Tener como rectora de la UV a Sara Ladrón es como no tener madre
Se anota en el Código de ética de la Universidad Veracruzana que “la solidaridad como valor conlleva comprender la relación recíproca o interdependencia existente entre los seres humanos y se expresa a través de la capacidad que desarrollamos para sentir empatía con otros y para ayudarlos en momentos difíciles o en cualquier situación en la que requieran de apoyo. La solidaridad conlleva un sentimiento de unidad en el que se traspasa el simple interés personal y se busca alcanzar metas o intereses comunes”.
Por supuesto a Sara Ladrón, rectora de la Universidad Veracruzana, ni siquiera se asomó a este punto del Código de ética al momento de ordenar al abogado de la UV que se deslindara de la investigación que hiciera Rosío Córdova sobre la violencia que se vive entre la comunidad universitaria. La UV, su rectora, sus académicos y sus alumnos, debieron sentir empatía y debieron disponerse a ayudar en los momentos difíciles a la académica que estaba siendo citada por la Fiscalía para que declarara sobre la investigación que desarrolló en la propia UV; Rosío Córdova requería de apoyo y sólo le dieron la espalda. ¿Dónde quedó la solidaridad?
La Universidad Veracruzana exige en ese Código de ética que los alumnos respeten “los saberes, las lenguas, las opiniones, pensamientos y creencias de los demás integrantes de la comunidad universitaria y las personas y grupos sociales con quienes se vinculan”, pero la Rectoría no mostró respeto a las opiniones y pensamientos de un grupo de investigadores que estaban haciendo un llamado de atención para estar alerta. Sara Ladrón o es muy ingenua o demasiado obtusa, que no entiende que el deslinde que hiciera de los resultados del proyecto “UV como constructora de paz: alternativas a las violencias en Veracruz” significa invalidar a sus propios investigadores; significa restarles credibilidad, significa pasar por encima de su dignidad.
Pero no es la primera vez que se ve esa incongruencia en Sara Ladrón. Todos recordamos que, en el sexenio de Javier Duarte, a unas horas de las elecciones federales de 2015, unos jóvenes, entre los que se encontraban estudiantes de la Universidad Veracruzana, fueron masacrados por sujetos enviados por el propio gobierno. La sociedad civil fue la primera que exigió justicia, después fue la comunidad universitaria. No obstante, pasaron los días, las semanas y ya demasiado tarde Sara Ladrón lanzó un tibio comunicado en donde exigía justicia para estos jóvenes masacrados; ¡cómo carambas iba a reclamar al gobierno de Javier Duarte, si su esposa muy amable la invitaba a tomar café en Casa Veracruz!
Después vinieron las manifestaciones en las que se exigía que el gobierno pagara los millones de pesos que le adeudaba a la UV; millones de pesos que incluso provenían de la Federación y que la Secretaría de Finanzas de Javier Duarte no entregaba a nuestra Máxima Casa de Estudios. Fue otra vez la comunidad universitaria la que alzó la voz, fueron varias las manifestaciones antes de que Sara Ladrón venciera su cobardía y saliera a exigir a los que la invitaban a tomar café en Casa Veracruz, los que la enseñaron a vestir de manera decente, para que pagaran ese dinero que pertenecía a los universitarios. ¿Dónde estaba la congruencia? ¿Dónde la integridad?
Pero eso sí, la Universidad Veracruzana, en su Código de ética exige a sus alumnos y maestros integridad que para ellos “supone la concordancia entre sus pensamientos, sentimientos y acciones, es actuar en consonancia con lo que cada uno dice o considera importante en la vida sin afectar los derechos de otras personas”.
Mal precedente sienta este deslinde, pues en adelante los investigadores tendrán que adecuar los resultados de sus investigaciones para que no resulten incómodos, no vaya a ser que a la rectora se deje llevar por su cobardía nuevamente y se eche para atrás, deslindándose en lugar de respaldar.
Eso se esperaba de la Universidad Veracruzana, que respaldara a su investigadora, que apoyara en los momentos difíciles a la académica. En caso de que la académica se hubiera equivocado, la UV tendría incluso que respaldarla, pues el mismo Código de ética obliga a asumir “con madurez sus equivocaciones cuando éstas les son señaladas por los demás de forma respetuosa”.
Queda patente que los académicos, investigadores y alumnos al no tener el respaldo de su Rectoría, andan huérfanos. Tener como rectora de la UV a Sara Ladrón es como no tener madre.
Armando Ortiz aortiz52@hotmail.com