En menos de tres meses los veracruzanos estrenaremos gobernador. Y lo haremos en un clima de gran expectación y optimismo ante la llegada de nuevos vientos, de la oportunidad de dejar atrás 14 años de administraciones que causaron un grave daño a Veracruz, un daño profundo que quebró la confianza ciudadana en las instituciones, dejó un saldo escandaloso en materia de corrupción, inseguridad e impunidad y llevó a los ciudadanos al hartazgo como pocas veces se ha visto y a decir ya basta en las elecciones del pasado 1 de julio.
Si los sexenios de Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte de Ochoa significaron el epítome de la corrupción, del abuso en el ejercicio del poder y el abrir las puertas a la operación en nuestro territorio de bandas del crimen organizado que convirtieron a la entidad en un reguero de sangre y un camposanto, el bienio que está por concluir concluye en las antípodas de lo que ofreció en campaña: recuperar la seguridad, la transparencia y la legalidad.
La gestión de Miguel Ángel Yunes Linares perdió el rumbo desde el inicio y zozobró cuando todo el diseño de su gobierno, desde la apropiación de los cargos públicos, el uso de los programas sociales, la aplicación selectiva y facciosa de la justicia, y la administración con fines electorales del presunto combate a la corrupción, giró en torno al intento, fallido a la postre, de heredarle el poder a su hijo.
Nada agravió tanto al ciudadano como sentirse engañado con un discurso falaz de un hipotético cambio que nunca llegó.
Por eso se espera que la llegada de Cuitláhuac García al Poder Ejecutivo del Estado responda a la demanda de los veracruzanos de cambiar, ahora sí, las prioridades del gobierno y dar las respuestas que la gente espera y demanda en el terreno económico, en lo social, en materia de seguridad y procuración de justicia.
Los veracruzanos tiene la esperanza de que ahora sí se sacudan lastres y estilos de ejercer el poder como si el servicio público, o más bien, la alta burocracia, fuera un espacio cerrado y hostil, ocupado por personajes varios que creen que le hacen un favor a la gente con su participación, cuestionable las más de las veces, en la administración.
Para que esto se haga realidad es necesario que el próximo gobierno haga realidad el discurso de que se acabó el tiempo de la visión patrimonialista del poder, que se debe gobernar para todos, con humildad y sensibilidad para entender el sentir de la mayoría de los veracruzanos y su rechazo al uso del poder público para los negocios personales, para las comisiones de los contratistas y proveedores, para beneficiar a los amigos y familiares, para el saqueo impune de las arcas estatales.
Será bienvenida y aplaudida la verdadera transparencia, la genuina austeridad en el ejercicio del gobierno y la rendición de cuentas que se anuncia.
No más funcionarios con aires de aristócrata. No más salarios estratosféricos, compensaciones millonarias, ni el uso de programas sociales, bienes públicos, vehículos o helicópteros oficiales para campañas políticas. No más simulación de honestidad. No más desperdicio y sustracción de recursos en el Congreso, en el Poder Ejecutivo o en el Judicial, que deben usarse para fines sociales concretos.
El reto del próximo gobierno es enorme y precisa por ello de un plan de desarrollo perfectamente diseñado, de un equipo de trabajo que esté a la altura de las demandas de los ciudadanos, de una verdadera visión del significado del servicio público.
Que se tenga claro, pues, que el interés general de los veracruzanos está por encima y ajeno a proyectos políticos partidistas, a estrategias electorales y sobre todo a prematuros afanes sucesorios.
La sociedad veracruzana debe estar vigilante para evitar que en aras de la construcción de proyectos políticos persista la perniciosa costumbre de ver al gobierno como un botín y una maquinaria electoral.
Sin duda, una de las principales tareas que tiene frente a sí la nueva administración es la reconstrucción de la credibilidad a partir del cumplimiento puntual de sus ofertas de campaña.
Se aproxima la hora de la verdad para Veracruz; Para quienes llegan y, desde luego, para quienes entregarán el poder.