Jesús J. Castañeda Nevárez – jjcastaneda55@gmail.com
En la historia de la creación se dice que, en el principio todo era confusión; no había nada en la tierra y Dios puso orden en todo. Entre las cosas creadas Dios hizo a los animales, al hombre y luego a la mujer y les instó a que se multiplicaran. Y ocupados en las tareas de multiplicación vino “el chanclas” y engañó a la mujer y ésta hizo lo mismo con el hombre y éste al no encontrar a otro tarugo se quedó con las ganas en espera de que hubiera la oportunidad de desquite; fue así como quedó definido el engaño y la mentira como el instrumento oficial para conseguir los resultados que “el chanclas” quería y desde entonces y hasta hoy, todos los días ejércitos de mentirosos salen a las calles a hacer su tarea: engañar a alguien y tratar de no resultar también engañados.
Y pareciera que la práctica de las mentiras es motivo de honra y distinción, pues los partidos políticos prefieren a los más mentirosos como sus candidatos, pues eso les representa mayor posibilidad de alcanzar victorias.
El verbo es mentir y la conjugación es obligatoria. Es por ello que los más hábiles en mentir resultan los más aceptados, pues ellos saben las mentiras que el pueblo quiere escuchar y se las cantan en todos los tonos.
Todos saben que son mentiras, pero ese es el único verbo admitido, pues si algún aspirante a conquistar el voto de los electores dijera sólo las cosas posibles y alcanzables sin lugar a dudas perdería.
“Voy viviendo ya de tus mentiras, sé que tu cariño no, no es sincero; sé que mientes al besar y mientes al decir te quiero; me conformo porque se, que pago mi maldad de ayer”.
Lo lamentable de toda esta sarta de mentiras es que una vez llegado al poder el otrora candidato, comenzará un proceso de aterrizaje a la realidad y muy pronto ésta será confrontada contra las cosas que se dijeron y se prometieron en la campaña por el voto.
Vendrá el desencanto, la frustración, el coraje y enseguida el arrepentimiento de haber creído que todo era verdad y haber caído en las garras de un farsante con la candidez de una adolescente y haberle entregado su voto.
Pronto aparecerá un nuevo candidato y dirá las mismas viejas mentiras, que conseguirá el mismo resultado: el voto; y nuevamente el pueblo volverá a sentir la frustración por haber vuelto a tropezar y peor si resulta ser con la misma piedra.
Como colofón de la historia de una tragedia admitida y resignadamente aceptada por el pueblo, hoy por primera vez en Veracruz se vive el fenómeno de la reelección de diputados y algunos de ellos vuelven al mismo lugar, con la misma gente, con las mismas mentiras y pretenden salir con el mismo resultado.
“Siempre fui llevado por la mala y es por eso que, que te quiero tanto; mas iras a mi vivir la dicha con tu amor fingido; miénteme una eternidad que, que me hace tu maldad, feliz”.
Aún no maduramos como sociedad, de manera que hagamos severos cuestionamientos de las cosas que prometen, muchas de ellas que ni siquiera corresponden a las funciones del encargo que pretenden.
Son los mismos rostros, los mismos apellidos, las mismas mentiras, los mismos engaños y ¿quieren salir con las mismas victorias? Será que algún día aprenderemos y defenderemos nuestra dignidad para constituirnos en una sociedad más involucrada y participativa, para no ceder nuestro voto a cambio de una cajita con una mísera despensa.
Los que han prometido y no han cumplido, no pueden ver a la cara al pueblo y mucho menos pueden intentar verle la cara como la vez pasada y volver a arrebatarle su voto. O simplemente volveremos a cerrar los ojos y con resignación dejarlos pasar, dejarlos ser y dejarlos hacer. Porka Miseria.
“Y que más da, la vida es una mentira; miénteme más, que me hace tu maldad feliz”.