lo poco que se tiene. Para rematar, sus legisladores se doblan los viáticos para no pagar la gasolina como todos, sirviéndose con la cuchara grande y negándose a la austeridad.
Se activan las alarmas ante el México bronco que se hace presente con machetes, marchas, gasolina y barricadas. Si no enderezan el árbol que está naciendo bien torcido el estado de las cosas pueden empeorar. Para los que argumentan que Andrés Manuel todavía no gobierna hay malas noticias, desde el 2 de julio lo hace de facto, le quitó al inquilino de los pinos el poder. Control que ya ni ejercía Peña Nieto, dicho sea de paso.
Preocupan el doble discurso de la austeridad republicana o tráfico de influencias para amparar casos de barandilla por delitos que ponen en duda la moral republicana. Ahí está el asunto del vocero de Olga Sánchez Cordero y ex coordinador de comunicación de Alejandra Sota, quien fue detenido por incumplimiento de deberes. O el diputado de Morena, Cipriano Charréz, quien no auxilió a la víctima del accidente vehicular que protagonizó y visibiliza como operan para taparse unos a otros, entre otras historias mediáticas que en cada entidad federativa muestran indicios de descomposición y prepotencia.
La lista de temas en la agenda de la incongruencia aumenta. A las traiciones al pueblo bueno agregue usted el empoderamiento de malvivientes de la política en el gabinete y estructura que provienen de la partidocracia. La ausencia de protocolos y formas provoca enfrentamientos, como el de Jiménez Espriú, próximo titular de la SCT, quien en su recorrido por propiedad privada aledaña al NAIM reaccionó con amenazas a la exigencia de salirse, comportamiento que no concuerda con la enumerada profusamente “república amorosa” y moral.
A 49 días de la toma de protesta vemos incongruencias como la cancelación o transformación de foros por la pacificación, en el marco de un pico de violencia que deja más dolor, extorsiones y desapariciones. Conductas que alcanza a los diputados morenos locales, que les hacen el juego a gobernadores, como en Veracruz, para nombrar fiscales carnales. Se acumulan tramas como el ejército que no saldrá de las calles, gasolinazos que seguirán disfrazados, una consulta sobre el NAIM que nadie le da un dedo de credibilidad, y que no saben si será bajo ese formato o encuesta, etcétera.
La boda y difusión fifí de César Yáñez, que por más que esgriman que fue un hecho de la vida privada de uno de los miembros del círculo cercano a AMLO, pegó en la línea de flotación de su eje moral, tras yerros discursivos como el “Yo no me casé”, que recuerda el famoso ¿Y yo por qué? del expresidente Fox.
Urge un golpe de timón de López Obrador para no perder su capital político.
En lo económico las estimaciones de inflación, los gasolinazos, la devaluación, el desempleo, entre otros, levantan el temor de una venezualización donde la inflación alcanzará el incremento de 10.millones por ciento en 2019, con un empobrecimiento de la población que solo se ve en países en guerra.
Vemos por tanto, que se repite la historia no obstante los llamados de AMLO a comportarse éticamente. Entre tanto el pueblo bueno, los fifís y todos los sectores mexicanos acreditan, con hechos y dichos, que no están dispuestos a tolerar mayores agravios de la clase política.