Campañas prematuras

Las precampañas se disfrazan de campañas y los líderes de los partidos, lo mismo que los candidatos a la Presidencia de la República dan a conocer su postura sobre la realidad de un país que exige congruencia entre los contendientes.

De nada sirvió que se designará a un notario público para hacer constar las promesas de campaña, si luego ese notario desaparecería o simplemente seguiría con su trabajo sin hacer caso de lo que había plasmado más de un candidato a algún puesto de elección popular. Se echó mano de los notarios públicos para que hubiera un testimonio de que la promesa se concretaba en la realidad. Ninguno de los candidatos que acudieron a un notario ha cumplido al 100 por ciento, a lo largo y ancho del país.

Las promesas de campaña están hermanadas con otro factor propio de los tiempos electorales que son las encuestas, donde se encuentra un abanico extenso de formas y estilos de realizarlas. Los métodos rigurosos de las encuestas siempre tienen cuestionamientos por claros y rígidos que sean.

Las encuestas no son cálculos al azar ni tendencias manipuladas hacia el candidato o partido que paga para elaborarlas. Son, o deben ser, información real y objetiva sobre el panorama electoral, no para condicionar el voto sino para motivar a ejercer el derecho al sufragio.

En los últimos días los resultados de algunas encuestas motivaron la ira de ciertos líderes de los partidos políticos competitivos en la contienda por la Presidencia de la República, los resultados no son los deseados, aunque sí los esperados y todo tiene una explicación.

Los resultados cuestionados no variaban mucho de otros anteriores y paralelos en el tiempo, pero lo que movió la molestia de los priistas principalmente fue el espacio, no el tiempo.

En una primera plana se colocaba al PRI y su precandidato en un tercer lugar en las preferencias electorales, en la intención del voto.

Lo que debe apreciarse es que hay una competencia electoral desigual, que es notoria sobre todo en tiempos de precandidaturas. El precandidato del PRI, por ejemplo, surge a la vida política del país como un secretario de Estado dedicado a cuestiones administrativas eminentemente, la política la practicó cuando fue secretario de Relaciones Exteriores, casi tres años, de 2012 a 2015.

Así, surgido de la administración pública, sin militancia partidista y con una experiencia eminentemente financiera, por su paso por Hacienda y Sedesol, la efervescencia de un precandidato como José Antonio Meade, debe comenzar a madurar en el inicio de la campaña, todavía es turno de la militancia consolidarlo como su candidato.

Mientras que los otros dos precandidatos Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya, tienen en la política su trayectoria completa. El primero lleva más de doce años en campaña; el segundo, desde que fue designado por Calderón, subsecretario de Turismo al final de su sexenio, se ubica bajo la luz de los reflectores de la política.

Ambos tuvieron reflectores con significados políticos, su vocación mostró cualidades y defectos, pero siempre en el ámbito de la vocación de servicio.

La historia de Meade no por ser menos política desmerece o puede ser menor, llega a la contienda electoral, pero no parte de cero, sino que remonta su propia trayectoria y acude a su experiencia personal para sensibilizarse en la práctica de la precampaña y mostrar de lo que puede ser capaz.

La desigualdad temprana de las campañas, que advierten ventajas efímeras puede cambiar de un momento a otro y no deben mover la ira de quienes quieren que siempre todo sea perfecto. Así, las encuestas seguramente se modificarán y darán un resultado más real de la contienda que se definirá el próximo 1 de julio.

No puede acusarse de irresponsabilidad a las encuestadoras ni pensarse derrotado en la víspera, es tiempo de espera y de consolidación. Ante todo, de fortalecer la militancia de un candidato que surge de la ciudadanía y debe mantenerse independiente de la cercanía y disposiciones del partido que lo lanza a la contienda.

Remontar desde la administración pública a la política no es fácil, pero tampoco sería la primera vez que un candidato creciera aceleradamente viniendo de un segundo o tercer lugar.

No debe haber motivo de enojo ni razones para cuestionar un trabajo que debió realizarse con pulcritud y precisión. Ahora lo que queda en el destino de los candidatos es luchar por la transparencia de los resultados y darle credibilidad a las elecciones.

Por su parte, los candidatos independientes, pueden aliarse para contender; sin embargo, el panorama de la recolección de firmas y las dudas sobre su legitimidad, harán que el electorado regrese a confiar en el sistema de partidos del que en un momento dado está cansado el ciudadano y en su falta de dinámica está desgastado.

Tal vez es por ello que el PRI haya seleccionado un candidato de la población, y éste debe retirarse lo más posible del partido, demostrar que es ciudadano a pesar del instituto político que lo lanza. Meade tiene la responsabilidad de hacer alianza con la población más que con el partido que lo impulsa.

Tiene que justificar su calidad de ciudadano para acercarse a la gente y rescatar la diferencia de tiempo y espacio que el significado político exige.

Las encuestas reflejan el escenario de precampañas y de ninguna manera anuncian derrotas o victorias, simplemente informan. Las encuestas son como el pronóstico del tiempo, se sabe que mañana va a hacer frío, pero en seis meses pueda que haya canícula. PEGA Y CORRE. – El día de ayer, el titular de la SEDENA, Salvador Cienfuegos; el gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, y mandos de la Marina-Armada de México, Policía Federal y Fuerza Civil, supervisaron varios retenes de seguridad en los municipios de Coatzacoalcos, Acayucan, Minatitlán, al sur del estado además de Xalapa, para apoyar a la población en la creciente violencia que vive la entidad y que parece que, en lugar de disminuir, crece… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.

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