En las últimas semanas la saturación de promocionales políticos han rebasado la capacidad de aguante de la sociedad, aún los asiduos lectores de noticias se muestran cansados de ver que éstas están revueltas entre las campañas y los secuestros, de las encuestas a los mutilados, de las descalificaciones entre candidatos a los homicidios y feminicidios, de las tendencias de la intención de voto a las desapariciones forzadas. Todo es político y todo es sangriento.
Los candidatos se esmeran en encontrar las mejores frases para exponer las mejores mentiras y se apoyan de cifras tan elaboradas que resulta imposible dudarlas o rebatirlas, por lo que el pueblo mejor las da por buenas, pues ya sabe que son engaños y lo que le anima a asistir a los eventos de campaña es para ver que le regalan.
Por su parte, los gobiernos federal, estatal y municipal hacen su juego y de forma descarada hacen campaña, con la confianza y seguridad de que el árbitro está viendo hacia otro lado, de modo que pueden hacer lo que sea y no pasará nada; eso contrasta con el sentido de legalidad que insisten en promover, porque, aunque todos vemos los ilícitos que se cometen, no pasará nada.
Los ciudadanos electores entendemos entonces que todo es simulación y que mucho de lo que se dice y hace es parte de un show perfectamente montado como para que el pueblo se entretenga.
De modo que pareciera que el mundo entero se detiene y para el gobierno sólo lo importante continúa, esto es, el proceso electoral.
Y mientras que se representa la puesta en escena de, “el proceso democrático a la mexicana”; de manera simultánea ocurren hechos que sí son totalmente ciertos y en donde los actores son los hombres y mujeres que soportan financieramente todo el show de falsedades electorales; como ciudadanos de un submundo que trabaja en la zona de máquinas de los grandes cruceros mientras que los privilegiados se divierten tranquilamente sobre cubierta.
Un sector de emprendedores y empresarios que madrugan y se desvelan todos los días para hacer que sus empresas continúen produciendo riqueza y generando empleos.
Empresas que en su gran mayoría (99%) son micro, pequeñas y medianas que generan 8 de cada 10 empleos; empresas que pagan impuestos y construyen con ellos el presupuesto que los gobiernos y la clase política gasta de forma indiscriminada e irracional en cosas distintas para lo que fueron destinados.
Empresas a las que el salario de sus trabajadores les es sagrado, porque representa la forma de corresponder al esfuerzo de productividad de hombres y mujeres que son cabezas de familia.
Empresas que viven en un mundo real de trabajo y esfuerzo y que sostienen a un mundo irreal de fantasías y mentiras de la clase política y del servicio público. Un mundo donde los que producen mantienen a los que no producen.
Empresas que de manera directa o indirecta forman parte de la red de proveedoras de alguno de los 3 niveles de gobierno y que en muchas ocasiones son pisoteados por prácticas nefastas de malos servidores públicos que les retrasan el pago o se los hacen perdidizo.
Empresas veracruzanas que confiaron en su cliente gobierno y que hoy viven de rodillas porque no han recibido el pago correspondiente y muchos con reclamos con 3 o 4 años de antigüedad.
Empresas que sobreviven acosadas por los bancos y otros acreedores que les han ido embargando poco a poco sus activos.
Empresas que representan un número muy importante de electores y que significan un número importante de votos; electores que hoy se preguntan: ¿y los proveedores apá?, ¿hasta cuándo serán tratados con justicia? ¿hasta cuándo los veracruzanos volveremos a sonreír? Porka Miseria.