El presidente ideal

Un hombre compite durante tres elecciones presidenciales, tres ocasiones pierde. No estoy hablando de Andrés Manuel López Obrador, esta historia es diferente o quizás un antecedente que vale la pena conocer. El primer intento ocurre en 1989, después en 1994, una vez más en 1998, siempre representando a la izquierda, en todas las ocasiones alguien más lleva la delantera, el hombre en cuestión era un admirador de Fidel Castro el hombre que para muchos representó un héroe, para otros un demonio.

Después de tres fallos consecutivos alguien pensaría, este hombre está loco, tiene sed de poder, su ambición es insaciable, ¿pero qué busca?… y fue así como una vez más buscó la presidencia de su país, un país que más bien representa gran parte de un continente pero que está sumido en inseguridad y pobreza, parece que puede despegar, pero no se sabe con certeza. Es 2001 las propuestas de este hombre tan radicales e izquierdistas comienzan a ser más neutrales, el socialismo deja de mencionarse y se hacen alianzas con empresarios, la imagen que antaño era de un radical aguerrido comienza a ser la de un hombre afectuoso que viste traje y corbata, porque aunque no lo crean señores lo que nuestros ojos ven influye en lo que el cerebro piensa.

Fue así con unos cambios tan sencillos como contundentes que en 2002 este hombre ganó la presidencia, Luiz Inácio Lula da Silva se convirtió en el hombre más votado en la historia de Brasil, desconozco si fue o no un buen presidente, si realmente cometió los actos de corrupción por los que recientemente fue preso, pero es evidente que en él hay un líder, porque de lo contrario uno no puede explicar los millones de personas que le protegen y que le quieren libre. Aciertos durante su gobierno tuvo muchísimos, sitúo a Brasil como una verdadera potencia, las políticas sociales implementadas permitieron una verdadera disminución de la brecha entre ricos y pobres, se volvió un líder reconocido y respetado dentro y fuera de su país. La gran mancha que le persigue es la corrupción, la cual desconozco si es real o una estrategia política para truncar su papel en estas elecciones.

Me interesa de repente este personaje, porque creo que la historia siempre nos da lecciones valiosas y en los comicios electorales que tendrán lugar en nuestro país vale la pena conocer la historia de otros países, entender la diferencia que existe entre un dictador y un líder, porque a simple vista podríamos ver a ambos con seguidores, pero cuando uno analiza con lujo de detalle a ambas figuras encontraremos diferencias abismales, no es lo mismo seguir a alguien con una fe ciega y confianza que obedecerle esperando su pronto tropiezo o desaparición.

Retomo una figura presidencial extranjera, pero también a la nuestra para entender ¿Qué presidente queremos? Recientemente Enrique Peña Nieto dio un gran discurso, el discurso digno de la figura presidencial que muchos esperamos durante todo su mandato, aquel en el que nos dignificara y por supuesto en el cual se reconociera nuestra valía como Nación, fue un discurso sin distinción política, de inclusión, de aliento y esperanza, por un instante todos nos sentimos orgullosos, pero fue sólo eso, un cúmulo de palabras que llegaron quizás un poco tarde para posicionar a la nación pero a tiempo para una salida digna de nuestro mandatario.

En esta temporada de elecciones ¿por quién votamos?, o quizás la pregunta ideal sería ¿por qué? Como diría Simon Sinek, todo empieza por un ¿por qué?, por algo que realmente nos mueva desde el sentir, que vaya más allá de propuestas convencionales en las que se busca el bien, necesitamos razones reales, personas que como Enrique Peña Nieto en su último discurso nos den seguridad, porque eso es lo que distingue a una figura de liderazgo. De acuerdo a Sinek, los líderes siempre comen al final, ven primero por los suyos, para garantizar así que estos vean por él y entre sí mismos y no por ellos para después ver si se puede ayudar a los demás.

El presidente ideal será aquel con ganas de desafiar los retos del país: la inseguridad, la pobreza, la falta de educación, el aumento de enfermedades como la diabetes, nuestro próximo presidente debería ser aquel que realmente tenga un motivo para llegar a la silla presidencial y no el que su único motivo sea llegar. Un líder cree y hace que otros crean en su proyecto porque se sienten protegidos, los líderes no sacrifican a personas por dinero, pero sí al dinero para salvar personas. Analizando esto, ¿Quién sería la persona digna de tu voto?

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