* Anaya ataca y hiere * Meade, gris * El Bronco, el mochamanos * Margarita no tiene con qué * Un circo llamado debate * López Obrador: lo suyo no es debatir * Amado: candidatura perdida * Corpi Lara: más que una agresión, un atentado * Tronco: el panismo simula quererlo * Rocío Nahle: el desaire de los colonos
MUSSIO CARDENAS ARELLANO
Publicada en mussiocardenas.com
23 de abril de 2018
A quemarropa, la frase hiere: “Es una farsa tu historia, Andrés Manuel”.
Y el Peje no reacciona, ni refuta, ni increpa. Queda pasmado, atolondrado, sacudido por las tres, cuatro, cinco sentencias lanzadas por Ricardo Anaya Cortés, el candidato de la derecha, el panista que habla de engaño y complicidad mientras lo incendia el fuego mediático y el asedio de la PGR por triangular recursos públicos y por el lavado de capitales, por los moches y su vida de oropel.
A centímetros de él, acicateado por su rival, nada dice López Obrador. No invoca las virtudes del que siendo humano puede equivocarse y rectificar, o perdonar, o enmendar, o hacer amigo a su enemigo hasta construir su nuevo proyecto de país con las fuerzas que en el pasado lejano, sus días en el PRI, se confrontó hasta tener que andar por los caminos de la oposición.
Pega Anaya en lugares tan comunes que AMLO, mínimo, debió intuir: que si los artífices del Fobaproa, los autores del fraude bancario que el pueblo pagó, son hoy parte de su dream team; que si su origen es priista, líder del PRI en Tabasco cuando Carlos Salinas de Gortari comenzaba a despegar; que si Bejarano recibía dinero ilegal y sigue operando en Morena; que si su gobierno en el entonces DF estuvo marcado por la inseguridad, el homicidio, el secuestro.
Pega Anaya porque Andrés Manuel lo dejó suelto. Ligado al priismo, su cuna, pudo invocar las rupturas históricas, los deslindes, los quiebres en los sistemas políticos que dan paso al movimiento popular, suscribiendo nuevos pactos y acuerdos, aun echando mano de quienes habrían sido sus verdugos en otros tiempos. Pero no refutó.
Aquello no fue un debate. Fue circo. Fue show.
Trabados en la descalificación, se pierden los proyectos, las ideas, la fórmula que rescatar la paz, para revertir la violencia, para enfrentar la corrupción.
Debatir es algo más. Sirve para contrastar la oferta de uno y otro candidato, el cómo acabar con el baño de sangre, las ejecuciones, el secuestro, las diversas formas de criminalidad. Pero ahí, en el encuentro de los candidatos presidenciales, los planteamientos son estériles, inconsistentes, evasivos.
Margarita Zavala siguiendo la guerra contra el narco emprendida por su esposo, el ex presidente Felipe Calderón.
Anaya y Meade reforzando la estrategia de inteligencia, el desmantelamiento de los cárteles, reforzando las políticas para atender las causas que llevan a los jóvenes a buscar su destino en las drogas, y de ahí a integrarse a la cadena del narcotráfico.
López Obrador persiste en su proyecto de paz marca, la amnistía que según él es perdón sin olvido. Habráse visto semejante ignorancia. Amnistía es olvido, y el olvido extingue sanciones y cura heridas.
Y ahí se la arman al Dios Peje. Perdón a los criminales es impensable, es aumentar el dolor de los familiares de las víctimas.
Perdón a los criminales es pactar con capos y sicarios, los artífices del dolor de cientos miles.
Así lo niegue López Obrador, así aclare que lo suyo es sólo un planteamiento para explorar la vía del diálogo, así acuñe su frase, que en realidad ni es suya: “no se puede combatir violencia con violencia”, Anaya, Meade, Margarita y El Bronco lo tunden a placer. Y El Peje no tiene con qué responder.
No hay estadística que salve a quien vive en otra dimensión. AMLO exhibe sus logros en materia de seguridad cuando gobernó el Distrito Federal. Muestras cartones con cifras. Y compara sus números con los del gobierno federal, los de Fox y los de Calderón. Y presume la efectividad.
Anaya lo confronta. Las cifras reales son distintas, y López Obrador no tuvo el éxito que le hicieron creer.
Anaya da la puntilla: una fotografía de la macro manifestación en el DF protestando por el alza en el secuestro.
Otro tópico, el de la corrupción, le da armas a López Obrador. Anaya y Meade, y hasta Margarita Zavala, representan al PRIAN. Y ahí está la razón de la debacle mexicana.
PRIAN se ha comido cada pedazo de México. Prolifera el negocio y no el bien social. Si López Obrador citara los nombres de los corruptos y describiera cómo han lucrado con el poder, el debate de domingo 22 habría sido interminable.
Ahí, el dueño de Morena los destroza. A López Obrador no le han podido probar nada ilegal y él sí los fustiga, les recuerda la corrupción del salinismo, del foxismo, del calderonismo, del peñismo.
En ese punto del debate, Anaya y José Antonio Meade se tocan, se hieren, se embisten sólo para dejar la imagen que no se confabularon para hacer trizas al Dios Peje. En el fondo es una maquinación.
Ahí, cada uno tiene su historial.
Carga Anaya con los “moches” —la comisión inmoral por incluir obras en el presupuesto de la Federación— cuando pastoreaba a los diputados del PAN y el escándalo por la nave industrial en Querétaro, por la que la Procuraduría General de la República indaga a quienes le vendieron el predio y luego le compraron el área construida, el lavado de dinero, la evasión.
Anaya refuta y muestra que a él un tribunal le dio la razón y lo dejó más limpio que cuando empezó este show.
Meade cumple con pronunciar el refrán de la honestidad, habiendo sido alfil de un régimen marcado por la corrupción. Y Anaya le muestra la fotografía cuando partía el pastel con el ex gobernador de Chihuahua, César Duarte Jáquez. Vaya contradicción.
Y luego lo insta a atender “las siete de siete”: Odebrecht, la estafa maestra, los desvíos en Sedesol, el socavón en Morelos, César Duarte, Javier Duarte y Roberto Borge, la tríada de gobernadores que asaltaron el erario.
Le faltó citarle que hay una Casa Blanca. Y hurgar en el origen de esa Casa Blanca, en los presuntos ahorros de la esposa del presidente, Angélica Rivera, en la promesa de venta que no cumplió, en la empresa inmobiliaria que supuestamente la vendió. Un insulto de 86 millones de pesos.
Todos contra AMLO, golpeado y menguado, el dueño de Morena vive su peor debate en 12 años. No le fue tan mal frente a Felipe Calderón, en 2006, ni ante Enrique Peña Nieto en 2012.
Lo masacra Ricardo Anaya cuando cita el libro “El Fobaproa, Expediente Abierto”, de la autoría de López Obrador, en el que describe el fraude bancario que terminó pagando el pueblo. Y le recuerda que dos de sus artífices, Miguel Ángel Navarro y Alfonso Romo, son parte de su círculo de poder. Navarro aspira a ser senador por Nayarit; Romo será su jefe de gabinete si gana la elección presidencial. Polvos de aquellos pillos.
Anaya pega con el pasado priista de AMLO. En sus años mozos fue cabeza del PRI en Tabasco y en los días en que Carlos Salinas de Gortari descollaba, López Obrador seguía ahí.
Tira un dardo más: Manuel Bartlet, el intendente del fraude electoral, al que se le cayó el sistema en la elección de 1988, el verdugo de Cuauhtémoc Cárdenas, hoy es el líder de Morena en el Senado. Y le muestra la fotografía de Bartlet y Salinas.
Y la frase letal: “Es una farsa tu historia, Andrés Manuel”.
Le falla a López Obrador el lenguaje corporal. Sonríe poco. Clava la mirada en la inmensidad, ajeno a todo. Mira con incredulidad, con una expresión de desgano. Endurece el gesto.
Conminado a definirse honesto, lo hace. Y entonces viene la burla de Jaime Rodríguez, El Bronco, el candidato de las firmas falsas, el candidato independiente sólo por decisión el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el de la locura de cortarle la mano a los que roban.
Nada como la estampa de López Obrador al concluir el show. Se va en silencio. Toma sus cartulinas, las guarda en un portafolios, da la espalda, baja del estrado y se retira con paso lento.
Su estampa es la de un hombre que huye, apabullado, destrozado.
Habría de decir en un video, una hora después, que le hubiera gustado responder a Anaya, “muy hablantín, farsante e hipócrita”.
Y refirió:
“Me hubiese gustado responder a otras mentiras —apuntó—, sobre todo del candidato del PAN, que habló de que cuando fui jefe de gobierno bajó la inversión en la Ciudad (de México). Puras mentiras, fue cuando más inversión hubo en la ciudad. Inclusive inversión extranjera”.
¿Le hubiera gustado responder?
Debió hacerlo. Pudo hacerlo. No lo hizo. ¿Por qué?
Nunca antes se le vio así.
Archivo muerto
¿Culpa del OPLE, de Yunes o fuego amigo? Súbitamente, Amado Cruz Malpica queda al aire, sin candidatura a diputado local por Coatzacoalcos, su reelección. Su registro fue anulado por el Órgano Público Local Electoral de Veracruz por no apegarse a la norma, por ser postulado por Morena, del que es militante, en un distrito que la coalición del pejepartido-PT y Encuentro Social determinó tenía mano el PES. De inmediato, Rocío Nahle —que manda más que el líder estatal de Morena, Manuel Huerta— situó ahí a un incondicional, el doctor Roberto Ramos Alor —“Breaking bad”—, suscitando la polémica, gestando un conflicto que habrá de ahondar las diferencias en Morena. Según su mecánica de selección de candidatos, después de Amado Cruz Malpica el que mejor punteó fue el famoso vendelotes, Salvador Cueto Sosa, el que invade terrenos o los compra pero no los paga y luego su hija, la regidora Fabiani Cueto, pugna y puja para que el ayuntamiento apruebe su regularización. Cueto debió ser postulado, no Ramos Alor. Si Cruz Malpica no logra revertir en los tribunales la decisión del OPLE, el siguiente round será protagonizado entre el recomendado de Rocío Nahle y el cuestionado vendelotes. Morena acusó que la decisión del OPLE fue motivada por el gobernador Miguel Ángel Yunes, pero al interior del pejepartido y en el círculo cercano a Amado hay la certeza de que la tenebra fue obra de Rocío Nahle, lideresa del Grupo Barbarazo, pues todo lo destruye… Agredido, infamado, Rodolfo Corpi pone a prueba la justicia en Veracruz. Acusado de mapache electoral, sin serlo, enfrentó en la elección de agente municipal de Villa Allende a una horda sin freno, la de Javier Prot Cabrera, golpeado a placer, cercado por una banda de rufianes y por ciudadanos que reaccionaron al escuchar un embuste vil, la imputación de que había atropellado a una mujer embarazada. Sobre Rodolfo Corpi Lara, diputado local suplente de Morena, se volcó una turba demencial, azuzada por Javier Prot, una runfla que agredió primero a uno de sus acompañantes y luego, cuando abordó su vehículo y huyó, le lanzaban otros autos sobre su carrocería, hasta recibir el impacto de una roca mayúscula sobre la ventana del conductor y en la cabeza de Corpi. Lo suyo no fue casual. Fue una venganza por un hecho ocurrido en la elección de alcalde, en 2017, cuando un miembro de los Prot fue aprehendido, trasladado a Xalapa, enfrentado a la justicia, imputándosele portación de armas y otras cosas más. De Xalapa aquel Prot regresó transformado. Se fue priista y regresó panista. Lo de Corpi no fue un incidente electoral. Hay una línea a seguir, la del intento de asesinato. Y hay un nombre clave, el que ejecutaría la acción. Ya lo sabe quien lo tenía que saber… Qué iluso es Renato Tronco. Sólo él podría suponer que el panismo lo hará diputado federal, que el panismo tiene algo con qué competir, que el panismo lo podría ayudar. Jalan parejo unos, los no panistas, y jalan en contra los del partido del bien común. Tronco, con su negro historial y tufo a muerte, sabe que de vencer en las urnas el 1 de julio será diputado y algo más: candidato natural a la alcaldía de Coatzacoalcos. ¿Cómo, pues, el panismo le allanaría el camino a la gloria? ¿Cómo la infame operación política, sus cuadros en tareas electorales, podrían empeñarse para que el sombrerudo de Las Choapas terminara comiéndoles el pastel? De labios hacia fuera, el panismo pregona que Renato Tronco va que vuela a la diputación federal por el distrito de Coatzacoalcos, pero en sus adentros se fragua el vacío, la ausencia, el día que hay que votar. Tronco habla, ofrece créditos blandos, programas de ayuda a madres solteras o en condición de pobreza, y hay quienes se dejan prender. Pero el panismo, que ya gusta de la traición, da línea: con Yunes Márquez para la gubernatura de Veracruz y con quien sea, menos con Renato, por la diputación federal… Sola y desangelada, Rocío Nahle siente de nuevo el silencio y la ausencia de los que deben darle el voto. Llegó a Manantiales, en el poniente de Coatzacoalcos, y eran más los que iban con ella: Ricardo Ahued Bardahuil, su compañero de Morena con el que quiere llegar al Senado; con Tania Cruz, aspirante a diputada federal, y un puñado de adeptos, entre ellos el director de Atención a Discapacitados en el ayuntamiento de Coatzacoalcos, José Juan Ríos, más ellos que el conglomerado que los debía vitorear. Su imagen circula en las redes, Rocío sonriente, en la toma cerrada. A distancia se ven unos cuantos, y de los colonos, nada. Cuadras adelante, el PAN-PRD-Movimiento Ciudadano acompaña a Renato Tronco. Las gráficas muestran un evento más nutrido. Su operación electoral es infame y lo único que salvaría a Rocío Nahle es el voto a ciegas por López Obrador y por Morena…
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