La política siempre divide, enfrenta entre sí a los desconocidos, a los colegas de trabajo, los amigos e incluso a las familias, cada periodo electoral siempre suscita debates y discusiones, pero hay una línea muy delgada entre el debatir ideas y la búsqueda de imposición, entre apoyar a alguien y caer en el fanatismo.
Existen diversas formas de pensar previo a una elección, en este caso estamos los indecisos, cuya opinión varía según lo percibido en cada candidato y sólo será definitiva el día de las elecciones, están los que piensan que la única opción es alguno de los independientes, o los que piensan votar por una mujer sólo por su género, los que creen que el mundo es de los jóvenes, por eso van con Anaya; los que siempre han apoyado a AMLO, los que creen que Meade sí hace al PRI diferente y en fin, los ideales pueden ser tantos como los desacuerdos entre ideologías diferentes.
Quizás me equivoque, pero ningún fanatismo es mayor que el de los seguidores leales a algún partido o candidato, principalmente lo he visto entre los seguidores de Andrés Manuel López Obrador, si usted no es uno de ellos lo invito a hacer la prueba, haga un comentario en su contra y de inmediato saldrán personas a atacarle por no pensar igual que ellos. El problema es que justo esa cerrazón de sus creyentes, también la he visto en sus detractores respecto a otras problemáticas sociales, y es justo el sentimiento de hartazgo, la falta de diálogo y de respuestas la que llevó a mucha gente a creer que un hombre podría llegar como mesías a salvarnos de corrupción y todo mal.
Tal como lo decía Jorge Fajardo en un artículo en internet titulado “AMLO existe por ti”, existe por la indiferencia de la gente, porque después de años sin ser escuchados y opresión, él representa una esperanza para gran parte del país. Las opiniones en torno a él son muy polares, salvo la de unos cuantos que estamos en el medio y que lo único que podemos ver es el odio constante entre unos y otros.
Las palabras de odio de quienes llaman Chairos a sus seguidores y viceversa de quienes insultan a los demás por no compartir su ideología, llamándose una y otra vez de formas despectivas son un claro reflejo de que el problema somos nosotros como sociedad. La falta de tolerancia es evidente, ojo, con esto no quiero decir que todos los seguidores de AMLO estén llenos de odio y faltos de argumento, ni que en otros partidos no se vea la misma idiosincrasia, el punto aquí es que por un lado exigimos respeto y un trato justo, pero por el otro nos dejamos llevar por emociones y rencores arraigados (con justa razón) y nos olvidamos de un diálogo constructivo del que todos podamos aprender y rescatar cada una de las propuestas.
Desconozco si estas elecciones las ganará Andrés Manuel López Obrador o Ricardo Anaya (evidentemente alguien más en estos momentos no figura de manera real en la opinión pública) pero una vez pasadas las elecciones tengo la certeza de México no va a cambiar milagrosamente, gane quien gane. Para que el país cambie debemos cambiar primero nosotros, escuchar al prójimo respetando su opinión y tener una idea propia sin buscar la imposición de la misma. Comencemos por respetar la decisión de voto de los demás, apoyen a quien apoyen, dejemos de lado frases que hagan menos a otros por su condición social, por su apariencia física o su forma de pensar y comencemos a ser críticos con argumentos reales.