HEMISFERIOS
MANUEL RAMOS GURRIÓN
Rebeca Ramos Rella
A mi madre Griselda,
porque no hay gran hombre
sin una gran mujer a su lado.
Este es el discurso más difícil que he escrito en mi vida. Lo comparto como un testimonio de mi propio Homenaje a mi padre querido.
HOMENAJE LUCTUOSO EN MEMORIA DE DON MANUEL RAMOS GURRIÓN EN EL C.D.E. DEL PRI EN EL ESTADO DE VERACRUZ
19 de junio de 2018.
Palabras del Ing. Mtro. Juan Manuel Ramos Gurrión Rella:
Buenos días tengan todas y todos ustedes.
A nombre de mi madre Sra. Griselda Rella de Ramos Gurrión; de mi hermana Dra. Griselda Dionisia Ramos Gurrión Rella; de mi hermana Rebeca; de mi esposa, Mtra. Verónica Garza de Ramos; de mis hijos Mariana y Emmanuel y de toda la familia quienes, desde Coatzacoalcos hasta Montreal, Canadá, hoy lloramos la ausencia inesperada de mi padre, Lic. Manuel Ramos Gurrión, en primer término, agradecemos hondamente la deferencia y aprecio del LIC. AMÉRICO ZÚÑIGA MARTÍNEZ, Presidente del Comité Directivo Estatal del PRI en Veracruz, de las y los compañeros de partido, amigos, amigas, de mi padre aquí presentes, por este encuentro tan significativo y, también aprovechar para manifestar nuestro agradecimiento a cientos de personas, que han enviado y expresado un mensaje de aliento y solidaridad, para acompañarnos en estas fechas tristes y de conmoción.
Gracias por sumarse esta mañana, al Homenaje Luctuoso en memoria de mi padre, aquí en la sede del PRI en el estado, la casa de muchas batallas que mi papá libró, venció y superó, con muchos de ustedes, en más de 6 décadas de su vida dedicada al partido, a Veracruz y al servicio a la República.
El hombre que conocieron, con quien compartieron horas de trabajo y de acción, ayer a las 9:15 de la mañana, se fue como siempre, como soldado luchando con todo, muriéndose en la raya; valiente, fuerte y optimista; convencido de que ningún esfuerzo es suficiente, si no se da, hasta el último minuto.
Así lo hizo toda su existencia, siendo un niño de apenas 5 años, cuando empezó a ganarse la vida, con un precario cajón de lustrador de zapatos, a las afueras de alguna iglesia en Coatzacoalcos, que entonces le permitió completar centavos para un cuaderno y un lápiz, los medios básicos para poder ir a la escuela a estudiar y aprender y así tener oportunidad de ser alguien en la vida. Y es que en los casi 83 años que vivió, nunca olvidó que, para forjarse un destino, había que prepararse sin rendirse; había que esforzarse sin claudicar, había que eliminar barreras, miedos y pretextos en los pensamientos y en las acciones, para poder vencer, para poder conquistar.
Gustaba de contar la crónica cruda y dolorosa de una infancia difícil sumida en la pobreza; del trabajo arduo de su madre y su abuela, las mujeres grandes que le referenciaban, que toda meta exige un esfuerzo extra y mucho valor para enfrentar adversidades. Con ese bagaje, un día decidió viajar a la Ciudad de México, con la primaria terminada y un curso de taquimecanografía, a los 14 años y con muchas ganas de superarse. Siendo adolescente, modesto, solo, sin más ideal que abrirse camino, sin distracciones propias de su edad, trabajaba de día en alguna oficina pública como ayudante y estudiaba de noche.
Con ese temple invencible, muchos años después, un día celebró titularse como Abogado, sin reclamarle jamás, a la vida, las piedras, las carencias y el sufrimiento, por fin derrotados. Si algo se le admiraba además a mi padre, fue que, lejos de resentimientos, revanchas y codicias, se enorgullecía de su origen humilde, que le había dado el cimiento y el empuje para lograr sus ideales y que además le había reforzado, para siempre, su convicción de servir y de apoyar a otros que como él, nacieron en un entorno de pobreza, de pocas oportunidades y de mucha dificultad.
La dimensión que tenía de la vida a la que amó hasta el final, se sintetiza en una de sus máximas: En este mundo, en esta vida, nada es imposible: con esfuerzo, disciplina y dedicación, todo es posible.
Por esta energía que le brotaba desde la entraña, aún y hasta hace poco, ya con dolencias y estragos por su edad, no paraba; no se detenía, no se dejaba vencer por el peso de los años y menos, por las circunstancias.
Por eso, para nosotros, fue más que un padre y para mi madre, más que un esposo. Manuel Ramos Gurrión fue siempre un maestro, un guía, un líder, un faro de referencia, un ejemplo de vida. Un gran hombre, grande por sus batallas ganadas y también por las veces, que tuvo que levantarse, siempre entusiasta, positivo, trabajador, elocuente; ingenioso en las frases; un lector insaciable; un pensador y un orador nato; un conciliador templado. Un hombre modesto, honesto, íntegro y congruente. Terso y afable, si a su alrededor los ánimos se caldeaban; firme y exigente, si se requería la determinación, la solidez y los resultados.
Palabras de Profra. Lic. Rebeca Ramos Rella:
Todo esto que mi padre nos enseñó, es parte de su legado como ser humano y es la base de su vocación como hombre de instituciones, como político profesional y como eficaz y honrado servidor público; como priista convencido, siempre aguerrido para defender, fortalecer y preservar al partido, que hoy lo honra. El PRI que no debe olvidarse de lo que ha sido y debe seguir siendo, el semillero de líderes, de gobernantes, de representantes populares y dirigentes, los hombres y las mujeres que son su fuerza y su propia capacidad de transformación, porque el partido, es la institución y las y los militantes, son la garantía de su cambio y vigencia. Son la vida que oxigena y hace crecer al partido.
Esto decía mi padre, porque lo vio, lo vivió, como actor y protagonista toda su vida entregada al quehacer partidista, como dirigente, como Diputado local y Diputado Federal en dos ocasiones, como Senador de la República, como precandidato a gobernador del estado, como Presidente del Comité Directivo Estatal, como Delegado partidista en casi todas las entidades del país, el PRI tiene su mejor impulso de renovación y propuesta, en las y los priistas y su fortaleza, en los principios y valores que lo cimentaron, pilares que en la competencia natural de la vida democrática en Veracruz y en el país, no pueden ni deben soslayarse, ignorarse o minimizarse.
En charlas y reflexiones que compartía con nosotros, era claro que mi padre estaba convencido que, para hacer frente a cualquier desafío, para conquistar voluntades y simpatías, había que materializar en los hechos, en las acciones, el ideario que germinó al PRI. Anhelaba que el partido reforzara su unidad, partiendo desde la convicción de las aspiraciones, a la congruencia en las acciones; deseaba y lo expresó muchas veces a últimas fechas, que el PRI tenía que rescatar su fuerza vanguardista, desde la firmeza de sus orígenes.
Nos compartía: Si el PRI ha sido y quiere seguir siendo la mejor opción política de gobierno y de representación social, tiene que retomar su causa primaria y transformarla en bienestar, desarrollo y dignidad para la población. Y para lograrlo, en principio, tiene que aprender a reflexionar en conjunto; a revisar avances, a debatir propuestas innovadoras, a valorar la autocrítica interna que enriquece y fortifica y, debe consensar sobre los temas pendientes y acciones fundamentales que generen la restauración de la confianza ciudadana en su ideario, acción y compromiso social.
MI padre, estaba seguro que aquí y allá en los municipios, distritos y en todos los rincones del territorio veracruzano, hay mujeres y hombres valiosísimos, capaces en el liderazgo, talentosos y honrados en sus conductas y planteamientos, que pueden y deben devolverle al PRI, la credibilidad y la simpatía ciudadana, el apoyo y la vigencia, el poder de movilización y de gestión, para reencauzar, hacer crecer y restaurar la grandeza de Veracruz.
Manuel, nuestro padre, amaba esta tierra porque la conocía de cerca, porque la había caminado una y otra vez durante años. Y sabía que las fortalezas y las oportunidades de Veracruz, estaban manifiestas en cada uno de ustedes, de nosotros, de todas y todos los que queremos un mejor Veracruz, para las nuevas generaciones. Quizá para sus adentros, recordaba su niñez precaria y entonces, aportaba, llamaba a la reflexión, a la toma de decisiones para construir, juntos, las mejores posibilidades para jóvenes y niños, que entonces, ayer, él, como hoy, miles de veracruzanos quieren ser alguien en la vida, quieren superarse, quieren servir a esta tierra, con todo su corazón y deber.
Este lunes 18 de junio, a dos días de cumplir sus 83 años de vida, mi padre, que siempre nos alentó, nos exigió, nos abrió las puertas para ser productivos, honestos y autónomos, para trabajar sin descanso ni imposibilidades, nos dio una última lección en vida.
Siempre pensamos que su mente llena de luces, su ecuanimidad envidiable, su ingeniosa sentencia y elocuencia, lo mantenían en una especie de punto de equilibrio, donde no había cabida a excesos, ni radicalismos, ni estruendos.
Siempre accesible y sencillo con él, se podía hablar de todo, aprender más e intercambiar un diálogo inteligente y cultivado, que era una delicia asegurada.
Era más mental e intelectual, que emocional. Pero en verdad su gran pasión en esta vida, fue la política, la de alturas y nivel, la del profesional que ama a su partido, en las buenas, en las malas y en las mejores por venir; que tenía un compromiso de vida con Veracruz y su gente, con sus amigos, amigas, aliados, compañeros.
Leal hasta la muerte. Institucional hasta el final. Jamás reveló los secretos de la vida política nacional que conoció y en la que participó. No quiso escribirlos, no sabremos los recovecos jamás. Se llevó los secretos de sucesos nacionales que cambiaron al país y que vivió de cerca.
Es, será el custodio fiel de una historia que supondremos siempre. Es, será el político de estatura que después de oratoria en esgrima, era capaz de bajar de tribuna sólo para saludar y darse la mano con su peor adversario y, así volverse su amigo desde las coincidencias. Esta era su dimensión del respeto. Extraordinario.
Y algo más. Ayer, en su lucha sin parada por la vida que quería seguir viviendo a todo motor, su mente continuaba fuerte y decidida, pero más. Nos reveló, que ahí en el fondo de su armadura, de su carácter inquebrantable, habitaba el centro de su tierra interna, invencible, tenaz, pleno de nobleza, lleno de vida todavía.
En el umbral del final, de una vida completa y fecunda, apasionada por el servicio, fue su cuerpo cerrando compuertas, una a una y la última, la que se resistía, lo mantuvo unas horas más con nosotros.
Entonces ahí, entendimos que el motor de este hombre excepcional, de este padre, esposo, maestro, político, estaba su gran secreto, un enorme corazón del tamaño de Veracruz y de su historia, un corazón que, a ustedes, a esta tierra, al PRI, a nosotros, nunca, nunca nos falló.
Gracias Manuel Ramos Gurrión. Viva, viva, viva.
Muchas gracias.
rebecaramosrella@gmail.com