La plaga de nuestros días

La estupidez es contagiosa, tanto como la felicidad o el miedo. Ideologías sin sentido pueden cobrar fuerza cuando llegan a una masa de personas que no razonan lo que ven o escuchan, simplemente se dejan llevar. Hechos lamentables ocurren en nuestro entorno, hay muertos, sin asesinos detenidos, hay culpables de la inseguridad sueltos y los inocentes pagando por ellos, pero sobre todo entre la gente hay hartazgo y un exceso de desinformación.

¿Hasta dónde llega la influencia de la estupidez de algunos o la inocencia de otros? Basta con ver las noticias. Dos hombres son acusados de ser roba chicos en el municipio de Acatlán de Osorio, en unos instantes mueren quemados vivos. Más tarde la fiscalía condena los hechos, al igual que gran parte de la sociedad, pues al parecer eran inocentes y se trataba de dos campesinos. Pero, de ser culpables ¿Merecían morir así?, la gente llegó a tal punto de hartazgo respecto a la inseguridad en el que lo razonable es inútil e insuficiente para sus necesidades, por lo que decidieron tomar la justicia en sus manos.

El problema de actuar por mano propia y en masa es que las ideas no están claras y de inmediato un rumor se propaga como cierto, en medio del enojo colectivo la gente no hace juicios sobre ética o moral, simplemente actúa llevado por las emociones del momento y en esos casos generalmente las acciones repercuten sobre alguien más. Y si el atentado hacia dos personas no fuera lo suficientemente malo por sí solo o las alarmas de inseguridad no dicen nada a las autoridades, ¿Qué dice de nosotros la nota?

No sólo por el asesinato de dos seres humanos, sino por el hecho de que el evento fue transmitido en vivo vía Facebook, en las imágenes de los medios de comunicación se pueden observar las numerosas pantallas grabando el suceso como algo insólito ¿Y qué se hace después con eso? ¿Cómo pueden grabar un asesinato sin hacer nada para impedirlo? ¿Qué tenemos en la cabeza para grabar un atentado en vez de actuar para impedirlo?

Al parecer había tiempo de compartir que eran partícipes de un acto de justicia, pero no hubo tiempo de cuestionar si la justicia existía, hubo tiempo de perseguir a los presuntos culpables, de dejar que la gente se juntara pero no hubo tiempo de dialogar y actuar como seres humanos y tratar a las personas como tales. El problema de las masas es que no existe responsabilidad, todo es un contagio masivo de emociones, donde la individualidad de los seres se suprime para ser subordinada a lo que decida la mayoría.

Nos quejamos de la injusticia en el entorno, de la inseguridad y las mentiras de los gobiernos pero no somos capaces de actuar de distinta forma cuando se tiene la oportunidad. La plaga de nuestros días es la desinformación, dejar llevarnos por opiniones ajenas sin siquiera investigar o conocer el entorno, esa plaga que se ha propagado en chicos y grandes cuando comparten datos sin siquiera corroborar su autenticidad, basta con ver a todos los ilusos que a través de redes pedían se reconociera a supuestos mexicanos ilustres cuando más que estudiantes se trataba de estrellas pornográficas.

Dejamos que los juicios y etiquetas nos invadan y nos olvidamos de que la idea de tener más datos es para poder tener elementos de análisis, no para perder los ideales que antaño tanto pregonamos. La justicia depende de nosotros como sociedad, al igual que la seguridad que añoramos, pero nunca llegará en medio de la barbarie y sin razón en la que nos estamos manejando. México y el mundo necesita algo mejor de todos nosotros.

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