Muchos de los acontecimientos más dramáticos ocurridos en el mundo moderno sucedieron lejos de nosotros; nos enteramos por los medios de comunicación y acapararon por un breve tiempo toda nuestra atención, como una forma de involucramiento o de solidaridad con lo que podrían estar pasando las personas directamente afectadas.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas que implicaron el secuestro de cuatro aviones de pasajeros por parte de 19 miembros de la red yihadista Al-Qaida, que ocasionó la muerte de 2.973 personas entre los pasajeros de los aviones, los ocupantes de las torres y del edificio del Pentágono, los bomberos, policías y muchas personas que figuran en lista de desaparecidos.
Los atentados del 11 de marzo de 2004 en la estación de Atocha en Madrid, también conocidos como 11-M, fueron una serie de ataques terroristas en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid.
Los atentados en el metro de Moscú del 29 de marzo de 2010 fueron dos ataques terroristas suicidas con bombas que se produjeron durante la mañana de ese día en el metro de Moscú (Rusia).
Y más recientemente el conflicto de Siria que inició en 2011 como una serie de protestas contra el gobierno por una crisis de desempleo, de corrupción y de falta de libertad política, tomando una tendencia negativa, pues a medida que el reclamo popular crecía la represión del gobierno se intensificaba.
Los simpatizantes de la oposición comenzaron a armarse, primero para defenderse y luego para expulsar a las fuerzas de seguridad de sus regiones.
El conflicto muy pronto se convirtió en más de 7 años de guerra y actualmente sigue cobrando la vida a centenares de miles de personas y desplazando a millones.
Este como todos los eventos estaban lejos de nosotros, eran sólo noticias, imágenes y sonidos que transmitía algún canal noticioso, pero que podíamos suspender voluntariamente con sólo apagar el televisor o cerrar nuestra computadora.
De pronto las noticias tuvieron mayor cercanía y se ubicaron ya dentro del territorio nacional, primero por el reconocimiento por parte del gobierno de un problema social en el que participan grupos delictivos y luego por su estrategia de combate que representó muchos miles de muertes de personas directa o indirectamente involucradas.
El problema creció al igual que el miedo de la población; las noticias ya no eran vistas o leídas en un medio de comunicación porque ahora sucedían en vivo y a todo color. El agravio se generalizó y nadie quedó fuera de él. Los que antes representaban la seguridad, tranquilidad y confianza, ahora pasaron a ser parte de los otros grupos.
El problema se mezcló con una descomposición política y una lucha de grupos por el poder; prácticas corruptas que saquearon las finanzas públicas y cortaron las vías de desarrollo económico de los sectores productivos. La economía estancada, sin crecimiento, sin políticas de fomento ni de promoción que ocasionaron el cierre de miles de empresas y la desaparición de miles de empleos.
El fantasma de Siria nos invadió y comenzamos a vivir en un fenómeno de lucha fraterna en la que hemos comenzado a pelear entre nosotros, entre hermanos, entre la misma familia separada sólo por una delgada línea entre gobierno y pueblo.
Uniformados que golpean a sus hermanos sin uniforme y amparados por el poder de un espacio gubernamental pisotean a sus hermanos que sólo son pueblo.
Situaciones de violencia sin armas, en el más simple de los trámites burocráticos que ubica personajes que al estar dentro de un sistema de gobierno los hace sentirse un ser superior, ignorando que su salario proviene del bolsillo del contribuyente que está frente a él y al que hoy maltrata y humilla.
El pueblo se está cansado; el desempleo galopante rebasó las zonas marginadas y llegó a las clases medias, subiendo el nivel de afectación poco a poco. Muchos jefes de familia están ya desesperados y dispuestos a todo, pues ya no tienen nada que perder.
Las malas noticias hoy son todas locales. La violencia, la corrupción, el desempleo, la inseguridad, los robos, asaltos y crímenes, todo, todo es normal y cotidiano.
Pero el mayor de los problemas es que todo esto no parece ser la prioridad de quienes desde el gobierno hoy sólo piensan en lo cercanas que están las ya próximas elecciones. Cada quien su prisa, cada quien su problema, cada quien su vida. Porka Miseria.