Rios de sangre púrpura, corren por las calles como cascadas. Pinta escenarios macabros, en diferentes rincones de la capital del estado. Brotan de cuerpos mutilados y no sabemos las VÍCTIMAS quienes son realmente. Ignominia y dolor, mucho dolor. Ni las autoridades locales, ni estatales, ni federales están. Nos han abandonado, preocupados en otros menesteres políticos. A la población, que se la lleve el Diablo que viste del mismo color. Ese rojo intenso que Fidel Herrera dejara, como sello de su megalomanía. Azotados los veracruzanos por la plaga electoral, lo que menos importa es conocer de promesas incumplidas. Estamos en alerta roja y nadie atiende la masacre. El movimiento no es naranja, sino rojo como el amanecer del 68, al igual de sanguinario.