Dice una frase célebre de Napoleón Bonaparte: “la victoria tiene cien padres, pero la derrota es huérfana”; en clara alusión a una actitud humana que reacciona de forma contrastante ante la victoria o la derrota, demostrando que no estamos preparados para ninguna de las dos opciones, pero por naturaleza nos alegra siempre la victoria.
Acaba de concluir el proceso electoral más importante de los últimos tiempos por el tamaño de boletas que estuvieron en manos de los electores para decidir por encargos públicos, desde las diputaciones locales hasta la presidencia de la república.
Las campañas fueron un verdadero campo de batalla y los contendientes se dieron con todo; cuando sonó la campana del último round vino el momento de la ciudadanía para llenar las urnas electorales con las papeletas que indicaban la decisión que marcaría el ganador y los perdedores de la batalla.
Y aquí es donde se puede saber de qué están hechos los contendientes que en los momentos previos eran valientes y brabucones, pero que ahora estaban ante el umbral de la gloria o el infierno.
Vino la euforia en un bando y la tristeza y las caras largas en los demás. En un fuerte contraste que en un proceso democrático no debiera existir y en el que todos deberíamos sentirnos ganadores, pero que lamentablemente no ocurre así.
Y viene enseguida el reparto de las culpas ante el inevitable momento de admitir que “la voluntad del pueblo no está a mi favor”. Seguramente habrá muchas excusas y se declararán las traiciones que hicieron mella en el electorado.
Pocos reconocerán la culpa propia, por los errores de su partido, por los negros antecedentes de sus compañeros que han ocupado cargos públicos y que su desempeño ha sido un enorme lastre que no supieron cómo neutralizar.
Porque hay culpabilidades directas del ejercicio del poder, que lastimaron a la ciudadanía por una clara actitud de ambición personal que hizo de las promesas un papel desechable y del cesto de la basura su destino.
El pueblo veracruzano se cansó de esperar; porque de ser agraviado ya estaba cansado desde “endenantes” como dicen en mi pueblo.
Mírame fijamente a los ojos y comprueba tu misma que digo, la verdad que tú siempre has querido escuchar de mis labios amor.
No te engaño al pedirte perdón, por el daño que pude causarte, no des vuelta buscando un culpable, culpable soy yo,
Molestos contra Patricio Chirinos por creer que era un mal gobernante, le dimos el voto a Miguel Alemán. El primero entregó el estado con dinero en caja y CERO deudas, mientras que el segundo inició la ruta de la deuda con aquellos 3,500 millones que el Congreso le aprobó a 15 días de que le entregara el gobierno a Fidel Herrera y éste no sólo nos endeudó porque además inició el saqueo del presupuesto que continuó su recomendado Javier Duarte, con un quebranto de miles de millones de pesos que desaparecieron en las arcas públicas y aparecieron en propiedades de una camarilla de pillos.
Por eso el pueblo votó a favor de Miguel Angel Yunes Linares y terminó con el cacicazgo del partido que mantuvo el poder por muchas décadas, por eso el pueblo pintó el estado de un nuevo color, pero algo falló, porque muchas de las promesas de campaña no se cumplieron.
Los empresarios se quedaron con la ilusión de que les pagaría el gobierno los adeudos que estaban atorados y no ocurrió; muchas empresas quebraron y muchísimos empleos se perdieron; la economía local se estancó, en gran medida por la participación de empresas foráneas que actuaron como vampiros que chuparon el recurso veracruzano y con él reactivaron la economía de otros estados.
El desánimo y la frustración crecieron mes a mes; la desesperación y la angustia minaron la salud de muchos empresarios y a algunos les quitó todavía más.
Fueron miles de familias las afectadas; ¿Con qué ánimo supondremos que llegaron frente a la boleta electoral?
Por haberte tenido olvidada, por dejar que muriera el amor, por haberte negado mi mano, culpable soy yo.
Vendrá un nuevo gobierno y una nueva expectativa que no será jamás un cheque en blanco, porque la sociedad veracruzana ya aprendió y conoció el valor de su voto y no dudará en hacerlo valer en el próximo proceso. Más les valdrá a los morenos poner desde ahora sus barbas a remojar. Es mi pienso.