Inicio ColumnasEditorial “A 50 AÑOS DEL GENOCIDIO” 3ª. de 3 partes

“A 50 AÑOS DEL GENOCIDIO” 3ª. de 3 partes

by Carlos A. Bravo Matus

En Veracruz fueron severamente reprimidas por el Gobernador Fernando López Arias, defendiendo a los estudiantes y apoyando al movimiento el Rector de la Universidad Veracruzana, Fernando García Barna, terminando el movimiento el 26 de septiembre bajo amenaza de cárcel y expulsión del estado. El 7 de septiembre se hace un mitin en Tlatelolco, conocido como la Manifestación de las Antorchas y el 18 de septiembre el ejército invade la UNAM, sacando a empleados, maestros  e investigadores a punta de bayoneta. El 23, soldados y policías ametrallan el edificio de la vocacional 5 matando estudiantes e hiriendo a muchos.

El CNH convoca a un mitin pacífico el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, a fin de dar información y calmar los ánimos ante tanta agresión del gobierno y buscar otra solución al conflicto. Se reunieron estudiantes, trabajadores, amas de casa con niños incluso y habitantes de la unidad habitacional que escuchaba al orador desde sus ventanas, el mitin transcurría en paz, caía la tarde, nadie se había percatado de la presencia de francotiradores en edificios y la iglesia que rodeaban la plaza, cuando de dos helicópteros soltaron bengalas a la vez que soldados disfrazados de civiles levantaron la mano enguantada, sacaron sus armas y empezaron a disparar a diestra y siniestra, en tanto que se acercaba el Batallón Olimpia a paso veloz y disparando armas de alto poder y tras esos infames, tanquetas y carros de asalto. Los militares escudriñaron los edificios de la unidad, en el Edificio Chihuahua, encueraron, golpearon y detuvieron a los oradores y acompañantes, sacaron a los vecinos de sus casas, a muchos les dispararon al igual que a quienes bajaban en el elevador. Cortaron la luz y el teléfono de la zona que cercaron con soldados y tanquetas, la esquina de un edificio frente a la Sria. de Relaciones Exteriores fue destruida al igual que una panadería de un cañonazo. La plaza se llenaba de muertos, a los heridos los remataban, algunos logramos escapar del tiroteo y fuimos testigos a distancia de la masacre cometida por el “heroico ejército mexicano” y las órdenes de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y Alfonso Corona del Rosal. La prensa internacional calificó el acto de barbarie, la local sólo hablo de unos cuantos heridos y muertos. Ya entrada la noche, llegaron camiones que recogían los cadáveres y heridos, cientos, tal vez más de mil, llegaron pipas a lavar las baldosas de sangre y después se supo que muchos cuerpos fueron cremados en el campo militar. Por la mañana evacuaron los edificios aledaños con la advertencia de guardar silencio. El 12 de octubre se soltaban las palomas de la paz en la inauguración de la XIX olimpiada y Díaz Ordaz saludaba al mundo con su siniestra sonrisa mientras inauguraba los juegos.  A 50 años del genocidio, no es posible que calles y colonias lleven el nombre de los asesinos, que los archivos continúen resguardados y que no se haga justicia real para los caídos en lo que fue la real 4ª. Transformación del país. Por eso, 2 de octubre no se olvida ni se olvidará nunca.

 

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