A pesar de su estrepitoso fracaso en las elecciones del pasado 1 de julio, todo parece indicar que el grupo político que encabeza el ex candidato presidencial Ricardo Anaya Cortés mantendrá el control de lo que quedó de Acción Nacional.
Este lunes, y tras un amago de entrada en competencia, la fórmula conformada por el ex senador Héctor Larios y el ex gobernador de Puebla Rafael Moreno Valle “declinó” oficialmente en favor de la aspiración del ex diputado federal Marko Cortés –integrante del grupo anayista- para que sea el próximo dirigente nacional del PAN.
Bajo el gastado pretexto de que se buscó evitar un “desgaste” inútil, a lo que en realidad están renunciando los panistas es a mantener la tradición de un partido en el que antaño los puestos se ganaban a través del debate de las ideas y la búsqueda legítima del apoyo de sus correligionarios.
Esas prácticas –como muchas otras que lo caracterizaron en el pasado- han caído en desuso en el PAN, donde ahora privan los acuerdos cupulares y el reparto de botines y cotos de poder, muy a lo priista. Sin ir muy lejos, de buscar la presidencia de su partido, ahora Héctor Larios se “conformará” con la secretaría general en caso de que ganen la elección interna del próximo mes de noviembre.
Y no se ve cómo esto no pudiera ocurrir. Ricardo Anaya y su grupo se apoderaron del PAN desde 2015, aprovechando los enfrentamientos internos entre los calderonistas y la facción que entonces encabezaba Gustavo Madero, quien luego de dejar a Margarita Zavala fuera de la Cámara de Diputados, fue él mismo desplazado de la dirigencia por su “alumno” queretano, cuya ambición lo llevó a desgajar a su partido con tal de imponerse como candidato presidencial.
Con el control de los órganos directivos del partido y de la organización de la contienda interna, los anayistas tendrían la mesa puesta para continuar al frente del PAN a pesar de su rotundo fracaso en los últimos comicios, en los que el panismo fue aplastado y registró su peor votación de los últimos 30 años. Sólo la debacle del PRI, que fue todavía peor, pudo atemperar la del blanquiazul.
Así que previendo que de cualquier manera no tendrían con qué hacerles frente a los anayistas, Larios y Moreno Valle prefirieron unírseles junto con un grupo de gobernadores, para así garantizar su supervivencia política e integrar una nueva “nomenclatura” hegemónica dentro de Acción Nacional, completamente contraria a sus principios fundacionales, pero al final del día útil para sus ambiciones personales y de grupo.
De concretarse la permanencia del anayismo al frente del PAN, los grupos políticos internos antagónicos, y en específico el de Felipe Calderón, tendrían los días contados dentro del partido que sus padres fundaron, donde de todas maneras ya no tienen cabida.
El mayor problema para el panismo es que quedará totalmente desdibujado, carente de liderazgos reales, secuestrado por camarillas ignorantes de sus principios básicos. Y así muy difícilmente volverá Acción Nacional a ser una opción viable para un electorado que le dio la espalda precisamente por prácticas antidemocráticas y mafiosas como las que utiliza Ricardo Anaya para hacer política.
Por cierto, es notoria la ausencia en el proceso de renovación de la dirigencia nacional de quienes regentean al PAN en Veracruz: los Yunes. Y eso que se llegó a mencionar que el “junior” buscaba, primero, la presidencia, y después la secretaría general del partido.
Tal parece que a Ricardo Anaya no se le ha olvidado que sus “aliados” veracruzanos lo abandonaron durante la campaña. Y con lo rencoroso que es…
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