Francisco Labastida Ochoa fue el primer candidato del PRI que perdió la Presidencia, en el año 2000, ante el panista Vicente Fox, quien, ¡oh! cosas del tiempo y de las circunstancias políticas, ahora apoya a José Antonio Meade, un precandidato ciudadano simpatizante pero no militante del PRI, también a la Presidencia.
El domingo, en el cierre de las precampañas, el diario El País, un periódico español de referencia, en su edición de América recogió las palabras de Labastida en el mitin del cierre de Meade, en Tlalnepantla, Estado de México: “Debe hablar más claro a la gente. Cambiar el lenguaje. Que se dirija más a los albañiles que a los ingenieros”.
El diario recogió este otro testimonio: “Al final del discurso, un militante de Ecatepec que se limpiaba los sellos del PRI impresos en las mejillas, calificaba a Meade como un candidato ‘un poco lejano’”.
Volvió de nuevo al sinaloense: “Labastida recomienda a la campaña de Meade ‘reforzar a su equipo de campaña’ y ‘hacer cambios’. El grupo que rodea al actual aspirante presidencial está formado por un núcleo de allegados al presidente Peña Nieto. La opinión de Labastida es que Meade ‘tiene que separarse’ de la figura presidencial, quien tiene una aprobación de 26%”.
Para el importante medio español, el de Tlalnepantla se trató de un “baño de pueblo” para levantar los ánimos del PRI. Como lo recomendaba hacer en Veracruz el entonces candidato y luego gobernador don Agustín Acosta Lagunes, porque sabía la necesidad de estar cerca del pueblo y no alejarse de él.
Ahora ha llegado el llamado “periodo de silencio” y El País considera imperativa la reflexión en el PRI, hacer los ajustes pertinentes de estrategias y mensajes, si desea repuntar en los sondeos que le dan 12 puntos de desventaja ante Andrés Manuel López Obrador (24% de intención de voto contra 36%) (se basa en el poll of polls de Oraculus.mx un portal que crearon Jorge Buendía, director de Jorge Buendía & Laredo, y Juan Pérez Escamilla, director de la Central de Inteligencia Política.)
El pasado miércoles 7 de febrero, Jorge Zepeda Patterson, periodista y escritor, pero también analista político, economista y sociólogo mexicano, uno de los articulistas que publica regularmente en El País, publicó un texto que me parece que explica muy bien por qué podría ganar López Obrador, que dice lo que muchos percibimos abajo, a ras de suelo entre la población, pero que tal vez no hemos sabido interpretar y decirlo con claridad.
De entrada, hizo el siguiente planteamiento:
“Si por algún motivo tuviera que dejar por un momento mi cartera a uno de los tres candidatos probablemente escogería a José Antonio Meade quien parece ser un buen hombre. Y si deseara conversar sobre gustos y aficiones en literatura, cine y música seguramente Ricardo Anaya, el del PAN, sería el mejor interlocutor de los tres. Pero si pienso en las urgencias de este país, asumo que Andrés Manuel López Obrador, el líder opositor, es el único de los tres que ofrecería cambios significativos. Y más importante aún, cambios en la dirección que necesitamos. Meade puede ser una persona honesta (aunque si gana habría conseguido el poder gracias a una mafia) y Anaya un joven que habla idiomas y aprovecha sus lecturas, pero ambos ofrecerían con matices más de lo mismo. Y ese es el problema”.
Zepeda Patterson tituló su artículo “Razones y sinrazones de López Obrador” y lo acompañó con un subtítulo: “El candidato de Morena es un hombre decidido hacer un cambio a favor de los pobres”.
Argumenta: “México ya no aguanta que se siga gobernando para el 50% superior de la pirámide social. El modelo económico simple y sencillamente no contempla a los sectores marginados, a los hambrientos, a la economía tradicional, a los campesinos o a las regiones devastadas. La desigualdad apremiante y a ratos creciente es el verdadero cáncer de nuestro país y los gobiernos del PRI y el PAN de los últimos 20 años se han dedicado a ignorarla, asumiendo que bastaba con dedicarse al ‘país pavimentado’ para que el monte y los páramos se volvieran ‘malls’ y naves de ensamble automotriz. Ha sucedido lo contrario. El pavimento ha chupado de la planicie, empobreciéndola aún más. La economía formal expulsa a la población a la economía informal (más de la mitad de los mexicanos dependen ya de esta última)”.
Si se detiene uno a reflexionar, si se analiza con detenimiento, tiene uno que terminar por darle la razón. Aquí mismo en Veracruz ahora tenemos un claro ejemplo, clarísimo de lo que apunta el analista político.
El 12 de diciembre de 2016 recién estrenado gobernador, Miguel Ángel Yunes Linares proclamó: “Veracruz se declara en emergencia financiera”. Dijo que la deuda pública del Estado ascendía a más de 56 mil millones de pesos, sin incluir la bancaria ni la bursátil. Destacó que se trataba de una “crisis inédita”. “No hay registro histórico de algo similar ni en Veracruz, ni en el país… La crisis financiera del Gobierno del Estado tiene dimensiones que superan todo lo imaginado”. No paró en dimensionar el panorama: “La crisis del Estado no sólo es una crisis financiera, hoy tenemos una situación de desastre social”.
¿Y qué hizo, pese a ese panorama?
En lugar de invertir para atenuar el desastre social que tiene como componente principal la pobreza, en lugar de echarle toda la carne al asador a obras prioritarias, optó por una obra de relumbrón: el 4 de octubre de 2017 anunció la remodelación integral del bulevar Manuel Ávila Camacho del puerto de Veracruz, y cuatro días después dio el banderazo de arranque. Se dijo que la inversión.
Ciceron, un columnista del diario Notiver, dijo al respecto: “Celebramos que se vaya a destinar recursos a nuestra ciudad, pero no compartimos el hecho de que tantos millones sean para echar concreto donde ya lo hay y donde más allá de beneficiar a los vecinos que ahí viven, sea más bien para enriquecer a quienes por décadas han sacado beneficios para sus empresas personales”.
Agregó: “Podríamos mencionar muchísimas colonias que necesitan drenaje y pavimentación… entre otros servicios”, y apuntó: “… cuando alguno de los otros niveles de gobierno anuncia que invertirá recursos en el municipio, se espera que sea en algo que beneficie realmente a sus habitantes y no sólo a unos cuantos empresarios y socios de quien los promueve”.
Durante el banderazo de inicio, un vecino se plantó frente al gobernador con una manta que decía: “Gobernador Yunez vas a remodelar el boulevard y hay obras más prioritarias como es evitar que cuando llueve nos inundemos en el Fracc. Floresta y otras partes de Veracruz…”. Por supuesto, se le ignoró.
Vuelvo a Zepeda Patterson. “PAN y PRI aseguran más de lo mismo −continúa−. No se trata de un juicio político sino de descripción de las políticas públicas. Los pobres simple y sencillamente existen como entidades asistenciales no como actores económicos. La corrupción, la violencia y la inseguridad, los privilegios, la ausencia de estado de derecho se amplifican en una sociedad en las que la riqueza y la pobreza se acentúan. Para decirlo rápido, México es el país más desigual del mundo en la categoría económica en la que se encuentra.
Esos son los motivos de López Obrador. Es un hombre complejo, plagado de claroscuros y marcado por una historia política con más fracasos y exilios internos que éxitos. Pero es un hombre decidido hacer un cambio a favor de los pobres y no, no es un Chávez o un Maduro. Lo demostró como jefe de Gobierno de la Ciudad de México con una gestión moderna, progresista y tolerante”.
Me parece interesante, como para reflexionarlo ahora que los políticos (por fortuna) han entrado en el “periodo de silencio” y cuando se inicia la Cuaresma en el mundo cristiano, un tiempo también de reflexión: los políticos para que vayan sabiendo por qué pueden ganar o por qué van a perder, los electores para que decidan libremente su voto sin que los compren con una despensa, que sí deben recibir de todos modos porque se compran con su dinero, con lo que pagan con sus impuestos.