El crimen no es imparable; a menos que los que nos cuidan estén en ello

El crimen no es imparable; a menos que los que nos cuidan estén en ello

 

El crimen no es imparable, los criminales no pueden ser imparables, no se puede permitir que sean imparables. Los habitantes de una ciudad no merecen vivir sumidos en el terror. Una ciudad es un lugar de convivencia, es un sitio donde escogimos vivir en paz. Particularmente Xalapa es nuestro patrimonio y por ello, la gran mayoría, busca hacer las cosas bien, busca una mejor convivencia con sus vecinos, busca aplicar esa máxima bíblica que dice: “Todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos”. Esta máxima, contraria a la de Confucio que dice: “No hagas a los demás lo que no quieras que ellos te hagan”, insta a hacer el bien y a llevarse bien con las personas.

Pero la sociedad se dislocó; hace mucho tiempo algo se salió de su sitio. Los gobiernos corruptos que han gobernado este país no se dieron cuenta que junto con la corrupción viene el crimen. La pobreza y la falta de oportunidades ha generado un clima de resentimiento. A nadie se le ocurrió que, al no dar estudio y trabajo a toda una generación, a varias generaciones de jóvenes, estos, ya adultos, buscarían la manera de conseguir sustento a como dé lugar. Esas generaciones de jóvenes olvidados han sido durante las últimas décadas, las que han llenado las filas de las bandas criminales que azotan al país. En su momento no lo pensaron, y ahora la violencia y el terror son las consecuencias.

Sin embargo, en Veracruz hay que sumar uno de los actos más perversos de los que se tenga noticia. Un gobernador nos vendió a la delincuencia por unos cuantos millones de pesos; un gobernador, con tal de ostentar “la plenitud del pinche poder” nos ofreció como si los veracruzanos hubiéramos sido de su propiedad, como si fuéramos la hija virgen de un desalmado que la entrega al violador y a sus amigos.

Pero ya basta de lamentaciones, no podemos vivir lamentándonos de ese acto vil; es necesario hacer algo. Que nadie venga a decirnos que no se puede hacer nada, que debemos acostumbrarnos a vivir en el terror; que nadie venga, como Bermúdez Zurita, a decirnos que la solución está en comprarnos un perro. Conocemos de lugares en donde la delincuencia se ha logrado contener. Tampoco soñamos con la utopía de vivir en un estado completamente libre de violencia, no somos tan ingenuos. Pero sí aspiramos a una ciudad más segura, una ciudad donde los criminales, al menos en su gran mayoría, paguen sus deudas con la sociedad.

Queremos que regrese esa Xalapa de los años setentas, ochentas, incluso noventas, donde podíamos salir de un centro de diversión y regresar a casa caminando, charlando con los amigos hasta el amanecer. Queremos que regresen los niños a los parques, los jóvenes a los lugares oscuros donde lo único que se robaban eran besos.

Sin embargo, este sábado 27 de enero Xalapa se despierta y enfrenta otra vez el horror. La estrategia del miedo por parte de los grupos delincuenciales sigue surtiendo efecto. La madrugada del sábado uno de esos grupos se atrevió a rafaguear a mansalva un centro nocturno al que acuden los jóvenes a divertirse. Un lugar por cierto de mucha tradición, ubicado en lo que en la antigüedad era la fábrica de jabón. Ahora se llama la “La cantinita de Bartola”.

Según reportes un comando entró al estacionamiento del lugar y disparó ráfagas de balas en la entrada, dejando a dos personas muertas y cuatro heridas; uno de los muertos, el guardia del lugar. El grupo armado se dio de inmediato a la fuga sin que nadie lo persiguiera. Hasta el momento no se conoce el móvil de este atentado, sin embargo, entre los empresarios se sabe que lo sucedido en este bar es lo que temen muchos en Xalapa que son extorsionados por las bandas de criminales; muchos de ellos pagan piso para que esto no les suceda. Este no es sólo un atentado, es también un mensaje.

Las autoridades se deben aplicar a combatir con efectividad a estos criminales; no es posible que anden por la calle sin que nadie los advierta. Los mismos ciudadanos los han visto pasar, de manera impune, en autos sin placas, transitando a toda velocidad por las noches; los han visto incluso en taxis; ahí van, buscando el momento propicio para atacar. No es posible que sólo los ciudadanos los vean pasar y que las autoridades no los adviertan. En Xalapa aquellos que consiguen droga saben dónde está su “tiendita”, conocen a su dealer y ese dealer conoce a su proveedor y ese proveedor conoce a los jefes de plaza. Pero las autoridades no.

Si las cosas siguen así vamos a empezar a creer eso que escriben en los carteles que dejan los criminales junto a los cuerpos muertos, que algunos mandos policiales están coludidos con los criminales; señores, hagan algo para demostrar que eso no es cierto.

 

Armando Ortiz                                                                       aortiz52@hotmail.com

 

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